Desde su vaquilla, tanto de locutor como de conductor de programas, como periodista y escritor,
va a brindar un taller que me parece muy importante y tiene que ver con la frase con la que inicie esta nota,
que tiene que ver con el refranero popular que es fuente de sabiduría,
aquellas sentencias de nuestras abuelas.
Eduardo Marés, maestro y amigo, ¿cómo estás, querido?
No, si ya me avergüenzo.
No, no, vergüenza es robar y matar a alguien para la casa.
Un placer, Julio, como siempre, hablar contigo.
Intento que hable un poco de este taller acá en el grupo que hemos formado
ya un tiempo con la gente que escribe y muy bien de acá de la región, Letras de Viento y Sal.
Bueno, hemos decidido que cada uno vaya presentando así temas
para que colaboren también en la forma de escribir o la utilización de determinados recursos
y creemos que vienen desde muy lejos, por supuesto.
Sentencias.
Y además constituyen la base de la sabiduría popular.
Indudablemente.
Yo tuve la dicha de disfrutar de dos abuelas, una española y otra salteña del tiempo inaugurada, ¿no?
Y donde recibí de ellas todas esas sentencias, todas esas acotaciones que denotan sabiduría,
que denotan una mirada muy interesante, que entiendo que lo que decís vos,
que como recurso literario pueden ser muy interesantes, ¿no?
Pensando en lo que son cosas muy interesantes, que yo me pasaba un poco de largo.
Sí, correcto.
Claro, exacto.
Y estaba...
No, pero a ver, Eduardo, vos sos un poco más grande que yo,
pero en nuestra época, Minga, que ibas a decir, yo esto no lo como.
Ni siquiera tenían que sacarse la chancleta con la mirada nomás.
Y no había otra cosa.
Tomar la sopa o no.
Exactamente.
Había que tomarla.