T1 E20 Los once muertos del Ángel Negro

Alguien dijo una vez, muy acertadamente, que la mente criminal no prescribe jamás.

Las manos blancas y pequeñas sostienen una biblia durante las noches de insomnio que Carlos Robledo pasa en la unidad penal número 26, perteneciente al servicio penitenciario bonaerense en Olmos. Desde allí sueña, hace más de 50 años, con cumplir sus sueños pendientes a la salida de la cárcel. El ángel negro quejumbroso dice que no conoce la calle. Solo vivió fuera de los muros que lo retienen hoy sus primeros 20 años. Y todo ha cambiado muchísimo. Quiere ver coches, dice.

El cielo, pero no desde el patio de la prisión. Meterse en el río, andar en bicicleta, oler lo que huelen los que están en libertad. Su terror es morir en la cárcel. ¿Pero qué pensaría Virginia Rodríguez, a la que sesgó la vida con tan solo 16 años? ¿Y Ana María Dinardo, que el último coche que vio en vida fue el Chevrolet blanco de Robledo? Sus muertos no pueden ver el cielo, ni meterse en el río, ni andar en bicicleta. Ellos murieron en manos de ese mismo sujeto que hoy sostiene la biblia.

Lo único que Robledo debería oler, todo lo que le reste de vida, es la cadaverina y la putrescina de sus 11 víctimas, el olor putrefacto de su psicopático cerebro. Esta es la historia de Carlos Robledo Puc, de ocupación, asesino en serie, criminal. Bienvenidos a Hilos del Crimen, mi nombre es Luce Guerrero y hoy voy a contar el escalofriante reguero de sangre que dejó el mayor asesino en serie de Argentina.

Un mítico, oscuro y macabro criminal que mataba por matar a sangre fría y con la más absoluta de las cobardías. ¿Tiramos del hilo? Borges, el barrio de los Olivos, es la localidad más importante y poblada del partido municipio Vicente López, situado en el primer cordón del Gran Buenos Aires, a unos 20 kilómetros del centro de la ciudad de Buenos Aires, con un censo de aproximadamente 75.600 habitantes repartidos en sus 8,51 kilómetros cuadrados de superficie.

Un lugar cerca del río de la Plata que reúne residencias elegantes y casas populares, con cierto poder en sus calles, tanto es así que en la Quinta de Olivos viven los presidentes de la Argentina, y allí vivía también una familia de clase media alta, los Puig. Los Puig eran una familia tradicional procedente de Salta, descendientes de Martín Miguel de Güemes, militar y político argentino, gobernador de Salta en 1815, y de Dionisio Puig, un famoso militar argentino, gobernador también de la provincia de Salta, un poquito después, en 1841.

Víctor Robledo Puig era un hombre puntilloso, obsesivo, delgado, moreno y de ojos rasgados que trabajaba en General Motors prácticamente todo el día, al que se le veía poco en casa, los sábados y domingos, cuando no trabajaba, los pasaba en el almacén El Basquito, que estaba a casa por medio de su domicilio, tomando algo con su amigo Roberto Caballero.

Su esposa, Josefaída Habendach, nació en Alemania, química y profesora de inglés, aunque nunca ejerció como tal, sino como ama de casa. Era una mujer tímida y callada, que llegó a Argentina desde Alemania con sus padres, Carlos Federico Habendach y María Josefa Sauter, escapando de la Segunda Guerra Mundial. Era una mujer extremadamente religiosa que sufría una psicosis maníaco-depresiva que la llevaría a varios intentos de suicidio.

Los dos primeros, antes de su matrimonio a los 28 años con Víctor Robledo. Aida,