Ser apóstoles de Jesucristo

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libran al Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí. Ya se termina estos meses de verano y nosotros, Señor, te agradecemos mucho la oportunidad que tenemos de estar aquí junto a ti, la suerte de terminar así el verano, el que podamos tener este rato de conversación contigo, todo lo que estamos aprendiendo, disfrutando durante esta convivencia es para darle muchas gracias al Señor y también a nuestro Padre que fue tan buen de instrumento y que nos ha dejado una obra tan maravillosa como es el Opus Dei.

Y hoy en el Evangelio pues hay una escena tristísima. Jesús va a su pueblo, a sus paisanos de Nazaret, a los que le habían visto crecer, entra en la sinagoga, pide que le den el rollo para hacer la lectura, el rollo de la escritura, lo desenrolla, coge el profeta Isaías y lee esta frase, cuando el profeta Isaías está haciendo como una profecía acerca del Mesías. El Espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido, me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor.

Jesús lee esto, enrolla otra vez el libro, el rollo, mira a todos los que están allí, que están en silencio expectante, a ver qué palabra les va a decir, se sienta, porque los judíos después de leer la escritura se sentaban y hablaban sentados, y entonces dice el Señor, hoy se ha cumplido en mí esta profecía, y empieza a hablar, y dice el Evangelio que todos aprueban sus palabras, las cosas que dicen les parecen bonitas, pero entonces las cosas empiezan a torcer un poco porque el Señor mientras va hablando, algunos de los allí presentes empiezan a comentar, pero este no es el hijo de José, este no es uno de los nuestros, qué, qué, qué, qué, y Jesús se da cuenta, me imagino Señor que te causaría un poco de tristeza, y les dice verdaderamente nadie es profeta en su tierra, y le pone dos ejemplos del Antiguo Testamento, y aquello ya desata el infierno, y dice la escritura que intentaron, sus paisanos se ponen furiosos, a empujones lo llevan a un precipicio, para despeñarlo, para matarlo, pero Jesús, añade Lucas, con ese señorío que tenía, se abrió paso entre ellos, y seguía su camino, y así acaba la escena, y nosotros Señor, pensamos ahora, pues qué mala acogida te hicieron los que tú más querías, los más cercanos, cómo te debió de doler esa falta de fe en ti, y nosotros Señor hacemos el propósito de acogerte en nuestra vida, en nuestros corazones, en nuestra alma, lo mejor posible, hoy mismo, en la misa que vamos a tener después, por ejemplo, con mucha fe, de acogerte en este rato de oración, y también hacemos el propósito de fomentar que haya muchas personas que te abran sus corazones de par en par, y que acojan la buena nueva, esto que tú decías hoy, se ha cumplido en mí, esto que habías leído, he venido a evangelizar a los pobres, a proclamar la libertad, a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos por el pecado, se entiende, te pedimos Señor que nosotros seamos buenos instrumentos como consecuencia de todo lo que estamos aprendiendo y todo lo que estamos meditando, que seamos buenos instrumentos para, en lo que esté de nuestra parte, facilitar que otros te acojan y que te den esa alegría, y te tengan, como tenemos nosotros, como amigo, como hermano, como salvador, como rescatador,