Sábado 26 de abril - Marcos 16, 9-15. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Jesús se acerca a sus discípulos y les dice que el tesoro que ellos han vivido, esa maravilla de haber conocido el amor de Dios, de haberle visto crucificado y resucitado, no se lo pueden guardar. Y por eso tienen que ir al mundo entero y dar la buena noticia. ¿Y cuál es la buena noticia? Que la vida del hombre tiene valor. Que la vida del hombre tiene sentido.

Y que ese sentido y ese valor no está ni en el triunfo, ni en el éxito, ni en el placer, ni en el poder, ni en el tener la razón, ni en el ser más que nadie, sino que el valor de la vida humana está en que es eternamente amado de Dios. Y por eso tanto un niño no nacido como un ancianito que está sin poderse mover de la silla, como una persona que tiene una discapacidad severa como aquel, todos tenemos la misma dignidad. Esa es la buena noticia, esa es la gran noticia. Y es que todos somos amados en Cristo de tal manera que la vida humana tiene un valor infinito.

¿Por qué? Porque al unirse la divinidad a la humanidad en Jesús de Nazaret ha dado valor a la humanidad, un valor eterno, y que por supuesto no está superado. A veces despreciamos la vida humana, a veces tratamos mal a las personas que no son como nosotros porque son de otros países, porque no tienen las mismas ideas políticas, porque piensan distinto, porque tienen pecados, porque son insoportables, pero nunca podremos perder de vista que la buena noticia que tiene que conocer el mundo entero es que cada ser humano es profundamente amado de Dios y tiene una dignidad excelsa.

Esto se nos olvida muchas veces. Yo lo tengo que reconocer con vergüenza que yo a veces caigo en el pecado de no tratar bien a los olvidándome que cada ser humano que tengo cerca de mí es tan amado de Dios que costó toda la sangre preciosa de Cristo. Y que esa buena noticia que yo he conocido, esa persona la tendría que conocer también. Y si yo me creo esa buena noticia que es para mí, tendría que creérmela también para los demás.

En definitiva, conocer el Evangelio de Jesús me va a llevar a vivir el amor. Y no quiero moralizar esto porque es un hecho tan bonito que no se trata de decir para ser cristiano hay que ser muy bueno. Podremos tener mil defectos, que los tenemos, manías, tics, incluso pecados, pero que no nos falte nunca el reconocimiento de la grandeza del ser humano.

Y el reconocimiento de la grandeza de personas que cerca de nosotros están, que nos podrán nerviosos, que tendrán a lo mejor a veces las máscaras de la crueldad, de la indiferencia, de la chulería, de lo que sea, pero que son infinitamente amados por Dios. Y esto es lo que le pide Jesús a sus apóstoles y esto es lo que nos pide a nosotros, a cada uno de los cristianos del siglo XXI, que no podemos guardarnos este tesoro, que no podemos tenerlo solo para nosotros, que todo ser humano que esté cerca de nosotros, que intuya o que entienda que también es profundamente amado por él.