
Sábado 4 de octubre - Lucas 10, 17-24. Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

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Meditación del día 4 de octubre de 2025 Palabra de Vida
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Estad alegres, porque vuestros nombres están escritos en el cielo.
¿Cuál es la causa de la verdadera alegría de una persona? ¿Que tengo salud? ¿Que ha ganado mi equipo de fútbol? ¿Que me he puesto un traje con el que he quedado ideal? ¿Que he tenido éxito en el amor? ¿Que he tenido un trabajo profesional muy satisfactorio? Todas esas cosas nos producen bienestar.
Sí, como es lógico.
Y son gozosas, son buenas.
Pero no es la causa última de la alegría.
Cuando los apóstoles vuelven de evangelizar y de hacer su primer anuncio, dicen, Señor, estamos muy contentos porque nos han salido muy bien las cosas.
Hemos expulsado demonios en tu nombre.
Hemos hablado de ti, la gente nos ha hecho caso.
Estamos encantados.
Y Jesús les dice, bien, pero la razón verdadera de vuestra alegría es que vuestros nombres están escritos en el cielo.
Es decir, que Dios pensó eternamente en vosotros.
Que Dios tiene como vuestro nombre grabado en la palma de su mano y que cuenta con vosotros para la eternidad.
Es decir, que la salvación de Dios ya ha llegado a vosotros.
Y esto es esencial.
Porque al final, efectivamente, hay personas que en la vida pues a lo mejor no les va tan bien.
Hay personas que están taladradas por la enfermedad.
Hay personas que están crucificadas por las calumnias, por la soledad, por los desprecios.
Y bueno, entonces, qué vida más triste, qué vida más horrorosa.
Para muchas de esas personas, saber que son amadas de Dios, saber que su nombre está escrito en el cielo y que algún día se sabrá la verdad, que algún día habrá justicia, que algún día la luz llenará todas esas tinieblas que han manchado su vida o manchado su nombre, es un consuelo grandísimo.
En definitiva, la causa última de mi alegría es que tú me esperas en la eternidad.
Si los cristianos olvidamos el cielo, si los cristianos olvidamos nuestro destino para una plenitud de gozo y de felicidad y pensamos que todo se tiene que resolver en la tierra y que las grandes alegrías son aquí porque luego no sabemos qué va a pasar, estamos perdiendo la fe.
Jesucristo no vino a hablar de un buenismo o no vino a hacer triunfadores ni gente de primera línea.
Jesucristo vino a hablarnos del cielo, a dejar abiertas las puertas del cielo y a decir, mi Padre Celestial, os ha amado tanto que me ha dejado tomar la carne humana, me ha dejado crucificarme y derramar mi sangre por vosotros para que con mi sangre vuestros nombres estén escritos en el cielo.
Y esa es la causa verdadera de la alegría.
Al final, tarde, temprano, mejor tarde que temprano, evidentemente, nuestra vida se termina.
¿Y entonces qué? Todos esos triunfos, todos esos éxitos, todas esas cosas, no las vas a llevar a ningún sitio.
Simplemente vas a atravesar una puerta y te vas a encontrarte con Aquel que escribió tu nombre en la eternidad, que te espera con amor.
Y esa es la verdadera esperanza, y esa es la verdadera alegría del cristiano.
Y fuera de la trascendencia, la alegría es pasajera.
Solo en la eternidad sabemos que tendremos una alegría que nunca terminará.















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