
Socuéllamos al Día en Ivoox. Sucesos en La Mancha. El asesinato de Laura y Marina de Cuenca

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Dos amigas, Laura del Hoyo y Marina Okarinskaya, salían de su casa un 5 de agosto de 2015. Esa fue la última vez que se las vio con vida. Después de denunciar su desaparición, los vecinos de Cuenca se volcaron en su búsqueda. Pero sus rostros no fueron los únicos que aparecían en los carteles, junto a ellas también aparecía la foto del exnovio de una de ellas, Sergio Morate. El joven musculado y asiduo al gimnasio que tuvo a agentes de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Interpol siguiéndole la pista, sigue cumpliendo los 48 años de condena por los asesinatos de las dos amigas.
Cronología del caso
El 5 de agosto de 2015 Laura del Hoyo Chamón, de 25 años, y Marina Okarynskaya, de 26, desaparecen tras salir en dirección a la casa del exnovio de esta última, Sergio Morate, en Cuenca. Además de perder la pista de las dos amigas, ese mismo día tampoco tuvieron noticias del joven. Desde el principio, las sospechas se centraron en él y los vecinos y familiares se volcaron en tratar de encontrarlas, aunque las esperanzas de hallarlas con vida se iban menguando. Casi una semana después de que se las viera por última vez la opinión pública ya tenía más datos sobre los tres desaparecidos.
El primero de ellos es que las dos amigas salieron al domicilio del joven para que Okarynska recogiera unas cosas que había dejado allí cuando aún eran pareja — encontraron el coche de Chamón aparcado frente a la vivienda—. El segundo, que Morate, sospechoso número uno, tenía antecedentes de un delito de secuestro que denunció otra antigua novia.
Poco después de las denuncias por desaparición, el día 11, un testigo encuentra a orillas del río Huécar dos cuerpos abandonados que pertenecían a dos jovenes, como acabarían confirmando las autoridades. Los cadáveres presentaban quemaduras y estaban impregnados de cal, lo que a todos luces parecía una muerte violenta. En paralelo a la desaparición de las dos amigas, las autoridades de los municipios de Palomera y Chillarón dictaron una orden internacional de búsqueda al considerar que el fugitivo podría haber huido a Italia para viajar desde allí a Colombia, donde tenía contactos que forjó cuando estuvo preso.
Un par de días después, la autopsia practicada al cuerpo de las dos jovenes confirmaba el "carácter violento" y de "origen homicida" de ambas muertes y, según el informe, se descartaba cualquier indicio de delito sexual. Los resultados preliminares sugerían que del Hoyo y Okarynska habían fallecido por asfixia. Al tiempo que se dan a conocer estos exámenes forenses, las autoridades de Rumanía anunciaban que Morate era detenido en Lugoj junto a otros dos hombres que se encontraban en la misma casa en la que fue encontrado. Tras pasar a disposición del Tribunal de Rumanía, el joven se considero "no culpable" de los hechos, pero ingresó en prisión preventiva durante 15 días por orden del juez.
El lugar de la detención hizo despertar las alarmas de la Policía encargada del caso y comenzaron a trabajar con la hipótesis de que el acusado hubiera contado con la ayuda de un cómplice para salir de España y para trasladar los cuerpos hasta la poza — eran dos personas y él, pese a su musculatura, sufría un cáncer testicular que lo debilitaba —. Esta teoría los llevó hasta Istvan Horvath, un joven rumano con quien Morate compartió celda cuando cumplía condena por el secuestro y agresión a otra exnovia. Fue él quien aseguró a los investigadores que el principal sospechoso le confesó, cuando abandonó el país, que había asesinado a su expareja, Okarynska, y a su amiga. "No le creí (...) Siempre se hacía el machote delante de la gente", declaró entonces el exrecluso. Por este motivo, según él, no llamó a las autoridades.
La investigación continuaba con más avances hasta centrarse en el recorrido que hizo Morate desde Cuenca hasta la localidad de Lugoj. El viaje lo hizo en un magullado Seat Ibiza y salió de España por la frontera de Portbou (en Girona). En todo ese tiempo, el fugitivo se desprendió de sus tarjetas de crédito y no encendió el móvil en ningún momento para evitar ser localizado. Al menos así fue hasta que decidió hacer una llamada, haciéndole un flavo favor a las autoridades que finalmente pudieron localizarle en la localidad rumana y, por consiguiente, al domicilio en el que se escondía.
