Una llamada. 47 segundos. El crimen de Aaron Muñoz

Jerena, Sevilla. Enero de 2025. Un miércoles cualquiera en un instituto de pueblo. El timbre marca la salida. Las aulas se vacían, los pasillos se llenan de voces adolescentes. Mochilas al hombro. Pasos apresurados hacia el autobús. Algunos se despiden, otros simplemente desaparecen entre el ruido. En una esquina discreta, tres figuras esperan en silencio. No hablan, no se mueven, solo observan.

Un chico camina desprevenido, ajeno a lo que está a punto de ocurrir. Un grito rompe la rutina. Treinta segundos bastan para que todo cambie. Para que la calma se convierta en caos. Para que un pueblo despierte a una realidad que no esperaba. Esto es, Crímenes que marcaron España. Uy, una llamada. Cuarenta y siete segundos. El crimen de Aaron Muñoz. Este caso está bajo secreto de Sumario. Los nombres completos de los implicados no son públicos.

Para facilitar la narración y el entendimiento, usaremos nombres ficticios, basados en las iniciales reales publicadas por medios como ABC Sevilla, Diario de Sevilla y Canal Sur. Estos nombres no son los verdaderos, pero respetan las iniciales y roles confirmados por la Guardia Civil. Ningún nombre completo usado aquí corresponde a una persona real. La víctima sí se identifica con su nombre real, Aaron Muñoz Centeno. Detrás de los hechos.

Conozcamos las personas clave de este relato. Aaron Muñoz Centeno. Aaron tenía diecisiete años. Había nacido en 2007 en Aznalcóllar, un pueblo minero situado a veinte minutos de Jerena. Cursaba segundo de bachillerato en el IES Jerena. No destacaba por sus notas, pero sí por su actitud. Era el tipo de alumno que se ganaba el respeto por cómo trataba a los demás. Era generoso y buen compañero, siempre dispuesto a ayudar a los demás.

En casa compartía habitación con su hermano David, de doce años, al que ayudaba con los deberes. Su madre trabajaba como dependienta en una tienda de alimentación y salía cada día a las seis de la mañana. Su padre era repartidor en una cooperativa agrícola. Llegaba tarde. A Aaron asumía las responsabilidades en casa mientras estaban ausentes.

Lucía. Lucía también tenía diecisiete años. Nacida en 2007, llevaba tres meses saliendo con Aaron. Compartían pupitre en varias asignatura. Era conocida por su carácter firme y por su forma directa de relacionarse. Defendía a sus amigos sin dudar. Si alguien la provocaba, respondía. En el instituto era habitual verla organizando planes durante el recreo. Nerea. Nerea tenía la misma edad. Y cursaba el mismo nivel. Había mantenido una relación breve con Aaron el año anterior. En ese momento salía con Alejandro, un chico mayor que ya no estudiaba en el instituto. Era una chica reservada, con un grupo cerrado de amigas con las que compartía todo.

Mensajes, audios, capturas de pantalla. Le afectaban los comentarios, las miradas, los gestos. Un detalle fuera de lugar podía alterarla durante días. Alejandro. Alejandro tenía 19 años. Nacido en 2004, vivía en Castillo de las Guardas, un pueblo cercano. Trabajaba a media jornada en un taller mecánico.

Había sido alumno del Instituto de Jerena. Tenía tatuajes en los brazos y un carácter impulsivo. Era conocido por reaccionar con fuerza si sentía que alguien atacaba a los suyos. No era ajeno a los conflictos. Había protagonizado incidentes menores en el pasado. Javier. Tenía 19 años y había nacido en 2005. Era el amigo de Alejandro.

Desempleado en ese momento. Se definía como alguien que no lideraba, pero que nunca se quedaba atrás. Tenía una tendencia marcada a la impulsividad. Actuaba sin medir riesgos, sin calcular consecuencias. Si alguien cercano necesitaba respaldo, él estaba ahí. Su forma de estar presente rozaba la inconsciencia, pero también la fidelidad absoluta. No cuestionaba, no dudaba. Respondía.