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La revolución de la santidad

La revolución de la santidad

10/6/2025 · 20:32
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Meditaciones predicadas por varios sacerdotes con motivo de algún evento o festividad y que han sido seleccionadas para su aprovechamiento por el público en general. Habitualmente han sido predicadas en un entorno sagrado y dirigidas a cristianos que desean profundizar en su vida interior de relación con Dios.

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Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

En el colegio en el que soy capellan, hace unos años tenían que decorar un paño de pared de un pasillo. Era un paño grande. No servía así con poner un par de fotos o algún cuadro. Y entonces estaban viendo qué hacer. Hasta que se les ocurrió una idea que la verdad es que era bastante original y ha quedado muy bien.

Y era hacer un dibujo hecho a mano que representaba alumnos del colegio pero entremezclados entre personajes históricos, científicos, exploradores, descubridores, literatos, filósofos... Y quedó muy bien porque ahí está Cristóbal Colón enseñándole el mapa de América a un grupo de chavales pequeños con su balón de fútbol y sus peonzas. Ahí está Cervantes enseñándoles también unas líneas del Quijote a otro grupo.

O Newton también mostrando orgulloso su manzana y un pequeño chichón ahí en la cabeza. Bueno, una forma de acercar también a los niños las figuras de estos personajes. Y como decía, quedó muy simpático y siempre que paso por delante vas viéndonos unos y otros. Y claro, vas curioseando en la vida de todos estos exploradores, científicos, literatos...

Es sorprendente la cantidad de ellos que o bien eran católicos o cristianos o tenían esa sed grande de Dios. Y lejos del tópico, ¿verdad?, de que la religión y la ciencia están reñidas, vamos constatando una y otra vez que la fe, el amor de Dios, tiene esa fuerza transformadora. Los que amamos al Señor, los que tenemos fe, dentro de nuestras limitaciones y de nuestras miserias, no nos conformamos con lo que hay.

Queremos siempre algo más. Queremos que todo sea mejor. Hace tiempo leía de un sacerdote una idea similar a esta. Similar, pero que la expresaba mejor. La leo. Dice, los cristianos siempre han intentado poner en la sociedad lo que faltaba. Así, durante siglos, los ermitaños aportaron sosiego y oración por el mundo. Nacieron los monasterios, creadores y conservadores de cultura.

Surgieron los grandes centros de estudio y las universidades. Aparecieron órdenes caritativas que hicieron orfanatos, residencias, hospitales. En cada época histórica hay unas necesidades y los cristianos se esfuerzan por encarnar la luz y el amor de Dios en las obras concretas que se necesitan. Así es como va guiando Dios la historia de los hombres.

Me gustaba, con este ejemplo que te ponía y con estas palabras, poner las cosas en perspectiva. Y es verdad que con este repaso rápido de la historia, vemos, Señor, que vas guiando. Vas guiando nuestra historia. Y vas haciendo que los corazones de los que en ti creemos quepa ese anhelo de hacer las cosas mejores. De también, con esa lucha personal, ser nosotros un poquito mejores.

Necesitamos salir un poco de lo inmediato, porque esa lucha personal, ese cambiar el mundo, lo tenemos que hacer poquito a poco. Pero claro, ese poquito a poco a veces nos lleva a estar demasiado cegados por nuestro momento. El cómo estoy, el si estoy pasando por una mala racha, el si estoy bien, si estoy mal, si las condiciones son adecuadas o no.

Y a veces son cosas importantes y que pesan. Hay situaciones que no son fáciles de afrontar. En cualquier caso, en cada una de ellas, Dios nos espera. Y Dios nos llama. Señor, esté bien, esté mal, esté con dolor de cabeza, esté enfermo, esté sano, esté con un trabajo que me llena, o esté a lo mejor sobreviviendo un poco. Tú ahí me esperas, me necesitas.

La vida cristiana no consiste en llegar a un nivel a partir del cual pues ya Dios puede decir, ah, fenomenal, puedo contar contigo porque ya estás aquí. Nuestra vida cristiana, nuestra relación contigo, Señor, es muy actual. Tú, Señor, te has encarnado y conoces perfectamente lo que supone pasar hambre, frío, sed, lo que supone estar agobiado, lo que supone estar triste.

Señor, que vayamos a las páginas del Evangelio, precisamente, para darnos cuenta

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