Sus heridas nos han curado «El Corazón de Jesucristo y la fragilidad psicológica de nuestro tiempo

Bueno, yo entiendo que a mí me han pedido esta reflexión, entiendo, para centrar, para poner la pelota en medio de estas jornadas de psicología y de espiritualidad.

Yo os voy a decir que soy el primero que vengo con deseo de escuchar y aprender y perspectivas que puedan ayudarnos a ese encuentro entre la psicología y la espiritualidad.

Pero me parece que ya el hecho de que introduzcamos estas jornadas de psicología y espiritualidad con esta imagen del corazón de Jesucristo ya es toda una declaración de principios, ¿no? Sus heridas nos han curado el corazón de Jesucristo y la fragilidad psicológica de nuestro tiempo.

Creemos verdaderamente que el corazón de Jesucristo es revelador, revelador del don de madurez, de plenitud que Dios quiere darnos a cada uno de nosotros.

Bueno, ese versículo tan maravilloso, sus heridas nos han curado, sabéis que tiene dos lugares en la Escritura en los que está recogido.

Uno es Isaías 53.5, en ese cántico del siervo, allí se habla, ¿no? Sus cicatrices nos han curado.

Y también en Primera Pedro, capítulo II, 25, vuelve también a decirse, ¿no? Con sus heridas fuisteis curados, sus heridas nos han curado.

Bueno, creo que hay que decir que hay que partir de que la Iglesia siempre ha distinguido entre una redención objetiva y una redención subjetiva.

Jesucristo nos ha salvado en la cruz.

Él entregó su vida por la salvación del hombre.

Hemos sido salvados en Cristo.

Pero al mismo tiempo también la Sagrada Escritura dice que el que te ofrece, el que dio su vida por tu salvación, ahora te la ofrece para que tú la acojas.

La redención objetiva tiene que ser personalmente acogida.

Y la redención necesita la santificación posterior.

Si hemos sido redimidos, Cristo nos salvó en la cruz ya, pero está esperando a que acojamos personalmente.

La redención tiene que ser personalmente acogida.

Y la santificación es todo un proceso, todo un proceso de acogida personal, paulatina, durante toda nuestra vida, ¿no? De esa redención de Jesucristo para construir el hombre nuevo.

A mí me ayudó mucho.

Recuerdo que estuve, pues hace ya diez años, se hizo en Roma uno de los congresos mundiales de la Divina Misericordia y recuerdo que allí asistía una ponencia de un brasileño que era un escriturista y me iluminó mucho cómo él hizo un estudio sobre el concepto semántico, no tanto etimológico, sino semántico del término corazón en la Sagrada Escritura.

Y la tesis que él dio en su ponencia era que el término corazón es sinónimo, semánticamente, del término entrañas.

Por lo tanto, nada que ver con el concepto romántico del corazón.

El corazón, bíblicamente hablando, es sinónimo de las entrañas.

Es decir, Dios nos engendra.

El corazón de Cristo es las entrañas de Dios que nos da luz, que da luz al hombre nuevo.

Es una imagen potente donde las haya, ¿no? Por lo tanto, configurarse con el corazón de Jesús es restaurar, crecer, madurar, llegar a la plenitud que Dios quiere hacer en nosotros, ¿no? Y esto es lo que supone que hay un encuentro entre la psicología y la espiritualidad, porque, claro, esa tarea de santificación en la que nosotros acogemos la redención de Jesucristo, pues tiene que ir poco a poco impregnándolo todo, tiene que impregnarlo todo.

Y por eso, para que vaya empapándonos, impregnándonos, para que todo el hombre sea plenamente redimido, sus sentimientos, sus emociones, su forma de pensar, ¿no? Para que todo sea cristificado, para que todo sea redimido, pues supone que haya como un encuentro con la psicología, con la psiquiatría, que es clave, con una característica, ¿no? Que esto lo da, yo creo, esta perspectiva del corazón de Cristo.

¿Cuál es la característica propia de ese encuentro entre espiritualidad y psicología y psiquiatría? Bueno, pues yo creo que la característica cristiana es que es esa impregnación.