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By Once Julio Relatos prohibidos
Sobrina sin sujetador (1)

Sobrina sin sujetador (1)

4/12/2025 · 17:10
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Relatos prohibidos Episode of Relatos prohibidos

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Sobrina sin sujetador, 1. En un mundo en el que a las personas cada vez les cuesta más relacionarse entre sí, donde el amor parece estar pasando de moda, todo pasa por Internet, incluido el sexo. Pese a mi juventud, sabía que mucha gente se dedicaba a eso, sobre todo mujeres, chicas de una edad aproximada a la mía, pero no esperaba que yo también pudiera caer. Era una época complicada, el bar de mis padres, como tantísimos otros negocios alrededor del país, no estaba pasando, ni mucho menos, por su mejor momento.

La culpa la tenía la crisis económica mundial, aunque, en este caso, el mencionado asunto de la escasa interacción social entre personas tampoco favorecía demasiado. Desde muy pequeña me acostumbré a echarles una mano siempre que fuera necesario, me gustaba estar en el bar, aunque no fuese la clase de futuro que quería para mí. Yo quería ser policía. No tenía ni idea de dónde me venía la vocación, pero era así casi desde que tenía uso de razón. Contaba con el apoyo de mis padres, o al menos eso me decían.

Cuando al fin terminé el instituto, una etapa de mi vida que se me hizo eterna y que sólo logré soportar gracias a mi amiga Susie, ya estaba preparada para comenzar la formación. Tenía la ilusión por las nubes, iba a hacer lo que realmente deseaba por fin, pero entonces apareció mi madre, con esa cara suya que era sinónimo de malas noticias. No sé cómo decirte esto, Laila. ¿Le ha pasado algo a papá? Por Dios, no. Entonces. Traes cara de funeral. Sabes que nuestra situación económica es muy delicada, ¿verdad? Por decirlo suavemente, sí.

Nos hemos planteado cerrar en muchas ocasiones. Puedes ir al grano. Vamos a dejar de contar con los servicios de Manuela. No podéis hacer eso, lleva toda la vida con vosotros. Es la única solución, ella lo sabe y está de acuerdo. Siempre habéis dicho que no podéis llevar solos el bar. Eso es a lo que quiero llegar. No te entiendo, mamá. Tu padre y yo queremos que trabajes con nosotros. Ya os ayudo siempre que puedo. Con eso no basta, te necesitamos a jornada completa. No tiene sentido despedir a Manuela y ponerme a mí. Sí, porque tú no cobrarías. Perdona.

Bueno, te llevarías las propinas y te daríamos lo que se pudiera. Incluso aunque no me pareciera un abuso, que me lo parece, no puedo hacerlo. ¿Por qué? Ya lo sabes, voy a empezar la formación para ser policía. Retrásalo un año, hasta que veamos si contigo podemos salir a flote. Sabes que quiero ser una mujer de ley y me pides que trabaje de forma ilegal. No lo haría si no estuviéramos desesperados.

Hay otra alternativa. Cerrar, me temo. Por poca clientela que les quedara, con mi madre en la cocina y mi padre en la barra, era imposible llevar el bar sin una camarera, labor que desempeñaba Manuela desde antes de que yo naciese. Yo no quería que cerraran, porque ese negocio era nuestra fuente de ingresos y porque sabía el esfuerzo que habían puesto para sacarlo adelante.

Pensar en posponer mi sueño durante al menos un año para ayudarles a ellos, y encima sin cobrar, me colocaba al borde de la depresión, ¿pero qué podía hacer? La conciencia no me permitía dejarlos tirados, estaba condenada a trabajar en el bar, sin posibilidad siquiera de tener vacaciones, porque me necesitaban ese mismo verano.

Así que no dudé, bueno, sí dudé, pero sabía que no tenía otra opción, en decirles que sí. En plena ola de calor me vi atendiendo a los clientes, sirviendo mesas, limpiando y todo lo que me perdieran. Enseguida supe que con las propinas no iba a salir de pobre, pero al menos ganaba algo de dinero, si es que no me lo reclamaban mis padres más adelante. En los ratos en los que apenas tenía nada que hacer en el bar, sólo había una cosa que me entretenía, las visitas de mi amiga Susie.

Casi siempre estábamos juntas, así que ese verano se sentía tan perdida como yo. Pasaba las horas allí, dándome conversación, tratando de convencerme para cosas disparatadas, como era habitual en ella. Yo es que lo de trabajar gratis. No es del todo así, me quedo las propinas que me dan. ¿De cuánto estamos hablando? Pues depende del día, pero bastante más de lo que esperaba.

En serio. Hay clientes muy generosos. Hombres. La verdad es que sí. Es por el escote ese que llevas, que lo sepas. Tú crees. Con esos tetones hasta yo tengo ganas de darte dinero. A mi madre no le gusta que vaya así, pero es que me muero de calor. Menos tela, más dinero. Creo que de momento voy a seguir así. Sube esa falda unos centímetros y el bar revive gracias a ti. Sabes que ese no es mi estilo.

No pasaba con mucha frecuencia, pero creía que Susie tenía razón. Era muy probable que las proteínas de los clientes aumentarán si mis prendas disminuían, pero no era el tipo de atrevimiento con el que pudiera sentirme cómoda. De algún modo, sería cómo vender mi cuerpo, y yo para el sexo era más bien vergonzosa. Mis únicas relaciones habían sido con novios formales, así que no me veía enseñando carne por sacar unos pocos euros extra.

Mi madre tampoco lo aprobaría, estaba segura de que si lo hacía me llamaría puta, aunque con otras palabras, claro. Tampoco pretendía provocar de modo alguno a los clientes y quería evitar cualquier tipo de situación desagradable. Llevaba ya unas cuantas semanas inmersa en la rutina del trabajo cuando ocurrió algo que empezó a cambiarlo todo. Un hecho tan fortuito como que me derramara una botella de agua sobre la camiseta hizo que ese día las propinas se dispararan, y eso que llevaba sujetador.

También recibí unos cuantos comentarios bastante machistas, pero con dinero se llevan mejor. Empezaba a darme cuenta de que Susie tenía razón, tenía la oportunidad de aumentar mis ganancias, aunque seguiría sin llegar a una cifra ni siquiera medio decente. El verano no iba a durar eternamente, una vez que se acabara, ya no podría ir ligera de ropa, así que tenía que empezar cuanto antes. Escote más pronunciado y falda bien corta.

¿Qué haces, Laila? Lo que me has pedido, atender a los clientes. Pues parece que les vas a hacer un servicio. No te entiendo. Que te tapes un poco más, hija.

Hace calor. Igual que ayer, y no ibas así vestida. Es que. ¿Te dan mejores propinas? No. Sí, y diría que incluso hay más gente que nunca. Pero lo mejor es que no hay.

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