Ser niño en Gaza: infancias rotas por el genocidio (CARNE CRUDA #1556)

Cuando muera, escucharé tu voz.

Cuando muera, me pondrán en una tumba con mi padre y mi madre.

Me gustaría irme al cielo porque allí no hay miedo a la guerra.

Cuando llueva, nos ahogaremos en la tienda de campaña.

Cuando nos bombardeen, nos quemaremos.

Cuando un misil nos alcanza, sentimos dolor o morimos inmediatamente.

A los niños a los que les amputan las piernas, les vuelven a crecer.

¿Se convierten en humanos los perros que se comen a las personas muertas? ¿Cuántos años llevamos ya en guerra? ¿Cuándo vamos a volver al cole? ¿Tienen hijos los pilotos que bombardean a los niños? ¿Cuándo vamos a dejar de hacer colas y esperar para conseguir agua? ¿Cuándo muramos, nos libraremos de los bombardeos? ¿Cuándo va a terminar la guerra? Lo que escuchabais son preguntas de niños y niñas recopiladas en sesiones de terapia infantil por el Centro de Trauma Palestino en Gaza.

Lo que escuchabais son preguntas que ningún niño ni ninguna niña deberían hacerse nunca.

Y que en Gaza se hacen cada día desde el 7 de octubre de 2023.

Aunque también desde mucho antes.

Hoy se cumplen dos años del genocidio en Gaza.

De los más de 66.000 muertos desde el 7 de octubre de 2023, más de 20.000 son niños y niñas, el 2% de la población de la franja.

Niños muertos en bombardeos masivos o ataques selectivos.

Tiroteados o aplastados por otros gazatíes desesperados por conseguir algo de comida en los centros de distribución.

Muertos de sed y de hambre por un bloqueo total de alimentos y de agua.

En las incubadoras, abandonados por orden del ejército israelí.

O en el mismo útero, cuando sus madres embarazadas son asesinadas.

Niños transportando galones de agua más grandes que sus cuerpos.

Niños recogiendo los cuerpos de sus familiares hechos pedazos.

Niños solos vagando entre ruinas, basura y cadáveres.

Niños que ya no saben hablar ni llorar.

Niños que dejan escrito su testamento para que alguien los recuerde cuando el siguiente misil los mate.

De media a cada hora un niño o niña han sido asesinados en Gaza.

De cada hora, de cada día, de cada mes, durante 24 meses de genocidio.

Al menos 42.000 han resultado heridos, la mitad con discapacidades permanentes.

Niños paralizados o amputados que ya no podrán jugar al fútbol o volar una cometa, abrazar o caminar.

Son cifras aterradoras, insoportables, a las que hoy miramos de frente, aunque duela.

Cuando se cumplen dos años del inicio del genocidio, hablamos de la infancia rota de Gaza.

Un profesor de música en Gaza ha transformado el sonido de los drones israelíes en una poderosa canción para recordar a las víctimas del genocidio israelí.

Ahmed Muin Abu Amsha usa la música para ayudar a niños palestinos desplazados y traumatizados a sobrellevar la guerra y la devastación.

Hoy hablamos de cómo es ser niño, niña, en Gaza.

Esto que escucháis es una familia de clase media gazatí en su cocina.

Están terminando de preparar makluba, un plato típico palestino que superpone en una olla arroz, especias, carne, berenjenas o coliflor doradas y frutos secos.

Cada capa se une en el fuego y se sirve volcándolo, por supuesto, porque es lo que significa makluba, al revés.

Ahí están las hijas ayudando a la madre.

Y lo típico, ahora están llamando al hijo adolescente, Abdallah, para que venga a comer, que la mesa ya está puesta.