VAD07 LA PERIFERIA. La periferia Eva M. Álvarez Isidro

Hola. Hoy vamos a... vamos a hacer algo un poco diferente. Vamos a sumergirnos en el prólogo de una revista. Pero no una cualquiera. Es el del número 7 de BAD, Véredes Arquitectura y Divulgación, un número con un título muy sugerente, La Periferia.

Así es. Y el prólogo lo firma Eva M. Álvarez Isidro, que es arquitecta, investigadora y docente en la Politécnica de Valencia. Y detenerse en un prólogo, bueno, a veces parece un detalle menor, pero es muy revelador. ¿Ah, sí? ¿En qué sentido? Pues porque no es un mero trámite, ¿sabes? Suele ser toda una declaración de intenciones.

Fija el marco, el tono, nos da las claves de lectura para todo lo que viene después.

Claro, como la lente a través de la que nos invitan a mirar el resto. Y en este caso, la lente tiene un punto de partida que a mí me llamó mucho la atención. Arranca citando a Olga Tokarchuk, la premio Nobel, y su discurso sobre la ternura, una conexión con la arquitectura que, bueno, de entrada sorprende un poco, ¿no? Sí, es inesperada, pero yo creo que muy potente. A ver, Tokarchuk habla de la ternura no solo como afecto, sino como una forma de conocimiento.

Como un modo de mirar.

Exacto. Una forma de mirar el mundo que lo ve vivo, interconectado, cooperante, codependiente.

Es una llamada a fijarnos en los vínculos, en lo compartido. Y sobre todo, en aquello que se queda como en los márgenes, ¿sabes? Lo que no se clasifica fácil.

Entiendo. Una mirada más atenta a lo que une, quizá, más que a lo que separa o se impone. Pero, ¿cómo llevamos esta idea, que suena casi poética, a la arquitectura, que a veces la vemos tan técnica, tan formal? Pues ahí está la habilidad del pródogo, yo creo. Sugiere que esa mirada con ternura, esa búsqueda de lo interconectado y de lo que está en los bordes resuena mucho con los desafíos que tiene la arquitectura hoy. Propone que, igual que Tokarchuk busca nuevas formas de narrar lo complejo, pues la arquitectura también necesita ampliar su foco.

Y su lenguaje.

Interesante. O sea, como si la arquitectura necesitara adoptar esa ternura para entenderse mejor a sí misma.

Para ver su impacto real. El texto, de hecho, habla de desafíos concretos. ¿Cuáles serían? Pues identifica tres grandes retos, que además están conectados entre sí. El primero, comprender la amplitud real del ámbito de la arquitectura.

¿Qué quiere decir con eso? Pues ir más allá de la idea un poco reduccionista del arquitecto que sólo diseña edificios estrella, ¿no? Y reconocer la cantidad de tareas, de roles, que implica dar forma a nuestro entorno.

Claro, eso choca un poco con la imagen que a veces nos llega, la del arquitecto estrella, ¿verdad? Implica valorar otras funciones que son clave, pero menos visibles.

Exactamente. El segundo desafío es conocer la evolución y la transformación de la disciplina.

O sea, no verla como algo fijo, sino entender cómo ha cambiado, cómo se ha ido adaptando a distintos contextos históricos, geográficos, sociales. Y no sólo en las formas, sino también en los métodos, las herramientas, las prioridades… Y el tercero, que a mí me parece fundamental, es la necesidad de reelaborar la narrativa colectiva. Cambiar la historia que contamos sobre qué es la arquitectura, quién la hace, qué es lo importante. Construir un relato más inclusivo, más representativo del pasado, pero también del presente y del futuro.

Efectivamente. Y reelaborar esa narrativa implica preguntarse quién ha contado la historia hasta ahora. ¿Qué voces, qué prácticas, qué tipos de trabajo se han quedado fuera sistemáticamente? Totalmente. Piensa en cuántas historias de la arquitectura se centran casi sólo en hombres occidentales y en edificios, pues eso, monumentales.

Sí, sí, es verdad. El prólogo insiste mucho en esas tareas que quedan fuera del foco. Habla de lo pre- y postproyecto, de lo que ocurre en paralelo, de roles que no encajan bien en el molde del diseñador solitario.

Y ahí es donde entra de lleno el concepto de la periferia. El texto argumenta que mucho del trabajo esencial, el que de verdad configura nuestros espacios, ocurre en esos márgenes del discurso dominante. Son tareas que se consideran periféricas, pero su impacto es central en la vida de la gente. ¿Y qué tipo de tareas serían esas? Porque a veces cuesta imaginarlas más allá del proyecto de un edificio concreto.

Pues el prólogo da ejemplos muy claros. Piensa en el trabajo, muchas veces anónimo, que se hace desde la administración.

Ah, claro.

Calificar suelo, decidir qué se puede construir y qué no, redactar normativas de habitabilidad, que definen cómo serán nuestras casas por dentro. O planificar infraestructuras. Son decisiones con un impacto brutal y duradero.