Es muy humano ser tentado.

Nuestro paso por esta tierra tiene mucho de tiempo de prueba.

Todos los hombres han pasado por esta experiencia, así que no tiene nada de extraño que el mismo Jesús, que lo tenemos aquí, sufriera también tentaciones.

Porque es un hombre auténtico, semejante a nosotros, incluso más humano.

Además, el comportamiento de Jesús, ahora que empezamos la cuaresma, frente a las tentaciones nos enseña cómo debemos nosotros superarlas.

Necesitamos la ayuda de Dios, para eso estamos aquí.

La ayuda de Dios para que no entren en nuestro corazón las malas hierbas que intenta sembrar el diablo.

La auténtica oración, como la que ahora hacemos, es el mejor insecticida que Dios nos da para evitar que arraigue esa cizaña.

Como perfecto hombre, Jesús nos enseña a utilizar la oración mental, claro, y también el ayuno, oración del cuerpo, como protección contra nuestro enemigo.

Para vencer esas sugestiones del maligno, indudablemente hace falta un clima de oración y también de mortificación, de abstenerse, como quiere la Iglesia, de cosas lícitas, que no tienen nada de particular.

Si lo entendemos así, el ayuno, la oración del cuerpo, es otra manera de orar.

Elevamos nuestra alma, ahora lo hacemos al dirigirnos a Dios con nuestra mente, porque indudablemente somos seres espirituales, pero al ser hombres también podemos orar con nuestros sentidos. Ahora lo hacemos con la vista, con el oído, lo estamos haciendo.

Entendido de este modo, el ayuno de Jesús en la primera cuaresma de la historia y el nuestro en la última cuaresma, es también otra manera de orar.

Elevamos nuestra alma al dirigirnos a Dios con nuestra mente, porque somos seres espirituales, pero al ser hombres también podemos orar con el cuerpo, pero no podemos decir adiós, como diciéndole te ofrezco todo lo que tengo porque te quiero.

De esta forma nuestra oración se realiza con el alma y con el cuerpo, y es un momento privilegiado de unión con nuestro Padre Dios.

Por eso nuestro enemigo, que lo sabe, que acuda en estos momentos para estorbarnos, como lo hizo con Jesús.

A mí me sirve un texto que una mujer ha escrito sobre este asunto.

Es un tanto novelado, porque no sabemos cómo ocurrió exactamente.

Yo he estado en Tierra Santa hace unos días, y decía, bueno, allí podría estar el monte de las tentaciones.

Bueno, cualquiera sabe.

Cada uno se lo puede imaginar como quiera, pero a mí me sirve este relato porque me resulta verosímil.

Así que puede servirnos para centrar el asunto e imaginarnos la escena.

Dice así.

Jesús está muy delgado y pálido, con los codos apoyados en las rodillas.

Medita.

De vez en cuando levanta la mirada y la dirige a su alrededor y mira al sol.

De vez en cuando cierra los ojos.

Vemos a Jesús haciendo oración, tal y como nosotros podemos hacerla.

Y dice esta chica de forma novelada.

Veo aproximarse a Satanás.

Parece un beduino.