

Description of Sexo, mentiras y lujuria. Vol V
Serie de relatos cortos que no guardan relación entre sí pero que tienen un denominador común.
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Hoy presentamos, Sexo, mentiras y lujuria. Volumen 5.
Relato número 1. Bien cogida en la oficina.
Hola, mi nombre es Karen, vivo en la ciudad de Toluca, México, actualmente tengo 26 años, soy muy guapa, de tez morena clara, mi cabello es chino de color negro, ojos color miel con pestañas largas, labios carnosos, mido 1 metro con 70, mis tetas son grandes, mis caderas son anchas y tengo unas enormes nalgotas, tengo una pequeña cintura de 61 centímetros, mis piernas son largas y torneadas, mexicana por padre y cubana por madre.
La siguiente historia que les quiero contar sucedió hace 3 años, cuando tenía 23 y acababa de terminar la universidad. En casa nunca me ha faltado nada, siempre he tenido todo, incluso algunos lujos, por así decirlo, sin embargo, a mí siempre me ha gustado trabajar para ganar mi propio dinero y comprarme o hacer con él lo que yo quiera.
Es así que, en ese tiempo, me contactó mi amiga Alejandra, estudiamos juntas la preparatoria, para decirme si podía cubrirla un tiempo en su trabajo, 3 meses, porque se había embarazado y temía mucho que, al irse de incapacidad, perdiera su empleo. Ella era una recepcionista en un despacho de abogados, me dijo que el trabajo en sí era muy sencillo, pues en realidad sólo era recibir llamadas, atender a los clientes y que lo más importante era llevar la agenda del despacho, pues ahí se registraban todas las audiencias o citas que tenían los abogados. Y que la mayor carga de trabajo era por la tarde, pues en las mañanas normalmente todos estaban en los tribunales. Le dije que sí, pues como acababa de salir de la uni no tenía trabajo, y si era verdad lo que decía Ale del poco trabajo, eso me daría tiempo para hacer mi tesis y titularme.
Mi amiga me pidió ir al despacho una semana antes de su incapacidad para capacitarme y enrolarme con el trabajo. El despacho estaba conformado por dos socios, el licenciado Carlos Antonio y el licenciado Luis Enrique, tres abogadas, otro abogado y un chico que estaba haciendo sus prácticas profesionales. En fin, llegó la semana de mi capacitación así que ese lunes llegué temprano como me lo pidió Ale.
Ese día me puse una falda negra recta que hacía resaltar perfectamente mis caderas y curvas, un polo blanco ajustado que como podrán imaginarse hacía que se me vieran unas chichotas y un saco color negro para verme más ejecutiva. Me situé a las 8 y 30 cerca de los portales del centro de Toluca, caminamos juntas hasta llegar a un edificio, subimos el elevador e ingresamos al despacho, aquel lugar parecía una cápsula del tiempo de los años 70, en fin me mostró el lugar, me dijo, ven rápido antes de que llegue el licenciado Carlos, es un viejito medio enojón.
Nos sentamos juntas en el escritorio de la recepción y yo muy atenta tomaba nota de cada cosa que me decía, en eso se escuchó el elevador y mi amiga Ale me dijo, ya llegó el licenciado, se escuchó un movimiento de llaves afuera de la puerta, la manija se movió y en eso entró el famoso licenciado Carlos Antonio. Era un hombre maduro muy guapo, de mucho porte, entre 50 o 55 años, alto, blanco, de complexión media, barba cerrada completamente gris al igual que su cabello perfectamente peinado, rostro duro, con arrugas en la frente, ojos azules que hacían que tuviese una mirada muy penetrante, su presencia era muy fuerte.
Conforme se acercaba al escritorio pude percibir un aroma a tabaco y de una loción a madera riquísima que invadió inmediatamente todo ese lugar. Ale se puso de pie y yo hice lo mismo, mi amiga dijo, buen día licenciado, ¿cómo le va? Él respondió de manera muy educada, muy bien, gracias, volteó a verme y me dijo, buen día, tú eres.
Haciendo un espacio para que yo me presentara, mi amiga Ale de inmediato le dijo quién era yo, él solo me vio fijamente de arriba abajo, lo que me cohibió mucho y dijo, nunca dijiste que era así de guapa tu amiga, lo que hizo que me pusiera muy roja, pues bienvenida seas, dijo y se metió a su oficina.
En fin, esa semana transcurrió sin ser nada espectacular, Ale me contó que él era muy serio y a veces enojón, que siempre llegaba temprano y era el único de los abogados que estaba en las mañanas porque los demás normalmente llegaban después de la una de la tarde o después de comer. Que lo único que él siempre pedía al llegar a la oficina era un café caliente y su periódico.
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