El susurrador en la oscuridad (3) H. P. Lovecraft - Audiolibro con voz humana real

EL SUSURRADOR EN LA OSCURIDAD Un relato de H.P.

Lovecraft CAPÍTULO 3 Hacia finales de junio llegó el disco del fonógrafo, enviado desde Brattleboro.

Jack Akeley no estaba dispuesto a confiar en las condiciones de la línea secundaria al norte de allí.

Había comenzado a sentir un creciente sentido de ser espiado, agravado por la pérdida de algunas de nuestras cartas.

Y habló mucho sobre las insidiosas acciones de ciertos hombres a los que consideraba herramientas y agentes de los seres ocultos.

Sobre todo sospechaba del osco granjero Walter Brown, que vivía solo en una deteriorada granja en una ladera cercana a los profundos bosques, y que a menudo era visto holgazaneando en las esquinas de Brattleboro, Bellows Falls, Newfane y South Londonderry de la forma más inexplicable y aparentemente sin motivo alguno.

Estaba convencido de que la voz de Brown era una de las que había escuchado en cierta ocasión.

En el curso de una conversación espantosa y en una oportunidad había encontrado una huella, o marca de garra, cerca de la casa de Brown, que podía tener la más ominosa de las significaciones.

Se hallaba curiosamente próxima a algunas huellas del propio Brown, huellas que estaban orientadas hacia ella.

Así que el disco fue enviado desde Brattleboro, a donde Akeley condujo en su coche Ford por los solitarios caminos rurales de Vermont.

Encontró en una nota adjunta que estaba empezando a temer esos caminos, y que ya no iba siquiera a Townshend por provisiones salvo en pleno día.

No valía la pena, repetía una y otra vez, saber demasiado a menos que uno estuviera muy lejos de aquellas colinas silenciosas y enigmáticas.

Pronto se marcharía a vivir con su hijo a California, aunque le resultaba difícil abandonar un lugar donde se concentraban todos sus recuerdos y sentimientos ancestrales.

Antes de probar el disco en la máquina comercial que pedí prestada al edificio de administración de la universidad, repasé cuidadosamente toda la información explicativa de las diversas cartas de Akeley.

Según él, el registro había sido obtenido hacia la una de la madrugada del 1 de mayo de 1915, cerca de la boca cerrada de una cueva, en la ladera occidental boscosa de Dark Mountain, que se alza desde el pantano de Lee.

El lugar siempre había estado inusualmente plagado de voces extrañas, y esa era la ocasión por la que había llevado fonógrafo, dectáfono y cilindro en previsión de obtener resultados.

Experiencias previas le habían enseñado que la víspera de mayo, la horrible noche del sábad de las leyendas esotéricas europeas, probablemente sería más fructífera que cualquier otra fecha, y no se sintió defraudado.

Sin embargo, era significativo que nunca más volviera a oír voces en aquel lugar concreto.

A diferencia de la mayoría de las voces de bosque escuchadas, el contenido del disco era casi ritual, e incluía una voz a todas luces humanas que Akeley nunca había logrado identificar.

No era la de Brown, sino la de un hombre de mayor cultura.

La segunda voz, sin embargo, era el verdadero núcleo del asunto, pues se trataba del maldito susurro que no tenía semejanza alguna con lo humano, a pesar de las palabras en correcto inglés y acento erudito que pronunciaba.

El fonógrafo y el dictáfono de grabación no habían funcionado de forma constante, y por supuesto, habían estado en gran desventaja debido a la naturaleza lejana y amortiguada del ritual escuchado.

De modo que el discurso registraba un error.