La Tercera Hora 08x34

Damas y caballeros, amigos y amigas, esto es la tercera hora de Días Extraños. Bienvenidos.

Ser hombre nunca ha sido fácil. Y ahora menos. Vivimos en una época donde ser hombre y los conceptos asociados a la masculinidad están en constante revisión. ¿Por qué? Tradicionalmente ¿qué se esperaba de nosotros? ¿Ser fuertes? ¿Trabajar duro? ¿Proveer? ¿Liderar? ¿Mantener la compostura? Y oye, ¿son estos valores negativos? Pues no, en absoluto. De hecho, yo mismo intento atenerme a ellos en la medida de mis posibilidades.

El problema surge cuando creemos que sólo, sólo, podemos ser eso. 24 horas al día, 7 días a la semana, como si fuéramos máquinas programadas, sin derecho a la vulnerabilidad.

Y muchos hombres caen en la trampa de tapar sus heridas con posesiones materiales o con placeres inmediatos. Si consigo ese coche, seré feliz. Si logro ese ascenso, todo irá bien.

Pero ya sabéis cómo acaba la historia. El nuevo juguete pierde su brillo y volvemos al punto de partida. La verdadera felicidad no es un trofeo que se gana al final de una competición. Es un proceso. Es un camino que diseñamos, que seguimos, que actualizamos constantemente.

Y lo fascinante es que para cada hombre ese camino es único, es personal e intransferible.

Hay un autor que se llama David Brooks que tiene un concepto que me encanta, el concepto de la segunda montaña. Dice que después de escalar nuestra primera montaña, que son los logros materiales, los éxitos, nos espera una segunda, la más importante, la de la trascendencia, el propósito, el servicio a algo mayor que nosotros mismos.

Es cuando nos preguntamos si estamos satisfechos con la huella que estamos dejando en el mundo.

Así que la felicidad masculina no está en cumplir las expectativas ajenas, sino en tener el valor de perseguir lo que verdaderamente nos llena el alma.

Comenzamos nuestro viaje en la primavera de 1897, cuando los cielos de Michigan fueron testigos de uno de los fenómenos más desconcertantes y más fascinantes de la historia de los avistamientos aéreos inexplicables. Antes de que existieran los platillos volantes, antes de que el término ovni formara parte de nuestro vocabulario, y mucho antes de que el ser humano dominara realmente los cielos con aviones, miles de estadounidenses reportaron ver misteriosas aeronaves surcando los cielos nocturnos.

Lo que comenzó en California en el otoño de 1896, se extendió como una ola hacia el este, alcanzando Michigan en abril de 1897, donde todo culminó con el supuesto accidente aéreo que dejó restos dispersos en un campo cerca de Pavilion, Michigan. Lo extraordinario de este caso es que ocurrió ocho años antes de que los hermanos Wright realizaran su primer vuelo en el Kitty Hawk, estamos hablando de un