

Description of Una Sombra en el Museo
1º Premio de 3º Ciclo del certamen-concurso literario del AMPA Albahaca (CEIP Maestro José Fuentes). Autor: David Aragón Carranza, alumno de 5º B.
En el corazón de la bulliciosa Londres victoriana, un joven estudiante se encuentra perdido, no solo en el tiempo, sino en un misterio. Tras un giro inesperado de un experimento escolar, ha viajado desde su cómoda clase del siglo XXI hasta el vibrante mundo de 1890. Y no solo eso, ¡sino que ha aterrizado en la puerta de Baker Street 221B! Con el legendario Sherlock Holmes y su fiel compañero, el Dr. Watson, a punto de enfrentarse a su caso más enigmático, este joven, con su peculiar conocimiento del futuro y su perspectiva única, se convierte en un aliado insospechado. ¿Podrá este dúo del pasado y el futuro desentrañar el complejo rompecabezas antes de que sea demasiado tarde?
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Sherlock Holmes, una sombra en el museo. En una pequeña pero acogedora casa de Londres, Albert Willis descansaba en su cómodo sillón rojo. Albert solía ir al cine, pero el 23 de abril de 1990 cambió todo. Albert se despertó a las 6 y media, se duchó en 30 minutos, desayunó y se preparó para la gran inauguración llamada Las aventuras de Sherlock Holmes.
Si no conocéis a Sherlock, os informo que fue un libro escrito por Sir Arthur Conan Doyle, de casos imposibles resueltos por el detective más grande de todos los tiempos, Sherlock Holmes. ¿Por dónde íbamos? Albert llegó al cine, cogió su sitio y se preparó con su bolsa de palomitas. Justo cuando eran las 10, Albert empezó a marearse y le pareció ver una luz blanca intensa. Seguidamente oyó un ruido fuerte y se desmayó. Cuando se despertó, se encontró en la mitad de la acera de una calle ancha que terminaba en una gran plaza, Trafalgar Square, pensó. Pero lo que no podía ni imaginar era cómo había llegado hasta allí.
Se levantó y se fue caminando hasta la calle donde estaba su casa, que era el 321 de Wendell Street. Pero al llegar no había ninguna casa, sólo ponía en obras, cosa que no le cuadraba. Otra cosa que le extrañó es que la gente vistiese como la moda del siglo pasado, pero pensó que era una fiesta de disfraces.
Decepcionado, Albert empezó a dar vueltas por Londres. Media hora más tarde, ya cansado, le preguntó a un señor alto, de pelo castaño, con ojos negros avispados, nariz anglieña y con una gran chaqueta verde con pantalones marrones. —Señor, ¿me podría decir la hora y el día que estamos? El hombre respondió. —Son las once del 23 de abril.
—¿Pero de qué año? insistió Albert. —De 1890, por supuesto, contestó sorprendido el hombre. —¿Y la calle? volvió a insistir Albert.
El hombre señaló la placa que estaba en lo alto del principio de la calle, con el siguiente texto, Bucker Street. —Siento molestarle, es que me he perdido, respondió Albert. —Bueno, si me permite, le dejo quedarse en mi pequeña casa de alquiler, dijo Sherlock. —Vale, dice Albert, pero antes, ¿cómo se llama? preguntó Albert. —Bueno, pues yo me llamo Albert Willis, encantado de conocerle, dijo Albert estupefacto. Estaba enfrente del mismísimo Sherlock Holmes.
Mucho más tarde, tras una larga caminata, se pararon en el 221 de Bucker Street, y Sherlock abrió e invitó a pasar a su invitado. Después de cerrar la puerta, le dijo a su ama de llaves. —Señora Hudson, traemos a un invitado, advirtió Sherlock. —Encantado, gracias por la presentación, señor Sherlock, respondió ella. Sherlock le hizo de guía a Albert, y le presentó a su compañero de aventuras. —Albert, él es el doctor John Waxon.
—Waxon, él es Albert Willis, dijo Sherlock. —Encantado, dijo Albert, el placer es mío.
Respondió Waxon, mientras Sherlock se sentó en su sillón y ojeó el Times.
—Parece que tenemos un nuevo caso, dijo Sherlock nada más acabar de leer el periódico.
—¿Qué ha sucedido esta vez? preguntó Waxon. —Un robo corriente en el Museo de Historia Natural, pero tiene aspectos intrigantes, respondió Sherlock.
—¿Puedes explicarnos el caso? mostró interés Albert en ese nuevo caso.
—Claro, os diré los hechos reales de lo que pasó.
El 17 de abril hubo un robo por las 12.35 de la madrugada, en la sección de pájaros disecados del museo, y esto es lo que cuenta el guardia que estaba de turno.
Sherlock leyó en voz alta el texto del periódico.
—Yo estaba haciendo mi guardia cuando escuché un ruido, me dispuso a fatalme distinguiendo una silueta baja y obesa, con andar de chorpi, pero de repente la campana de aviso sonó.
Era una llamada del director, Avey, me avisaba de una reunión urgente, no podía faltar, así que me fui corriendo para no llegar tarde.
—Y eso es todo lo que cuenta, terminó Sherlock.
—Puede, pero todavía no hay sospechosos, mejor vamos a investigar, propuso Sherlock.
En el museo, Sherlock, Albert y Watson preguntaron a un guardia sobre qué habían robado.
El guardia respondió —Deja tu secreto, no puedo contaroslo.
—Soy detective privado Sherlock Holmes y vengo a resolver el caso, dijo Sherlock, no muy convencido de la respuesta del guardia.
—Vale, os lo cuento, han robado en los dos disecados un animal distinto.
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