Description of Un arte del olvido
¿Resulta sensato plantearse la posibilidad de un ‘arte del olvido’, de un conjunto de estrategias para olvidar? El psicólogo y filósofo francés Théodule-Armand Ribot, afirmó en 1881, en Las enfermedades de la memoria, que «el olvido, salvo en ciertos casos, no es una enfermedad de la memoria, sino la condición de su salud y vida».Funes el Memorioso, personaje de uno de los relatos de Jorge Luis Borges, que tenía la facultad –o la desgracia– de retener toda la información que captaba, se quejaba amargamente: «Mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras». Parecido era el problema de Salomon Shereshevesky, prodigioso mnemonista, que acudió al neuropsicólogo ruso Alexander Luria en busca de remedio al sufrimiento que le producía el no poder olvidar. Un principio esencial del aprendizaje es el borrado o desvanecimiento de la información irrelevante. Junto a la ‘mnemotecnia’ tendría su sitio la ‘letotecnia’, neologismo acuñado por Luria, derivado del mitológico río Leteo, el río del olvido.Umberto Eco, en una reunión informal, planteó con ingenio y humor la posibilidad de un ‘ars oblivionalis’, un ‘arte del olvido’, contrapunto al ‘ars memoriae’, practicado con éxito durante siglos. El especialista en semiótica llega a la conclusión que ya adelanta en el título del ensayo: ¿Un arte del olvido? Olvídala. Pero el olvido resulta necesario, y también el ‘arte del olvido’, porque el olvido puede ser, en lugar de enemigo, un excelente complemento, incluso una función esencial de la memoria.