Un pie en el río: sobre el cambio y los límites de la evolución Felipe Fernández-Armesto y Juan Pablo Fusi
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Con motivo de la presentación del libro “Un píe en el río. Sobre el cambio y los límites de la evolución”, del historiador Felipe Fernández-Armesto, la Fundación Rafael del Pino organizó el 23 de mayo de 2016 un diálogo entre el autor y Juan Pablo Fusi. El primero en intervenir fue Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, quien señaló que el título del libro procede de Heráclito, quien dijo que cada vez que ponemos un pie en un río, el río siempre es distinto porque el agua fluye. Con esta imagen el historiador clásico griego quiso expresar la idea de evolución. Fusi hizo una semblanza de la obra de Fernández-Armesto y de sus ideas, sobre todo del hombre y su relación con la naturaleza como tema fundamental de sus trabajos. En este sentido, destacó los cuatro aspectos fundamentales que lo caracterizan: una perspectiva no eurocéntrica, sino multicultural; el situar al intercambio cultural como motor del cambio histórico; el reconocimiento de la existencia de otros seres morales y culturales distintos al hombre y las preocupaciones filosóficas sobre por qué cambia el hombre. En el libro, dijo Fusi, el autor se pregunta por qué las culturas son distintas y cambian a lo largo de los siglos. Para explicarlo, Fusi citó dos frases del texto: “la historia no es una extensión de la biología”, es decir, no sucede por cambios biológicos o por la genética, y “la imaginación es el motor de la cultura”. La clave está en la cultura porque lo que define al hombre no es la capacidad de adaptación al medio o su evolución como especie, sino una enorme capacidad de anticipación porque le faltan muchas cosas para poder controlar la naturaleza. Por su parte, Felipe Fernández-Armesto, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Notre Dame (EEUU), indicó que el libro parte de dos puntos: lo que distingue al hombre de los simios es tener una gama amplia de culturas y el reconocimiento de que los chimpancés son animales culturales en el sentido de que tienen comportamientos aprendidos, además de los instintivos. La cultura humana, sin embargo, supera a la de cualquier grupo animal, por ejemplo, la cultura política. En el pasado, el macho alfa, tanto en los animales como en los hombres, dominaba y lideraba el grupo. Pero, a partir de ahí, el ser humano desarrolló nuevas culturas políticas mientras que los animales siguieron con la inicial. El origen de esa diferencia entre los animales y el hombre es la imaginación. Nuestra evolución es producto de ella porque vemos el mundo, lo imaginamos de otra forma y trabajamos para cambiarlo. Esa imaginación se compone de dos facultades. La primera es la memoria y la del ser humano es muy falaz, nos engaña porque adaptamos los recuerdos de lo que sucedió. Eso conduce a que tengamos una imaginación profunda y fértil, porque es una forma de ver lo que no está ahí. El otro ingrediente es la anticipación. Y la imaginación es el producto de la unión de esas dos facultades. Otra cosa que nos distingue de los chimpancés es que habitamos grupos relativamente grandes, y la memoria es un efecto del tamaño de nuestras sociedades, porque cuanto más grandes son, nuestra memoria más tiende a ser falaz, a adaptar los recuerdos.