V520 ☄ Halley: el astrónomo que trazó los cielos y los mares

Estamos en mitad del Atlántico Sur, a miles de kilómetros de cualquier continente.

Tenemos un pequeño peñasco verde.

La isla de Santa Elena es una isla remota, al principio solitaria, aunque lo crearía sería una especie de microcosmos de gente, de colonos, esclavos y soldados a la vez, pero a la vez era solitaria y era muy codiciada por los imperios.

Esto lo convirtieron en escala casi obligada de las rutas hacia Asia, hacia África, y allí desembarcó en 1676 un joven con 20 añitos, un tal Edmund Halley, no venía ni era comerciante ni a conquistar, no venía nada de eso, sino a observar las estrellas y luego a lo mejor los vientos, y encima de aquellas colinas tropicales levantaría un pequeño observatorio, desde ahí trazaría el mapa del cielo austral.

¿Pero quién era este Edmund Halley? Como yo no soy ningún científico, ni ningún científico apasionado, yo he llamado a Antonio para que nos cuente quién fue el que conocemos como el tío del cometa.

Hola Antonio, ¿qué tal? ¿Cómo estamos? Porque a Halley se le conoce por el cometa Halley, y luego todo lo demás, pues lo víamos, podía ser uno que pasaba por ahí, uno de los miles de tíos que estaban en los miles de telescopios y observatorios de Europa, y resulta que dice, mira, pues este lo voy a llamar Halley, y ya está, pero no es así, este tío tiene muchísima más importancia, ¿verdad? Pero lo curioso de todo esto es que este hombre, a ver, recordemos que hemos hecho una serie sobre científicos astrónomos, descubriendo el universo y tal, tanto en la Biblioteca de la Historia, como en Cita con Rama, como en Victoria Podcast, y siempre hemos hablado de grandes científicos, personas muy peculiares, muy famosas, algunos, por ejemplo, cuando empezamos a hablar de radiotelescopios, la gente flipaba, decía, no me suena de nada, y luego resulta que al final tienes microondas en tu casa, porque ese señor se levantó un día y dijo, ya sé lo que vamos a hacer hoy.

Esto siempre ha ido un poquito por ahí, y lo que pasa es que a mí me encantan esos personajes.

En la historia de la ciencia hay mucho, ¿cómo decirlo?, mucho Señor Lobo, mucho San Valentín, mucho Mr. Bean en la peli de Love Actually, es decir, gente que al final nadie se daba cuenta prácticamente de que estaban por ahí, pero son los que dicen la palabra adecuada en el momento exacto, son los que preguntan lo que toca, cuando toca, son los que le dan el empujoncito a la cosa para que el mecanismo siga funcionando, son el cemento que mantiene unidos los grandes ladrillos, son esas vegas que están ocultas por detrás de la fachada, son esas cosas que nadie ve, nadie te dice, oh, pues mira, me encanta que haya una piedra de clave en un arco gótico, nadie sabe lo que es una piedra de clave, ves las piedras y ya está, hay piedras, hay unas que sostienen a otras y luego lo mejor, lo que te parece menos importante es lo que ha permitido que todo lo demás funcione y es curioso porque esa pequeña ruedecita que mantiene el mecanismo, es ignorada la mayor parte de las veces y hace que todo llegue a donde tiene que llegar, esa mano oculta, esa mano que me hace la cuna, ese master of cupids que te encuentras por ahí a veces, muchas veces al final acaba reconocido, a mí me da mucha gracia porque en esta época particular de la que estamos hablando, finales del XVII, principios del XVIII, es extremadamente común que haya alguien al que le acaben recordando por cualquier tontería, cuando luego en realidad es más importante por otro montonazo de cosas de las que nadie recuerda porque no es trending topic hasta que unos años después alguien consigue realmente darle sentido, darle significado y entonces pues eso, esto es un poco así como que frustrante a veces, pero también fascinante en el sentido de que puedes coger y descubrir,