
Tres fragmentos de "Debajo de la mesa. Memorias", de Juan Abreu

Description of Tres fragmentos de "Debajo de la mesa. Memorias", de Juan Abreu
Juan Abreu ha escrito sus memorias, las de la infancia y la juventud, las que van desde las primeras imágenes que guarda en el recuerdo hasta la salida de Cuba por Mariel, aquella fuga masiva de la isla, que Castro convritió en un problema para los Estados Unidos y una razón más para perseguir a todo disidente y a sus familias. Todo con tal de no reconocer el fracaso de su gobierno. Las Memorias de Abreu son una celebración de la vida y de la libertad, de las mujeres y del humor, de la literatura. Y por tanto son incompatibles con el comunismo castrista, con la mugre socialista, con la dictadura, la delación, la miseria moral y la persecución del discrepante. Abreu escribe, siempre lo ha hecho, confiesa, para hacer feliz a su madre
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Saludos, bienvenidos a este podcast de FanFan. Hoy traemos un libro, se titula Debajo de la mesa, memorias, firmado por Juan Abreu, que es un escritor cubano nacido en los primeros años 50 en un barrio de La Habana llamado Poey, que hoy vive en Barcelona. Ya hemos comentado algún libro de Juan Abreu, uno titulado Héroes y política, muy divertido, lleno de humor. Entrevistamos aquí en este podcast a su autor, a Juan Abreu, y hoy, más que hablar de este libro, lo que vamos a hacer es leer tres fragmentos.
Es un libro ordenado a modo de estampas, de imágenes, capítulos muy breves, en el que se recorre la vida de Juan, sus recuerdos, sus memorias, desde que era un niño, las primeras imágenes que recuerda, hasta que sale de la isla por Mariel, en aquel éxodo masivo de cubanos que constituyó un fracaso rotundo del régimen castrista, pero que Castro utilizó primero para convertirlo en un problema para los Estados Unidos, enviando en aquella fuga masiva a muchos presos, delincuentes comunes y también enfermos mentales internados en los psiquiátricos de Cuba, y que luego además convirtió también en una forma de seguir dividiendo a los cubanos, porque se desató toda una ola de represión contra las familias de los disidentes que habían quedado en La Habana. Bien, el libro se titula Debajo de la Mesa y hay un capítulo, un capítulo breve, en el que evoca a su madre, que se titula así, Debajo de la Mesa.
Mi madre me busca desde hace un buen rato, como una loca, dice, y sonríe orgullosa.
Le produce un placer enorme encontrarme debajo de la mesa, parapetado detrás de un libro. ¿Que te vas a hacer daño en la vista? Ojos que chispean, falso enfado, la pastosidad del mantel de hule, la frescura de las baldosas, la empolvada claridad que se arrastra ronroneando. Después la escucho murmurar a Alba, su mejor amiga, la querida de mi tío. Lo busco y lo busco y allá está leyendo, este niño será alguien. Se pasa la vida leyendo y no perdiendo el tiempo como todos esos mataperros. No me refiero a tus hijos, claro. Y señala con un movimiento de cabeza la calle. Le canta a mi madre la voz.
Alba levanta la punta del mantel, me mira con sus lujuriosos grandes ojos verdes, mojados, indecentes, verdaderos focos de perversión, ojos maravillosos. Tenía 30 años y cada poro de su cuerpo rezumaba lujuria, alegría. ¿No es lo mismo? Y su risa explosiva y sus senos amenazantes y su melena rubia a lo Marilyn Monroe y su perenne coquetería y su limpieza y su olor a talco, a jugos inidentificables. Sonríe Alba con esa sonrisa que le caracteriza y que de ninguna manera podría definirse como una sonrisa apropiada para un niño de 10 años. Nunca he vuelto a ver una sonrisa como esa.
Pocos años después me masturbaba no pensando en sus gracias tetas o su culo generoso, sino en su sonrisa, su lasciva y deliciosamente sucia sonrisa.
Alba, la madre de mi amigo enemigo Jacobo. Dicen que poco antes de morir de cáncer, joven, rompió a cantar en el hospital con una voz que parecía la de un ángel, que las enfermeras lloraban y una extraña luz inundó los pasillos. A veces la recuerdo y escucho esa canción aunque no me llevaron al hospital y nunca la escuché de su boca y sé que no existen los ángeles ni las extrañas luces de un mundo mejor.
Recuerdo a Alba y escucho esa canción. Levanto la mirada del libro y contemplo el rostro iluminado de mi madre. Todo lo que he leído y escrito, lo he leído y escrito para ella, para que no estuviera equivocada al decir a su amiga, este niño será alguien. Estoy debajo de la mesa. Nunca he salido de allí.
Hay otro capítulo en el que evoca una de las vecinas de su barrio, un capítulo también muy significativo porque el libro, todo el libro de memorias está recorrido por una celebración de la vida, de la lujuria, de la felicidad, del placer y de la asuntuosidad.