Solo unos días después de ser detenido, era extraditado a España — hay convenio entre ambos países —, en contra de los deseos del acusado, quien aseguraba que no quería volver a su país porque "temía por su vida". Una vez en manos de la Justicia española, el caso pasó por las manos del los juzgados de violencia de Género y la entonces delegada del Gobierno de dicho órgano, Blanca Hernández, se planteó pedir para él la prisión permanente revisable.
El 15 de septiembre de 2015, Morate pisaba suelo español, bien escoltado, y atravesó las puertas del Juzgado de Cuenca de madrugada, tratando de evitar a la opinión pública que, según él, ya lo había condenado. Sin embargo, no tuvo suerte y acabó topándose con los gritos de 'asesino' y miradas recriminatorias de una docena de personas que se personaron ante los juzgados para verle la cara al por entonces presunto homicida. A las 24 horas, el arrestado ya conocía los delitos que se le imputaban: dos asesinatos por los que ingresó en prisión provisional en la cárcel de Estremera, en Madrid. Las malas noticias continuaban para el sospechoso cuando se supo que sería juzgado por un jurado popular.
El 21 de octubre del mismo año, Morate se libraba por un rato de las rejas para volver a su domicilio de Cuenca para presenciar un registro de su ordenador por parte de las autoridades. Allí, a las puertas de la vivienda — y escena del crimen — le esperaba otro grupo de vecinos que entonaban la misma acusación: 'asesino'.
El juicio: dos mujeres víctimas, un solo crimen machista
Dos años después, el día había llegado. Sergio Morate se sentaba en el banquillo de los acusados en la Audiencia Provincial de Cuenca el 23 de octubre de 2017. Previa a esta vista, se dio a conocer la petición de la Fiscalía: 48 años de prisión por dos delitos de asesinato y el pago de una indemnización de 50.000 euros al marido de quien había sido su pareja, 200.000 euros para sus padres y 30.000 euros para su hermana; además de otros 200.000 euros para los padres de Laura y otros 30.000 para sus hermanos: en total, más de medio millón de euros.
Tras seis horas de deliberación ese mismo día, el jurado popular ya tenía su veredicto y Morate era declarado de forma unánime, culpable de los hechos. Pese a todo, la sentencia para el acusado no llegó hasta el 7 de noviembre cuando, entonces sí, el Tribunal lo condenó a 48 años de prisión por asesinar a Laura del Hoyo y Marina Okarynska. El fallo, que fue leído en audiencia pública, reconocía a Morate como autor del asesinato de Okarynska, por el que lo condenaba a la máxima pena permitida, 25 años, y de del Hoyo, por el que fue condenado a 23 años de prisión.
La diferencia entre ambas penas residía en que el crimen contra Marina fue tratado como violencia machista al apreciarse en los hechos juzgados la agravante de parentesco y género, puesto que ambos mantuvieron una relación sentimental en el pasado. Mientras que el crimen contra Laura, amiga de la expareja del condenado, no fue procesado como un delito de violencia de genero. En ambos casos, no obstante, el juez destacó la "brutalidad y perversidad" de Morate al cometer los asesinatos.
Además de la pena privativa de libertad, fue condenado a pagar una indemnización de 650.000 euros (120.000 euros para cada uno de los padres, 40.000 euros para las hermanas y 50.000 euros para el marido de Marina), así como a la prohibición de residir en Cuenca, acercarse a menos de 500 metros de los familiares de las víctimas o comunicarse con ellos durante un plazo de 10 años tras el cumplimiento de la pena, en el caso de Marina, y ocho en el de Laura, así como el mismo periodo de libertad vigilada.
Pero, ¿qué pasó el día del crimen? Según el jurado popular, Morate planeó acabar con la vida de Okarynska cuando este le comunicó sus deseos de romper la relación. Un plan que llevaría a cabo cuando su expareja se presentase en su domicilio para recoger unas cosas. Sin embargo, el condenado jamás pensó en que la joven aparecería con una amiga. Con todo, su objetivo no cambió, solo se duplicó. Cuando las dos amigas llegaron a su vivienda, el acusado asesinó a quien fue su novia por asfixia mecánica por estrangulación. Para evitar cabos sueltos, también acabó con la vida de su amiga y trasladó sus cuerpos en su coche para enterrarlos en cal en un paraje de Palomera (Cuenca).
