Sábado de la semana 22ª del Tiempo Ordinario

Sábado de la vigésimo segunda semana del Tiempo Ordinario, el Evangelio, Lucas 6, 1-5.

Un sábado iba Jesús caminando por medio de un sembrado, y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos. Unos fariseos dijeron, ¿por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?, respondió Jesús. ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en casa de Dios y tomando los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él. Y les decía, el Hijo del Hombre es Señor del Sábado. Obviamente este último versículo tiene toda la carga teológica del Evangelio que se expresa en este episodio, el Hijo del Hombre es Señor del Sábado.

Al proclamarse Jesús como el Hijo del Hombre que es Señor del Sábado, está revelando implícitamente su divinidad, porque Dios Padre fue Yahvé el que instituyó el sábado, y él en este momento se está presentando como el dador de la ley. El Hijo del Hombre es Señor del Sábado, por tanto, no está sujeto a esa ley como un mero hombre, porque él es el legislador. Cristo puede dispensar el sábado porque es Dios mismo, participa de esa condición divina, de ese Dios que instituyó el sábado. Esta es una primera lectura de esa expresión, el Hijo del Hombre es Señor del Sábado.

Pero además también es obvio que aquí se está subrayando que el sábado no es un fin en sí mismo, sino que está ordenado al bien del hombre y al servicio de la historia de la vida de la salvación, y que la caridad y la salvación del hombre son superiores a una mera observancia ritual del sábado. Por tanto, Cristo no trasgrede la ley, no es un trasgresor de la ley, sino que está manifestando su espíritu más profundo. ¿Y cuál es el espíritu más profundo? Pues que el verdadero sábado, el lugar del descanso en el que el hombre encuentra su pleno descanso del corazón, es Jesucristo. Jesucristo es nuestro sábado, en él tenemos nuestro descanso.

Él es el que nos invita, venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.

Jesús es nuestro sábado, Jesús es nuestro descanso, en él descansa, en él tenemos la verdadera liberación y descanso de nuestra alma. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.