
RETAZOS DE ANTAÑO - El rabioteo de las comuniones (15-04-2025)

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Eduardo Colomo nos acompaña cada martes para llevarnos de paseo por el Torredonjimeno del pasado a través de tradiciones, modos de vida y experiencias personales
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¿Quién iba a pensar que una cedemonia religiosa iba a traer tantos calentamientos de cabeza? Pero así es, y ahora cuando nosotros los abuelos nos quedamos parados de ver cuántos rayos dio. Con lo fácil que lo teníamos antaño, este que escribe aún no se acuerda de cuando hizo la primera comunión, ni el año ni el día, entre otras razones porque no he encontrado ninguna estampica de recuerdo que le dábamos a los chachos para que ellos sube nos dieran un dinerillo a cambio. Con bites no había, tan solo una taza de chocolate con galletas María Fontaneda y si acaso un biscute de la alcaza o el águila con una aceituna machacada y unas patatas retostadas.
En la vestimenta del chiquillo sin problema, porque lo hacíamos con la ropa de los domingos, salvo algún enchufadillo que lo hacía de balenero o de admirante. Hoy desde que nace tu hijo ya estás pensando en el bautizo y has renglón seguido en la comunión. La boda aún queda lejos y lo curioso de todo este liote es que lo que menos quebradero de cabeza te da es lo referido a la ceremonia religiosa.
Lo importante es que cuando te enteras del día y del mes pues rápidamente corres y encargas el salón de celebraciones. Y cuando ya lo has dejado apalabrado es cuando piensas en el traje de comunión de tu hijo o de tu hija. Creo que hoy a nadie se le ocurre que tu hijo o tu hija haga la comunión con el traje de su hermano, de su primo o de su hijo de un vecino.
Hay que ir a Jaén prontico porque los bonicos se acaban y he dicho a Jaén porque algunos van a provincias limítrofes porque lo de Jaén ya está muy visto. Pero una vez comprado en teoría ya no tendrías nada que pensar, ni mucho menos. Ahora es cuando Cristo empieza a padecer. Ahora es cuando comienza el rabioteo. Primero saber qué día cae por si acaso coincide con el de algún primo o hijo de vecino de muchos roces. En ese caso hay que cambiar el día de la iglesia y del salón. Una vez solventado este pequeño inconveniente ahora toca vestir a toda la familia. Al padre habrá que comprar un traje porque el que tiene de la boda ya no le viene, porque ha hecho muchos kilos desde entonces y la madre no sabe si optar por un traje chaqueta o un vestido.
Estoy hablando a cálculo como la perra chafolla, pero yo he visto trajes de comunión en los escaparates a primeros de enero. Pues desde ese momento ya comienza en la familia el rabioteo de la ropa. Lo primero es buscar el traje del padre porque en eso se tarda menos tiempo. Que le esté bien, un color que le favorezca y en el mismo viaje una camisa y unos zapatos y ya está vestido y los hijos tres cuartos de lo mismo. El problemón viene con la madre, que no sabe lo que se va a poner. Porque desde que dio luz el cuerpo le cambió. Ahora tiene que buscar algo que disimule la barriguilla y con los juanetes del pie unos zapatos que no le inquen.
Pero claro, tacones altos y comodidad no se llevan bien. Desde que esa madre con esa hermana de esa madre, por aquello de ir acompañada, comienzan a ver vestidos, pueden pasar perfectamente tres meses. Y se echa la comunión encima. Han hecho kilómetros y kilómetros a pie o en coche, dentro o fuera del término, dentro o fuera de la provincia. Y cuando al final, después de tantas calamidades, la madre encuentra algo que no me gusta mucho, pero que mejor quiero que se me queda bien, que es lo importante. Anda con Dios, que parece mentira. Y por fin llegamos al último capítulo del rabioteo, el convite. El salón ya está encargado desde el día que se supo la fecha. Ahora toca elegir el menú para ese día.
Si es muy caro, la gente no te lo va a pagar. Si es más bien barato, ese menú no le pegabas a familia. Y ahora viene el tema de los invitados. ¿Dónde se deja el corte? ¿Se invitan solo a los titos y titas, chachos y chachas, o también a los primos hermanos? Pues tus sobrinos no vinieron cuando la hizo el nuestro, el mayor. Pero nosotros no vamos a hacer lo mismo. Parece que está feo no ir para un hermano que tenemos. Y la señora argumenta que lo de menos es ir y echarle lo que haya que echarle. Sino que también tenemos que vestirnos, porque los trajes que tienes ninguno te viene. Y yo estoy en las condiciones en las que no vas a ir a la comunión por la tapa de los sesos.
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