Tendido de Sol Hablemos de Toros de 9 de junio de 2025

¡Suscríbete al canal! Buenas noches, buenos días, buenas tardes, todo depende del momento en que nos estén escuchando. Les habla Enrique Martín y esto es Tendido de Sol. Hablemos de toros, el programa donde ya saben, huimos a toda velocidad de la perfección y a toda perfección de la velocidad y supuestamente, supuestamente hablamos de toros. Pues hala, que esto se acabó. Adiós al San Isidro 2025, pensado, mejor dicho, para contar grandes triunfos, grandes hitos de esta tauromaquia moderna. Que claro, si nos paramos a pensar en qué consiste esta tauromaquia moderna, mucho lo que se dice, mucho no hay que celebrar.

Se sustenta sobre unos cimientos tan endebles, han cambiado los cimientos sólidos del toro, encastado por un trampantojo de toro que parece un toro, muje como un toro, corre como un toro, pero no pelea como lo debería ser un toro. Ganaderías infumables para una torería incapaz, una torería que no puede ni con el toro picante, vamos, y picante es que también, que vamos, que por no poder no puede ni con el toro que ellos piden, el que le preparan casi envuelto como para regalo, con exiguas apariciones de la casta, mucha mansedumbre, mucha flojedad generalizada y mucho ganado cuidadosamente elegido para tal o cual figura o embrión de figura. Una torería plenamente incapaz, en la que los triunfadores, si es que lo fueron, fue a través de muchos juicios benévolos en los que se premiaba el correr, el no poder, y simplemente el estar y punto.

Iba a ser la feria de la épica de toreros que pasaron, pues eso, como pasa un pato por delante de una mercería. Se confirmó que la novillería está como para que los muchachos se preparen una oposición a la administración y bueno, y el gran fenómeno dejó un gran ¡oh! de asombro, porque no tenía nada que ofrecer, el más absoluto vacío. Y esos palcos generosos, sin rumbo, sin criterio alguno, o igual si tienen criterio, pero no el que nos gustaría, palcos que no podían resistirse al bocinglerío de las masas, quizá por eso de no provocar un altercado de orden público, madre mía, pero del aficionado y del prestigio de la plaza, de eso nada.

Un público de barraca de feria, cambiante a diario, insolente, maleducado, ignorante y gritón, amantes de los despojos, pero tan absurdos, tan absurdos, no sé si absurdos o ignorantes, no lo sé, o todo a la vez, que si a su ídolo no le daban una oreja, que con tanto clamor, con tanto berrido pedían, pues después no lo hacían salir ni a saludar. Vaya plaza, vaya plaza. Que empezó la feria con una tarde tan triunfal como vergonzosa la de... bueno, y terminó con otra, si contamos la beneficencia como San Isidro, pero bueno, que digo que terminó con otra todavía más vergonzosa aún, más vergonzosa si cabe, con un triunfalismo incalificable, inexplicable e insufrible.

Una plaza que ha aclamado por sistema los enganchones, los desarmes, el destoreo y que se han medido animales que sólo... estos de luces que sólo iban y venían en el último tercio. ¿Qué cosas? Sin importarles si salieron bufando del caballo, si apenas podían sujetarse en pie...

Bueno, un sin rombo que no parece que pueda enderezarse, al menos a corto y medio plazo, porque si nos quedaba la esperanza de que algunos de los que se califican exigentes pusieran algo de cordura, olvídense, olvídense, que estos están pendientes de que el amigo les vea romperse el reloj.