Una Enseñanza Zen

Anoche caí en la cuenta de que hace más o menos 25 años que estoy viniendo aquí a transmitir esta práctica. 25 años. Algunos de ustedes aquí todavía no habían nacido. Por aquel entonces sólo existía Tallerojeda y había sasenes porádicamente, grupos que se armaban y se desarmaban en un abrir y cerrar de ojos. Muchas cosas pasaron en todos estos años.

La sanga fue creciendo, se fue consolidando, se abrieron nuevos lugares de práctica y como en todo crecimiento, como toda cosa que crece, cada tanto hay que hacer algún cambio, algún ajuste. Me viene a la mente ahora una anécdota del maestro de Shimaru cuando se inauguró la Yandronie. El sendo allá es enorme. La cantidad regular de personas era como mínimo 120, 150 personas que se sentaban junto a Sensei.

Hombres y mujeres se sentaban así como nosotros acá, en distintos lugares, pero entonces empezaron a aparecer miraditas, manitos, guiñadas de ojo, un pellizco, un empujón motivado por los celos y entonces en un momento Sensei se cansó, pegó cuatro gritos y dijo a partir de mañana las mujeres se sientan del lado izquierdo y los hombres se sientan de la derecha. Ese tipo de cosas son necesarias cuando la sanga crece. Hay que reacomodar, reestructurar y tal vez en este momento aquí estamos precisando un ajuste, un reacomodar algunas cosas, corregir algunas desviaciones.

Un sendo, un lugar de práctica es un espacio vacío. Ese espacio vacío está cuidado por una persona encargada bodhisattva o monje y ese dirigente tiene una gran responsabilidad. Ese espacio vacío, ese cuenco vacío debe permanecer siempre vacío, sin agregarle nada, sin pintarlo de colores bonitos para atraer a la gente, simplemente seguir la práctica de Sazen correctamente transmitida a través de siglos y siglos y siglos de maestro a discípulo, de maestro a discípulo y así.

Y el dirigente ha de quedarse ahí, en ese lugar, procurando mantenerlo limpio, ordenado, que se cumplan los horarios.