
El séquito de Hitler: Rudolf Hess · Albert Speer

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Rudolf Hess fue el colaborador más leal de Hitler, obsesionado con la fidelidad, el poder e impulsor de un misterioso plan que, según él, podía cambiarlo todo.
Albert Speer se presentaba como un arquitecto con estilo y decencia, pero su carrera lo condujo al corazón mismo de un régimen asesino.
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Diario de 1941. Los bombarderos alemanes llevan meses arrasando las ciudades británicas.
Este mismo día, un caza solitario vuela hacia Inglaterra al mismo tiempo que los bombarderos.
El piloto tenía un plan osado. Era una locura. Parecía sacado de una película de James Bond. Una temeridad. Estaba en la oscuridad más absoluta. Era una situación de vida o muerte. Hess había dejado todo atrás en Alemania. Rudolf Hess había dejado a su mujer y a su hijo atrás en Alemania. Se arriesgó a no volver a verlos. ¿Pero qué hacía avanzando en territorio enemigo en medio de la guerra? Hitler es Alemania, del mismo modo que Alemania es Hitler.
Sus contemporáneos afirmaban que Hess estaba loco. Pero recientes investigaciones muestran algo distinto. El representante del Führer era mucho más misterioso y peligroso de lo que se pensaba. Hitler y sus confidentes más cercanos. Cómplices del criminal del siglo. Terrores e intimidades. Luchas por el poder y celos. ¿Qué movía a las personas más cercanas al dictador? El séquito de Hitler. Rudolf Hess. Múnich, 1919. Se acababa de perder la primera guerra mundial.
Tras la caída del imperio alemán, el soldado de infantería de 24 años, Rudolf Hess, volvía a casa. Nació en Egipto en 1894. Sus padres hicieron fortuna como comerciantes en Alejandría. Clara y Johann Frist educaron a su primogénito en varios idiomas. A los 14 años lo enviaron a un internado en Alemania. Sus padres querían que fuera también comerciante, pero no lo habían consultado con él. En 1914 Hess se ofreció voluntario para luchar en el frente. Resultó herido y empezó a entrenarse como piloto.
En 1918 la revolución arrasó con el imperio. Se produjo una guerra civil. Hess quedó desolado. La generación de Hess veía a la democracia como algo débil, como meros compromisos que no iban a lograr nada. Alemania había pasado de ser un gran imperio a una nación débil. Hess consideraba la idea de suicidarse. Esos pensamientos lo invadían con frecuencia. Estudió economía en Munich, donde se unió a grupos de matones de extrema derecha que simpatizaban con ideologías nacionalistas incoherentes y esotéricas.
La nueva democracia alemana presentaba un escenario propicio para que los jóvenes veteranos de la guerra se radicalizaran con facilidad. Pensaban que se necesitaba hacer algo extremo.
La madre de Hess jugó un papel importante. Incitó a su hijo a que luchara contra la democracia por la fuerza. En palabras de Clara Hess.
La democracia representa la rendición alemana a la dictadura del enemigo. La juventud se alzará de nuevo con diligencia y perseverancia. Recientemente se descubrieron los documentos de la familia. Demuestran cómo puede convertirse un hombre en un fanático.
El legado de Hess es único. Estos documentos nos dan la oportunidad de ver de manera veraz cómo trabajaba este hombre, qué lo motivaba y cuáles eran sus razones.
En 1920 Hess ya tenía puntos de vista antisemitas. Para él los izquierdistas y los judíos eran la principal razón de haber perdido la guerra. Una teoría conspirativa con consecuencias fatales. Era la leyenda de la apuñalada por la espalda.
Creían que estos grupos eran la causa directa de la derrota. Los convirtieron en chivos expiatorios culpables de su fracaso.




















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