Sábado 12 de abril - Juan 11, 45-57. Para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Se reúnen los sumos sacerdotes, se reúnen y deciden que Jesús tiene que morir.

De hecho, uno de ellos, el que era sumo sacerdote ese año, dice, sin darse cuenta, un oráculo, y es, conviene que uno muera para que no perezca todo el pueblo.

San Juan, que después le contaron que había dicho esto, reflexiona y dice, esto lo había dicho porque era sumo sacerdote, porque tenía capacidad de profetizar, aunque él no supiera, y no solamente para salvar a toda la nación, sino para reunir a todos los hijos dispersos de Dios.

Porque, en definitiva, si le preguntáramos a Jesús, maestro, ¿cuál es la razón por la que subiste a la cruz? Y Jesús diría, porque quiero construir una nueva humanidad, porque quiero que entre todos los seres humanos que han existido y que van a existir, haya tal comunión que todos sepan que son hijos amados de Dios y que no estén dispersos, que estén unidos, que sean uno, que sepan amados por un único padre de Dios y que entiendan que son hermanos, que no pueden destruirse, que tienen que cuidarse, que yo quiero crear una nueva humanidad, eso sí, una nueva humanidad desde la filiación divina.

Jesús sube a la cruz para convertirnos en hijos amados de Dios.

La razón por la cual sucede la pasión de Jesús es para transformarnos en hijos.

Ya nos llamo siervos, a vosotros os llamo amigos y más que amigos, quiere que seamos como Él, que es el verdadero Hijo de Dios, que seamos hijos en el Hijo.

Por eso, no son pocos los que dicen que probablemente de todas las virtudes que puede vivir un cristiano, la más importante, la filiación divina.

La más importante es saber que yo solo puedo esperar de Dios lo que puedo esperar de la mejor de las madres, del mejor de los padres, que no puedo esperar de Dios castigos, ni puedo esperar reproches ni desprecios, todo contrario, que Jesús subió a la cruz para eso.

Y por tanto, cuando los sumos sacerdotes deciden la muerte de Jesús, sin darse cuenta, a través de esa maldad, porque realmente eran personas retorcidas y malvadas, se está produciendo la salvación de la humanidad y Jesús va a reunir a los hijos dispersos de Dios.

Qué impresionante es ese misterio por el cual Dios hasta se sirve de la maldad de algunas personas, de su incapacidad, de lo que sea, para hacer la salvación y para hacer el bien.

Y por eso nosotros creemos en el poder de la providencia.

Nosotros creemos incluso que las cosas que Dios permite, siendo tan trágicas, siendo tan terribles, siendo a veces tan duras y por supuesto tan injustas, que Dios desde ahí puede hacer maravillas.

Dios no quiere el mal, Dios no quiere la crueldad humana, Dios no quiere el pecado, pero lo permite.

Y desde esa permisión sabe construir cosas maravillosas.

Por eso que nunca nos escandalicemos de la maldad, sino que sepamos que desde ahí Dios puede convertirnos en hijos suyos.