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By Cuadernos de Criminología Cuadernos de Criminología
Teorías criminológicas: Teoría de las ventanas rotas

Teorías criminológicas: Teoría de las ventanas rotas

4/5/2025 · 17:07
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En este episodio vamos a adentrarnos en la teoría de las ventanas rotas la cual, entre otras cosas, nos muestra cómo el cuidado del entorno urbano puede incidir en una reducción de la criminalidad.

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Hola, te doy la bienvenida a un nuevo capítulo del programa Cuadernos de Criminología, donde trato temas relacionados precisamente con la criminología.

Y en este episodio, concretamente, voy o vamos a explorar en profundidad una de las teorías criminológicas más conocidas y más influyentes de las últimas décadas.

Esta teoría es conocida como la teoría de las ventanas rotas y es una propuesta que ha marcado un antes y un después en el pensamiento criminológico y en las estrategias de gestión del orden urbano.

Durante el recorrido de este episodio vamos a abordar sus fundamentos teóricos, el contexto en el que surge, vamos a ver también algún caso práctico relevante, entre ellos el experimento que realizó Zimbardo con la colocación de automóviles en dos barrios de diferentes estatus socioeconómicos y también veremos las controversias y debates que puede generar esta teoría en la comunidad científica.

Esta teoría surge en la década de 1980 como una forma de explicar cómo señales de desorden y deterioro en el entorno urbano pueden propiciar la aparición de delitos más graves.

Propuesta inicialmente por los académicos James Wilson y George Kelling, esta teoría sostiene que el deterioro visible, como pueden ser ventanas rotas, pinturas graffiti, basura acumulada, transmite un mensaje de abandono y falta de control, invitando así a comportamientos antisociales y delictivos.

En otras palabras, cuando se ignoran las pequeñas infracciones, se puede abrir la puerta a un deterioro progresivo que puede culminar en crímenes de mayor envergadura.

Desde una perspectiva criminológica, esta teoría se inscribe en el marco de la teoría de la desorganización social.

Esta corriente más amplia sostiene que los barrios con altos índices de desorganización, donde se perciben esos signos de abandono, de deterioro, donde se carece de la cohesión social y de los mecanismos informales de control necesarios para prevenir la delincuencia, pues vamos a entender esos altos índices también de delincuencia.

En este sentido, la teoría de las ventanas rotas complementaría y ampliaría otros modelos explicativos y va a subrayar la importancia del entorno físico en la configuración del comportamiento criminal.

Uno de los conceptos clave de esta teoría es el desorden visible, es decir, que ese desorden visible actúa como catalizador para la aparición de delitos más graves.

Por ejemplo, una ventana que esté rota en un edificio, no está siendo además reparada, pues puede interpretarse como una señal de que nadie vigila este lugar.

Esto puede alentar a vándalos, delincuentes a cometer actos de mayor gravedad.

Así, el manejo adecuado de pequeñas infracciones se vuelve fundamental también para evitar una espiral de deterioro y criminalidad.

La aplicación de políticas de tolerancia cero basadas en la corrección inmediata de estos desórdenes fue adoptada en diversas ciudades, entre las que encontramos de forma especial la ciudad de Nueva York durante los años 90 como una estrategia para frenar la delincuencia.

Entre los estudios empíricos que han contribuido a evaluar la validez de la teoría de las ventanas rotas destaca el experimento épico emblemático realizado en Estados Unidos de la mano del pensador social Zimbardo.

En este estudio se colocó un automóvil idéntico en dos barrios distintos, uno de ellos de alto estatus socioeconómico y otro de menor posición social.

La hipótesis era sencilla.

En un barrio donde impera el orden y la vigilancia comunitaria, el vehículo estaría menos expuesto a actos de vandalismo y robo en contraste con un barrio donde los signos de desorden y deterioro son más evidentes.

En el barrio de alto estatus el automóvil permaneció intacto durante un periodo considerable, lo que se atribuyó a la fuerte cohesión social, la presencia de vecinos vigilantes y la eficacia de las instituciones locales para mantener el orden.

Por otro lado, en el barrio con menos recursos y mayor deterioro visible, el mismo automóvil sufrió actos de vandalismo en un tiempo significativamente menor.

Este experimento puso de manifiesto que el entorno físico y la percepción de control o abandono tienen un impacto directo en el comportamiento delictivo, validando en parte los postulados de la teoría de las ventanas rotas.

Este caso práctico no sólo evidencia la relación entre el desorden y la criminalidad, sino que también destaca la importancia de la inversión en el mantenimiento del orden.

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