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By Mado Martínez ANTENA MISTERIOS
El Secreto de los Cátaros: La Verdad que la Iglesia Quiso Borrar | Misterios desde Carcasonne

El Secreto de los Cátaros: La Verdad que la Iglesia Quiso Borrar | Misterios desde Carcasonne

2/2/2025 · 42:26
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Description of El Secreto de los Cátaros: La Verdad que la Iglesia Quiso Borrar | Misterios desde Carcasonne

Acompáñanos en un viaje al corazón de Carcasonne, la fortaleza cátara por excelencia, para desenterrar la historia de estos cristianos perseguidos y masacrados por la Iglesia en uno de los genocidios religiosos más oscuros de la historia. ¿Quiénes fueron realmente los cátaros? ¿Por qué sus ideas sobre la igualdad de género, la reencarnación, la no violencia y el vegetarianismo eran una amenaza para el poder papal? En este programa revelamos la verdad detrás de los mal llamados herejes que podrían haber sido los verdaderos mártires del cristianismo primitivo. Prepárate para descubrir lo que no quieren que sepas.

¿Quieres ver el video de este podcast en directo desde Carcassone? 👉🔗 https://youtu.be/ZFQu_PiHu7Y

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Soy el último cátaro.
Nos llamaban los puros, pero la Iglesia nos tachó de herejes.
Mi voz es un eco que viaja por el viento.
Un susurro entre las piedras de Monsegur, donde nuestra llama fue extinguida.
Escúchame, porque en estas palabras se esconde nuestra verdad.
Y quizá, la tuya.
Antena Misterios
Bienvenidos, antenautas.
Hoy, con nuestra antena de misterios emitiendo desde el corazón de Occitania,
recorriendo las calles de Carcasón, la cuna de los cátaros,
para entrarnos en los misterios de los mayores herejes de la historia.
Imaginen por un momento que están aquí con nosotras en Carcasón.
Esto es una joya medieval.
Claro, porque este es el viejo continente.
Nuestro continente es más nuevo.
Es espectacular, creo que todos los que veíamos los cuentos de los hermanos Grimm
o que nos imaginábamos en cualquier cosa.
Sentirme dentro de esta magia como si estuviese en esa época.
Me puedo estar imaginando cómo sonaban los caballos,
cómo sonaban los herrejes, porque está absolutamente bien tenido.
Las murallas son gigantes.
La iglesia es fantástica.
Es algo que es tan hermoso que realmente me siento como si estuviese en un cuento de hadas.
¿Sensación térmica?
Mucho frío.
Pero este sitio no es un lugar, es un estado de ánimo.
Es como una máquina del tiempo que te transporta directamente a eso que tú has dicho,
al corazón de la Edad Media.
Y aunque nosotros los europeos estamos...
Yo lo vi desde fuera gracias a ti, Andrea.
Gracias a tus ojos.
Me acuerdo una vez que pasábamos por un pueblo por el que yo había pasado mil veces,
que era vecino al mío, y nunca había entrado.
Nunca había entrado.
Era un pueblo que tú pasabas por la autovía y se veía el castillo.
Y tú me dijiste
¡Dios mío, qué castillo más hermoso!
Era de noche, estaba iluminado.
¡Vamos a entrar!
Y entramos porque tuviste ese castillo.
Y ahí es cuando yo realmente lo vi con tus ojos.
Y dije
¡Dios mío!
No apreciamos realmente la maravilla que es esto.
La maravilla de estas piedras, estos castillos, esta historia.
Aquí, ahora mismo, en Carcasón.
Y estas murallas dobles, de casi tres kilómetros de extensión.
Que fueron diseñadas para proteger la ciudad,
pero no pudieron proteger a los cátaros que la habitaban.
Pero espérate, no vas a contar de una vez ya el final de la historia, de la película.
Vamos a adentrarnos por estas puertas gigantes.
Y quiero que hablemos de todas estas tiendas, cafés, artesanos que hay acá.
Esto es divino.
Es como tú dices, congelado en el tiempo, pero actualizado con lo que está pasando ahorita.
Hay muchos juguetes, hay espadas, armaduras para los más chiquitos.
Y te digo yo que si yo hubiese venido,
pero chiquitica, chiquitica, estaría loca jugando por acá.
Porque sería como la encarnación de esos juegos, de los cuentos de los hermanos Grimm.
Que me despertaba yo los domingos con mis hermanos y mi mamá nos ponía el desayuno.
Nos quedábamos frente al televisor viendo semejantes bellezas.
Y ahorita siento que estoy viviendo ese sueño.
Y además esos banderines ahí como ondeando al viento.
Los cafés con terracitas que te invitan en corte.
Pedir un buen vino de la región porque la verdad es que lo merece.
Y simplemente tienes razón, ¿no? Absorber la magia, la magia de este lugar.
Crecí en una aldea de Occitania, bajo el cielo amplio y azul de los Pirineos.
Donde los ríos murmuraban canciones antiguas y la tierra parecía respirar con la paz
de quien sabe que todo pertenece al espíritu.
No éramos como los demás.
No, construíamos catedrales de piedra ni imponíamos la fe con el pilo de una espada.
Nuestra fe era sencilla, pero profunda.
Creíamos que el mundo era una cárcel, una obra del demiurgo,
un dios menor que había creado esta tierra de sufrimiento para nosotros.
El verdadero dios habitaba más allá, en la luz infinita,
donde el alma regresaría si lograba liberarse de la corrupción de la materia.
Su doctrina tenía algo que atraía irresistiblemente.
La posibilidad de la redención creían en la reencarnación,
en un ciclo en el que el alma volvía una y otra vez.

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