Ante la sentencia de la Audiencia Provincial, la defensa del procesado no presentó recurso, por lo que la condena fue firme. Pese a todo, y aunque los familiares de las víctimas celebraron que "se hiciera justicia", lamentaron que "nunca" podrán pasar página.
"Has detenido a un famoso"
Cuando todo el país supo de la desaparición de Okarynska y del Hoyo y de que el exnovio de la primera era el principal sospechoso, la imagen de Morate ya era de sobra conocida por la opinión pública, esa a la que el fugitivo tanto temía. Sin embargo, para algunos testigos fue toda una sorpresa saber las acusaciones que se vertían sobre él, ya que, a sus ojos, ese joven al que tildaban de asesino era "encantador".
Pero esta no era una opinión muy extendida, ya que la otra parte del vecindario pensaba que Morate era un autentico monstruo; una palabra con la que fue descrito por su propia familia. Así lo reflejaron en un comunicado los Morate y los Garcés después de que aparecieran los cuerpos de las dos víctimas en el cual destacaron que "no hay excusa ni perdón" para la "atrocidad" que cometió. Pero el inicio de la carta, destinada a los medios de comunicación, era mucho más doloroso: "No sabemos qué diablo o terrible demencia se apoderó de ti". A estas palabras le seguían los deseos de sus familiares por que lo encerrasen pronto "indefinidamente" y que "tu mente perturbada se recupere para darte cuenta de que también te mataste tú".
Por aquel entonces, el crimen había sido tan sonado que hasta el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, también se pronunció sobre los asesinatos a ambas jóvenes durante una rueda de prensa, calificando lo sucedido como un "crimen execrable que merece la más dura de las condenas”. Precisamente era eso, la máxima condena, lo que reclamaba gente del entorno de Laura y que manifestó a través de una petición en Charge.org tratando de recabar firmas para hacérselas llegar al Ministerio de Justicia.
Es por ello que Morate, cuando supo que iban a extraditarle a España tras capturarlo en Rumanía, pidió que no lo hicieran porque, según él, la gente ya le había condenado. Y era cierto. Su llegada al país y su regreso a Cuenca, el lugar en el que había arrebatado la vida a dos inocentes, no fue bien acogida por el vecindario y por eso se alegró de que el día en el que tuvo que atravesar las puertas del juzgado estuviera lloviendo: "Así habrá menos gente esperándome para insultarme".
Así lo expresó a uno de los agentes con los que compartió un viaje de una hora en avión desde el país del este hasta la península y a quien también confesó que "la había liado" y que aquel 5 de agosto la aparición de Laura fue un "contratiempo" por el que estuvo a punto de cancelar su plan criminal. "Cuando Marina me dijo que venía con Laura, le dije que no subiera — continuó relatando el agente haciéndose eco de las declaraciones del detenido — Le dije que fuéramos a tomar café, pero ella quería acabar con la historia". El policía, cuyo testimonio coincidía con el del jefe de la Policía Judicial, se sorprendía de estar escoltando al hombre que días atrás había sido el más buscado por las autoridades: "Ya ves la que he liado, has detenido a un famoso".
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Sokoyamos Aldian y Vox presenta Sucesos en la Mancha, el asignato de Laura y Marina de Cuenca.
Dos amigas, Laura de Loyo y Marina Ocarizcaya, salían de su casa un 5 de agosto de 2015. Esa
fue la última vez que se las vio con vida. Después de denunciar su desaparición, los vecinos de
Cuenca se volcaron en su búsqueda, pero sus rostros no fueron los únicos que aparecían en
los carteles. Junto a ellas también aparecía la foto del exnovio de una de ellas, Sergio Morate.
