
Trump contra el establishment (III): 'Un David entre Goliats'

Description of Trump contra el establishment (III): 'Un David entre Goliats'
Tercer episodio de una serie de cuatro donde se cuenta cómo Trump se enfrentó y, contra todo pronóstico, derrotó al establishment en 2016.
En esta tercera entrega se narra las primarias del Partido Republicano en las que Trump se impuso, uno tras otro, al resto de sus rivales, incluido el favorito, Jeb Bush.
Episodio producido, escrito y narrado por Gonzalo Altozano.
Sonido: César García.
Diseño: Estudio OdZ.
Contacto: galtozanogf@gmail.com
Twitter: @GonzaloAltozano
iVoox, Apple, Spotify.
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Hola, soy Gonzalo Altozano, esto es La Mesa de la Cocina, el episodio que vais a escuchar se titula Un David entre Goliaths, y es la tercera entrega de una serie de cuatro sobre cómo Trump se enfrentó y derrotó al establishment en 2016. En el episodio anterior hablé de la influencia de Steve Bannon como estratega jefe de Donald Trump. Influencia nunca se sabrá si decisiva.
Antes de que Bannon dotara de sentido y propósito la campaña, Trump había sido capaz, en solitario de una hazaña no menor, tumbar uno tras otro a sus 16 rivales en las primarias del Partido Republicano. De todos ellos, el que partía con más ventaja y, por tanto, el hueso más duro de roer era Jeb Bush, hijo y hermano de sendos presidentes de los Estados Unidos. Además de pertenecer a uno de los grandes linajes políticos de la Norteamérica contemporánea, Jeb Bush acreditaba experiencia de gestión.
Era gobernador de Florida, uno de los estados clave en toda carrera presidencial. Por si no resultara suficiente capital, Jeb había logrado reunir 100 millones de dólares para la campaña, antes incluso del pistoletazo de salida. La cantidad era la mayor jamás reunida por un republicano al inicio de unas primarias, lo que situaba a Bush como el claro favorito, todo lo contrario que Trump.
Pero el presupuesto no lo fue todo. Si Bush invirtió 82 millones de dólares en anuncios publicitarios, Trump solo cinco. Y si el primero se gastó ocho millones en asesores, el segundo cinco veces menos. Trump se mostraba convencido de que para alcanzar la presidencia de los Estados Unidos no era necesario hipotecarse ni mostrarse distinto a como uno era ni acreditar un expediente de limpieza de sangre.
A lo largo de distintas campañas, él había donado a demócratas y republicanos de forma alterna, conforme a sus intereses del momento, cambiante circunstancia de la que se valió Jeb Bush para negarle su condición de republicano, esto es, de conservador. Su error, el de Bush, no fue considerar a Trump un intruso en el laberinto de los elegidos.
Su error, que pagaría caro, fue tomarlo a broma. A la pregunta de un periodista sobre las posibilidades de Trump para ser nominado en la convención republicana, Bush respondió con descendiente con una carcajada. No sería la última vez en la campaña que quien riera al último fuese Trump. Jeb nunca sentaría sus posaderas de niño mimado en el despacho VAL que habían ocupado su padre y su hermano. En lo que duró el proceso de primarias, Trump no le dio un respiro.
Enseguida detectó su punto débil, la falta de empuje, y ya no se dirigió a él por otro nombre que el de Low Energy Guy, el chico de la pila gastada. Se lo llamaba incluso cuando lo tenía delante, sobre todo cuando lo tenía delante. Trump no debatió con Bush. Le ridiculizó, le insultó, le acorraló, le vapuleó, hasta minarle la moral. Tanto que durante un mítin el segundo hijo de George Herbert Walker Bush hubo de pedir a sus seguidores que, por favor, le aplaudieran.
En febrero de 2016, a Jeb Bush no le quedó sino reconocer su derrota y retirarse.
Al menos, Jeb Bush no tuvo que comerse sus palabras. Quien sí lo hizo, y en sentido literal, fue Dana Milbank, periodista de The Washington Post, que en el otoño de 2015 publicó un texto titulado «O Trump pierde o yo me como esta columna». Se refería no a las elecciones, sino al corte previo, la Convención Nacional Republicana.
Siete meses después, contra todo pronóstico, Trump resultaría proclamado candidato y Milbank, al fin y al cabo hombre de palabra, se comería su columna, con la cual aderezó un menú degustación a base de ceviche de pescado con leche de tigre, chilaquiles en salsa verde, tacos de cordero y bistec ahumado, entre otros platos. Todo regado con una copa de vino blanco, de la marca Trump, por supuesto.
Poco a poco, Trump fue dejando de ser una pintoresca nota discordante para convertirse en un factor político de primera magnitud, a temer por los demócratas y, por curioso que resulte, por los republicanos. O, por ser precisos, por su élite, el Comité Nacional Republicano, el cual le negó su apoyo, a pesar de contar con el respaldo entusiasta de las bases.
Trece millones de republicanos votaron por Trump en la convención del partido de 2016, en Cleveland. Ningún candidato del Great Old Party había registrado una marca como esa.
No podía sino aceptarlo.
Comments of Trump contra el establishment (III): 'Un David entre Goliats'