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El Seco de Villarrobledo

El Seco de Villarrobledo

4/29/2025 · 25:15
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El Seco de Villarrobledo. Una historia que horrorizó La Mancha

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En la noche de San Juan de 1991, Pedro José Moreno, conocido en Villarobledo como el Peletes, salió dispuesto a pasarlo bien.

Llevaba en el bolsillo 28.000 pesetas, fruto de su trabajo como marmolista.

Y en un pueblo como aquel, donde todos tienen un apodo y las familias se entrecruzan, la diversión solía ir de la mano de alcohol y jolgorio.

El Peletes, un joven reservado, con un leve tartamudeo, fanático del bingo y del Real Madrid, pasó su noche a las 9, dejando la casa de sus padres para pasar por el bar de su hermano.

Allí tomó una cerveza y un bocadillo antes de reunirse con un amigo para lanzarse a la fiesta.

La cosa se alargó hasta pasadas las 3 de la madrugada.

Ya en la discoteca Ecus, el lugar favorito de los jóvenes del pueblo, el Peletes iba bien servido de copas.

Al salir, tambaleándose por la calle de la Virgen, se topó con un conocido, otro personaje del pueblo con mote y afición al trago, famoso por su carácter imprevisible.

La noche, ya torcida por el alcohol, dio un giro peor.

Una discusión absurda desembocó en un par de bofetones que el Peletes encajó sin responder.

Herido en su orgullo, decidió marcharse, pero no llegó lejos.

De pronto, algo lo agarró por detrás.

Un cinturón se ciñó a su cuello y lo arrastró sin dejarle aire.

El asesino lo contaría después sin rodeos.

«No sé por qué, pero nos enzarzamos.

Le puse el cinturón al cuello y le dije, ven conmigo.

Los llevé a un descampado cerca de unos pinos, bajo el invernadero.

Le golpeé con la mano y al verle sangrar, agarré una piedra y le di en la cabeza.

Luego le quité la ropa y 22.000 pesetas y me largué a casa».

A las 7 y media de la mañana, un vecino apodado El Pichi encontró el cuerpo de Pedro José junto al pinar del cementerio.

Lo que vio era escalofriante, desnudo, con la cara destrozada convertida en un amasijo de sangre y restos, la espalda y los ojos lacerados a correazos y varias puñaladas rematando la obra.

Sólo un objeto que llevaba en la mano, regalo de un hermano, permitió a su familia identificarlo.

Villarrobledo quedó sacudido por la ferocidad del crimen y muchos recordaron los dos asesinatos sin resolver de los años 80.

Los más mayores murmuraban sobre una maldición.

Meses después, el 30 de noviembre de 1991, llegó otra noche fatídica.

José Ballesteros, albañil de 24 años y madridista acérrimo apodado El Carruña, tenía motivos para estar feliz.

El Albacete Balompié había vencido al Barcelona con un gol de Catali.

Tras dejar a su madre en casa, salió a celebrarlo con su amigo Manuel Parra y la novia de este, Pilar.

Los tres recorrieron varios bares del pueblo, bebiendo sin freno, y terminaron en Ecus, como era costumbre entre la juventud local.

Pero Manuel y Pilar se retiraron pronto, con un bautizo al día siguiente, dejando a José en el PAF charlando con unos chicos.

Cerca de las 4 de la madrugada, José salió cargado de alcohol, igual que el Peletes meses antes.

En su camino, un conocido del pueblo, otro con mote y gusto por la bebida, paró su moto junto a él y le ofreció compartir un porro antes de acabar la noche.

José, sin sospechar nada, dijo que sí.

A la mañana siguiente del 30 de noviembre de 1991, Francisco Moreno, un repartidor de bebidas, se topó con una escena espantosa al abrir el almacén de su padre.

El cuerpo de José Ballesteros, conocido como El Carruña, yacía en el asfalto.

Igual que le había pasado al Peletes meses antes, tenía las piernas cruzadas, la cabeza destrozada y múltiples heridas de arma blanca.

Marcas de cinturón surcaban su cuerpo, aunque a diferencia de la primera víctima, no estaba desnudo.

El asesino confesaría después.

Fuimos a los portones de la nave de Diego Lozano.

Saqué un chocolate y mi navaja para cortarlo.

De repente le di dos o tres pinchazos.

Vi que sangraba mucho y estaba mal, así que seguía apuñalándolo, no sé cuántas veces.

Luego agarré una piedra y le golpeé la cabeza.

No había razón, lo conocía de la discoteca y de fumar porros juntos.

Le quité un llavero del Real Madrid con las copas de Europa y un monedero.

La Guardia Civil empezó investigando el entorno de José, un albañil jovial pero metido en ambientes turbios.

Sus amigos lo describían como alguien alegre, aunque admitían que consumía drogas blandas y frecuentaba bares de alterne.

Manuel Parra, su mejor amigo, sugirió que lo habrían matado por drogas o por putas.

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