Tengamos una buena actitud al orar a Dios

Tengamos una buena actitud al orar a Dios.

Me limito solamente a cuatro versículos del capítulo 9 de Daniel.

Mi recomendación es que en un momento que usted tenga espacio, continúe la lectura y váyase hasta el capítulo 10, 9-10.

Quédese ahí en esos dos capítulos para poder reforzar la prédica de hoy, ya textual y literalmente como está expresado.

Pero demos lectura, capítulo 9, versículo 1 al 4.

En el año primero de Darío, hijo de Azuero, de la nación de los Medos, que vino a ser rey sobre el reino de los Caldeos, en el año primero de su reinado, yo, Daniel, miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová el profeta Jeremías, de que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en 70 años.

Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, silicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios, e hice confesión diciendo, ahora, Señor, Dios grande y digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos.

La oración de Daniel va en descenso, como le digo, en el capítulo 9 y se introduce en el capítulo, en el capítulo 10.

Creo que tenemos conciencia de la convocatoria que hiciéramos hace unos días en cuanto a que como iglesia nos envolviéramos en ayuno y oración.

En cuanto a la práctica no hemos nosotros hecho distinción o marcado el paso para cada uno, solamente hemos insistido en el valor de la oración, en el valor del ayuno, que de manera distante y solamente por la tarde, que festejo, hermanos.

Es el segundo año que venimos por la tarde a entregar el ayuno, a darle gracias al Señor.

Y ha sido de éxito, puedo decirlo así, porque antes lo hacíamos al mediodía, corriendito, a veces, verdad, las hermanas, los hermanos que salían un poco de su trabajo, la distancia, pero ha sido un ejercicio muy aceptable y quiero que nos demos un aplauso todos por eso.

Verdaderamente ha sido hermoso.

Resultados de los tiempos no corresponde al pastor determinarlos, sí corresponde al pastor tomar el lugar que le corresponde en representación de la congregación.

Hemos buscado y estamos haciendo nuestras disciplinas, nuestros espacios y aquellas peticiones de cada uno de nosotros, llevándolas a la presencia de Dios con la certeza y la seguridad de que Él oye la oración, Él escucha la oración.

En este contexto que yo les brindo, quiero conducirles por lo menos a cuatro aspectos.

El primero, esta es una de las grandes oraciones registradas en la Biblia y se compara con