El joven musculado y así dual gimnasio que tuvo los agentes de la Policía Nacional y la
Guardia Civil, la Interpol, siguiendo en la pista, sigue cumpliendo a día de hoy los 48 años de
condena por los asignatos de las dos amigas. El 5 de agosto de 2015, Laura de Loyo Chamón,
de 25 años, y Marina Ocarizcaya, de 26, desaparecen tras salir en dirección a la
casa del exnovio de esta última, Sergio Morate, en Cuenca. Además de perder la pista de las dos
amigas, ese mismo día tampoco tuvieron noticias del joven. Desde el principio, las sospechas se
centraron en él y los vecinos y familiares se volcaron en tratar de encontrarlas, aunque las
esperanzas de hallarlas con vida se iban venguando. Casi una semana después de que se viera por última
vez la opinión pública, ya tenían más datos sobre los tres desaparecidos. El primero de ellos es
que las dos amigas salieron al domicilio del joven para que Ocarizcaya recogiera una de unas cosas que
había dejado allí cuando no era pareja. Hay que recordar que encontraron el coche de Chamón aparcado
frente a la vivienda. El segundo, que Morate, sospechoso número uno, tenía antecedentes de un
delito de secuestro que denunció otra antigua novia. Poco después de las denuncias por desaparición,
el día 11, un testigo encuentra a orillos del río Huécar dos cuerpos abandonados que pertenecían
a dos jóvenes, como acabaría confirmando las autoridades. Los cadáveres presentaban quemaduras
y estaban impregnados de cal, con lo que a todas luces parecía una muerte violenta. En paralelo
a la desaparición de las dos amigas, las autoridades de los municipios de Promera y
Chillarón dictaron una orden internacional de búsqueda al considerar que el subjetivo podría
haber huido a Italia para viajar allí, a Colombia, donde tenía contactos que forjó cuando estuvo
preso. Un par de días después de la autopsia practicada al cuerpo de los dos jóvenes confirmaba
el carácter violento y de origen homicida de ambas muertes y según el informe se descartaba
cualquier indicio de delito sexual. Los resultados preliminares sugirieron que Deloyo y Óscar
Izcaya habían fallecido por asfixia. Al mismo tiempo que se dan a conocer estos exámenes
forenses, las autoridades de Rumanía anunciaban que Morate era detenido en Lujoz, población de
este país, junto a otros dos hombres que se encontraban en la misma casa en la que fue
encontrado. Tras pasar a disposición del tribunal de Rumanía, el joven se consideró no culpable
de los hechos pero ingresó en prisión preventiva durante 15 días por orden del juez. El lugar de
la detención hizo despertar las alarmas de la policía encargada del caso y comenzaron a trabajar
con la hipótesis de que el acusado hubiera contado con la ayuda de un cómplice para salir de España
y trasladar los cuerpos hasta La Poza. Eran dos jóvenes y él, pese a su musculatura, sufría un
cáncer testicular que lo debilitaba. Esta teoría lo llevó hasta Isban Horvath, un joven rumano con
quien Morate compartió celda cuando cumplía condena por el secuestro y agresión a otra exnovia.
Fue él quien aseguró a los investigadores que el principal sospechoso le confesó cuando abandonó
el país que había asesinado a su pareja Marina y a su amiga. No le creí, siempre se hacía el
machote delante de la gente, declaró entonces el ex recluso. Por ese motivo, según él, no llamó a
las autoridades. La investigación continuaba con más avances hasta centrarse en el recorrido que
hizo Morate desde Cuenca hasta la localidad de Lujog. El viaje lo hizo en un magullado
se activiza y salió de España por la frontera de Portbou en Girona. En todo ese tiempo el
fictivo se desprendió de sus tarjetas de crédito y no encendió el móvil en ningún momento para
evitar ser localizado. Al menos así fue hasta que decidió hacer una llamada haciéndole un flaco
favor a las autoridades que finalmente pudieron localizarle en la localidad rumana y por
consiguiente al domicilio en que se escondía. Sólo unos días después de ser detenido era
extraditado de España. Hay convenio entre ambos países. En contra de los deseos del acusado,
quien aseguraba que no quería volver a su país porque temía por su vida. Una vez en manos de
la justicia española, el caso pasó por las manos de los del juez de violencia de género y la del
entonces delegado del gobierno de dicho órgano, Blanca Hernández, que se planteó pedir para
él la revisión del caso.