El triple crimen de Degaña.

Es la madrugada del 23 de mayo de 2011, en Degaña, un pequeño concejo minero de Asturias situado en el límite con León.

A esa hora, las calles permanecen en silencio, las casas familiares descansan, y la calma nocturna apenas se ve interrumpida por la niebla que empieza a levantarse en las laderas.

Por una carretera secundaria avanza un coche.

En su interior viaja un hombre que conduce con gesto serio y mirada fija.

Se dirige a una vivienda, tiene un plan que romperá la paz de un hogar, una puerta destrozada, gritos en la oscuridad, y un pueblo entero despertado por el horror.

Esto es, Crímenes que marcaron España.

Hoy, el caso del triple crimen de Degaña.

Detrás de los hechos.

Conozcamos las personas clave de este relato.

José Manuel Álvarez Fernández.

José Manuel, nacido en 1969, tenía 42 años en 2011.

Era originario de Caboalles de Abajo, en León, una localidad marcada por la actividad minera, y había trabajado como minero durante buena parte de su vida.

Con el paso de los años, su carácter se volvió reservado y controlador.

Su personalidad obsesiva se intensificó después de su divorcio, situación que generó en él un rencor profundo hacia su exesposa, y que condicionaría buena parte de su comportamiento posterior.

Era un hombre meticuloso y hábil para manipular a su entorno, sin dejar rastros evidentes de sus acciones.

Evitaba los conflictos abiertos, pero su necesidad de mantener control absoluto sobre quienes lo rodeaban lo llevaba a aislar a familiares y conocidos.

En su vida cotidiana, esto se traducía en un comportamiento reservado, marcado por la distancia emocional, la vigilancia constante, y la intención de mantener el dominio sobre situaciones y personas.

Su combinación de carácter desafiante, obsesión y habilidades para manipularlo todo sin exponerse directamente, dibujaba el perfil de alguien capaz de actuar con precisión y frialdad cuando se sentía acorralado o traicionado.

Silvia Brugos.

Silvia, de 38 años, era la exesposa de José Manuel Álvarez Fernández.

Madre de dos hijos, de seis y diez años, había construido su vida enfrentando múltiples responsabilidades y desafíos.

Se destacaba por ser resiliente, trabajadora y activa, cualidades que le permitieron sobreponerse a las dificultades derivadas de su divorcio.

Tras esta etapa, encontró en la política una manera de implicarse en su comunidad y de dar un nuevo rumbo a su vida.

Participaba de forma constante en iniciativas locales y dedicaba tiempo a comprender y contribuir al funcionamiento del municipio, con el objetivo de aportar de manera efectiva al bienestar de los vecinos.

Su compromiso y su capacidad para organizarse y asumir responsabilidades la definían como una persona determinada y entregada a su entorno.

Jorge Marqués Bado.

Jorge, de 33 años en el momento del crimen, era la pareja de Silvia Brugos.

Natural de Ponferrada, trabajaba como profesor de educación física y ejercía como tutor de sexto de primaria en el Colegio Santa Bárbara de Matarrosa del Sil, en León.

Se caracterizaba por ser una persona tranquila, sensata y empática, con una paciencia destacable hacia sus alumnos y una capacidad natural para inspirar confianza.

Su carácter sereno y su dedicación a Silvia le ofrecían una estabilidad que no había experimentado en años, convirtiéndose en un pilar fundamental en su nueva etapa de vida.

Miguel Ángel Brugos.

Miguel Ángel, de 61 años, era el padre de Silvia.

Minero jubilado, se describía como un hombre reservado pero protector, con un fuerte sentido de responsabilidad hacia su familia.

Su carácter firme le permitía mediar en conflictos y ofrecer un refugio seguro a su hija y a sus nietos tras la separación.

Su presencia tranquila y constante era un apoyo sólido en el hogar, siempre dispuesto a respaldar a los suyos en momentos difíciles.

Roberto Brugos.

Roberto.