¿Tu pareja nota que la quieres?

Hola amigos, aquí estamos nuevamente en la vida como es. Les habla José María Contreras.

Muchas veces la gente dice que es que el matrimonio es muy difícil o que es muy difícil la convivencia, etcétera, claro. Es muy difícil porque nosotros, entre otras cosas, la hacemos muy difícil con nuestros errores, con nuestra falta de perdón, con nuestro darle importancia a cosas que no tienen importancia. Yo he visto cómo han solucionado su problema gente que tenía teóricamente diferencias importantes y he visto cómo se han roto matrimonios en gente que no tenía nada, sino que le estaban dando muchísima importancia a la vida normal.

Es que la vida es así. Hay gente que viene muchas veces a verme con una preocupación, con una angustia, con un no sé cuánto y algunas veces pienso para mí adentro, pues si a mí me pasa lo mismo. Si es que esto es así. Lo que pasa es que hay que procurar vivirlo siempre. Es que parece que cuando uno se casa yo ya he llegado. Es decir, está uno manteniendo el tipo, digamos, durante el noviazgo y cuando uno se casa ya he llegado.

A partir de ahora lo que me da la gana y es precisamente al contrario. A partir de ahora yo tengo que pelear para mantener este amor que acaba de comenzar y para que este amor vaya creciendo continuamente. Que algunas veces hay que callarse. Algunas veces no debe uno decir esto.

Algunas veces hay que comerse la soberbia, el orgullo. Hoy como yo no me como la soberbia porque es que yo tengo mucho ego. Es que yo tengo mucho ego y te lo dicen orgulloso. Pues el tener mucho ego es tener mucha soberbia. Así es igual. Las personas que tienen mucho ego son personas que no se conocen a sí mismos.

Son personas que tienen mucha falta de conocimiento propio porque se cree que no tienen fallos, que no tienen miseria y te lo niegan todo porque no se conocen. Y desde fuera se está viendo la cantidad de fallos que tienen, pero ellos se creen que no los tienen y que son además dignos de pleitesía, de hacerle la pelota. Por eso un soberbio nunca pide perdón.

Es que yo me callo y ya cuando me callo mi mujer o mi marido sabe que es que ya estoy arrepentido de lo que hice porque si no no sé cuándo. Todo un rollo que me están metiendo para no pedir perdón. Así de claro. Con lo fácil o difícil que es decir perdón Pepito, perdón Pepita y se ha terminado todo el callarse y todo este rollo.

Pero es que esto de pedir perdón es que uno reconoce una culpa. Entonces cuando uno reconoce una culpa, hombre yo voy a ser culpable y la culpa la tiene él o ella. Hay dos faltas de amor que son como muy claras en una relación. La primera es quejarse del otro, de la otra. Eso es una falta de amor tremenda. Estar todo el día quejándose del otro, de la otra.

Y hay gente que son especialistas en esto. Es que fíjate lo que me ha hecho, es que no sé cuánto, porque muchas veces tienen que contar esto porque su zona de confort, su bienestar está en que los demás vean que es una víctima del matrimonio. Y ese sufrimiento a esa persona le da un cierto reconocimiento, le da un cierto placer, le da un cierto protagonismo. Eso es una falta de amor clara.

El quejarse siempre del otro, de la otra, claro. Y otra falta de amor es que la culpa siempre la tiene el otro. Entonces los problemas no se solucionan, porque ¿cómo se van a solucionar? Si la culpa la tiene el otro y yo al otro no lo puedo cambiar, pues entonces aquí no hay solución posible. ¿Tú qué tienes que hacer para cambiar? Esto no es fácil, porque indica que uno tiene conocimiento propio. Ya sabemos que en el oráculo de Edelfo, a la entrada había una inscripción que decía conocete a ti mismo, que es una de las cosas más difíciles que existe en la vida, conocerse.

Es decir, de verdad, de verdad, de verdad, de verdad, que la culpa la tiene el otro. Y entonces vas a hablar con el otro y ¿sabes lo que te dice el otro? Que la culpa la tienes tú. No tienes solución.

Y esto es muy frecuente.