Sábado 11 de octubre - Lucas 11, 27-28. Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios.

Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios.

Fijaos qué bonito cuando a Jesús le hacen una alabanza, y se la hacen a través de su madre, bienaventurado el vientre que te llevó, bienaventurado la que te crió.

Pues Jesús dice, sí, sí, pero la razón por la cual es bienaventurada es porque escuchó mi palabra, creyó en mi palabra, acogió mi palabra.

Y en ese sentido, todos podemos ser bienaventurados, porque al final lo que importa no es solamente escuchar la palabra, todos los días la escuchamos, de hecho, estáis oyendo este audio, que es un comentario de la palabra de vida, y eso ya dice mucho de vosotros.

Pero después, precisamente, se trata de esa palabra escuchada, convertirla en vida, que es lo que hizo mejor a la Virgen.

Pero cuando a Jesús le alaban, dice, sí, fenomenal, pero es que la grandeza de mi madre no es solamente haber sido mi madre en el sentido biológico, sino que es mi madre de verdad, porque me acogió con su libertad, primero en su mente, luego en su vientre, porque ella creyó el anuncio del ángel.

Por tanto, hay una realidad que es muy misteriosa, pero que es muy importante.

Yo convierto la palabra que escucho, la convierto en vida.

Cuando voy a misa el domingo, o cuando leo el Evangelio, tú te paras a pensar y dices, ¿esto cómo afecta a mi vida? ¿Esto cómo afecta a mi modo de pensar? ¿Cómo afecta a mi modo de relacionarme con los demás? ¿Cómo afecta a mi día a día? Y es que si la palabra escuchada no te transforma, porque tú no te dejas transformar por esa palabra, entonces, es que no le has dado valor.

Es que la has devaluado.

Un dato más, una cosa bonita más, ¿de qué habla el cura este domingo? No sé, ¿y el Evangelio? Bueno, sí, me parece que ha hablado.

Pero qué pena, ¿no? Es como si te preguntan, ¿qué ha dicho el telediario de ayer? Pues no me acuerdo qué dijo el telediario de ayer.

Cosas de política, me supongo.

Y dices, bueno, ¿es que le das el mismo valor a las palabras humanas que a las palabras divinas? Y por eso, claro, Jesús dice, bienaventurado el que escucha la palabra de Dios y de esa escucha hace vida.

Esto, evidentemente, es un don de Dios.

Pero atención, los dones de Dios se reciben con los deseos.

Y los dones de Dios se convierten en vida cuando tú deseas que eso suceda.

Y por tanto, creo que sí, con motivo de esta frase de Jesús, a lo mejor decir, Señor, ¿cómo me gustaría que lo que escucho de Ti forme parte de mí? Parte de mi visión del mundo, parte de mi relación o mi trato con los demás, parte incluso de mi reconocimiento de mí mismo.

Quiero que tu palabra se configure de tal modo que yo sin esa palabra no tenga explicación.

Y por tanto, ojalá que cuando escuchemos las palabras que Dios pronuncia sobre nosotros, que las demos el valor que tienen y que las guardemos muy dentro de nosotros para que permanezcan.