Sin final feliz: quiropraxia, osteopatía y reflexología
Feb. 5th, 2016
¿A quién no le gusta un buen masaje? No sé a vosotros, pero a mi me hace uno mi pareja en el momento adecuado —o, lo que es aún mejor, en el inadecuado— y veo bastante difícil que la cosa acabe con la ropa puesta. Lo enormemente placentero de la práctica ha hecho que se desarrollen determinadas pseudoterapias usando masajes y manipulaciones del cuerpo. Las tres prácticas que voy a comentar en estas líneas están bastante relacionadas, y fueron contempladas dentro del mismo grupo en el informe sobre pseudoterapias elaborado por el ministerio español de sanidad hace unos años. De ahí que yo también las comente como un todo.
Tanto la osteopatía como la reflexología y la quiropráctica son bastante peligrosas y ninguna de ellas ha probado efectividad terapeutica para absolutamente ninguna dolencia. Se basan en principios mágicos ajenos a la racionalidad y a la evidencia, y explotan un antiguo estereotipo de nuestra sociedad: el del ‘huesero’ —especialmente la quiropráctica. Ese señor que iba por los pueblos y te ‘ponía las cosas en su sitio’ con un masaje y ruidos raros que uno no sabía muy bien de dónde salían. Sin embargo, pese a lo inocuo que parecen a primera vista, lo populares que son y lo socialmente aceptadas que están, la lista de afectados por estas prácticas es realmente ingente. Hay muchas personas que se han quedado en una silla de ruedas o han salido muy mal paradas después de ponerse en las manos de uno de estos curanderos. Curanderos que no suelen tener la formación suficiente para hacer este tipo de manipulaciones corporales en zonas muy delicadas, y que no son regulados por ningún código deontológico o institución sanitaria.
Nuestro amigo el fisioterapeuta
Estas tres prácticas usurpan el lugar del fisioterapeuta —y en menor medida, el del traumatólogo. La fisioterapia es una rama de la medicina que se encarga de realizar intervenciones terapéuticas mediante el ejercicio terapeutico o con masajes, cambios de temperatura, etc. Con ello, el ‘fisio’ te puede ayudar a recuperarte correctamente de una lesión, acelerar el proceso de curación, paliar el dolor, prevenir dolencias futuras y otras mil maravillas.
Los fisioterapia es una cosa muy seria. Se enseña en programas muy exigentes dentro de facultades universitarias, está incluida en el sistema sanitario público, los practicantes están regulados por colegios profesionales y se han de regir por un código deontológico muy exigente. Además, todas y cada una de las prácticas que aplica un fisio han de venir avaladas por evidencias científicas respecto a su eficacia. Evidencias que cuestan bastante dinero y esfuerzo, y que son obtenidas por investigadores muy rigurosos que, además, tienen su propio código deontológico. En definitiva, que los fisios son profesionales sanitarios como la copa de un pino, al mismo nivel que los enfermeros, los médicos o los psicólogos sanitarios.
¿Y los quiroprácticos, osteópatas y reflexólogos? Ellos no son profesionales sanitarios, ni están avalados por nadie, ni su nivel de conocimientos puede ser previsto. Los fisioterapeutas, médicos, la gente seria en general, no puede usar estas técnicas al no estár avaladas cientificamente. Llevarlas a cabo es violar su código deontológico y les puede acarrear serias consecuencias. Por ello, si algún médico te manda al reflexólogo: denúncialo ante su colegio. Todos estos curanderos, aunque se disfracen de gente seria, con bata y bien leída, están al mismo nivel que los acupuntores o los psicoanalistas. Vamos, que como profesionales sanitarios tienen la misma credibilidad que esa gente que oferta masajes por la playa y de paso te vende mecheros.
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La liga de la reflexología, la osteopatía y la quiropráctica.
¿Conoces a alguien con dos dedos de frente que se deje tocar la espalda en la playa por un señor que vende helados y camisetas falsas de Barça? Entonces, ¿por qué vas al osteópata? Si estás estresado acude a un masajista en algún centro confiable; si tienes algo acude al médico y, si procede, que te derive al fisio; y si no tienes nada quédate en casa y ponte la tele, una película o sal a ligar. Te recomiendo Gandía Shore, las de Los Vengadores y que seas educado pero directo: tus únicos enemigos sois tú mismo y la friendzone —y no juegues con los sentimientos de la gente, que está feo. Pero, por favor, no te expongas a que esta gentuza te deje mal parado con un mal movimiento o haciéndote evadir el tratamiento serio.
Las alocadas aventuras de los masajes pseudocientíficos
Ya he dicho que esta gente se aprovecha de un estereotipo cultural, pero, además, se aprovechan de que muchos dolores son episódicos: tal como vienen, se van. El dolor es algo complejo y su percepción varía mucho según bastantes variables. Es un mensajero: su función es avisarnos cuando algo va mal en el cuerpo. Si te quemas, estás en una mala postura o te rompes algo, el cuerpo, con la activación de los ‘nociceptores’, que están al lado de otros receptores que se encargan de percibir el calor o la presión, manda un mensaje al cerebro a través de tu médula espinal —dentro de tu columna vertebral— que dice “amigo, algo va mal, date cuenta y actúa porque tal como va la cosa no transmitimos nuestros genes ni de coña”. Evidentemente, el mensaje tiene mayor efecto si trae consigo una sensación profundamente desagradable que todos —con excepción de las masoquistas— atendemos con la máxima premura. Es tan adaptativo que la gente que nace sin poder sentir dolor suele tener una esperanza de vida muy corta y se hacen daño incluso durmiendo.
El dolor es una sensación altamente variable por varias razones. Primero que nada, porque se ve muy afectada por el efecto placebo. Este efecto, cuando tiene lugar por la liberación de opioides endógenos debido a alguna sensación agradable, afecta al tronco del encéfalo, que es donde se unen el cerebro y la médula que trae la desagradable buena nueva. Los opioides —que actúan de forma muy parecida al opio y la heroína— hacen que el tronco se convierta en una comuna hippie donde nadie está dispuesto a trabajar y a arrimar el hombro para llevar el mensaje a la parte del cerebro que regula la consciencia. El mensaje es llevado por la trabajadora médula desde la fuente del dolor, pero se encuentra al entrar al cerebro con un montón de funcionarios de la delegación de gobierno un viernes a las 18:00. El mensaje no llega del todo bien y la sensación de dolor disminuye. El efecto placebo no es ninguna broma: puede ser muy potente para los dolores y es importante tenerlo en cuenta en una terapia, pero no es una terapia en sí mismo. Lo será todo aquello por encima del placebo.
En segundo lugar, porque los caminos del dolor son misteriosos. El estudio científico del dolor es uno de los más complejos de la neurociencia, y, pese a todo el trabajo que se hace en los laboratorios, a veces simplemente se va sin decir adiós o en ocasiones nunca se termina de ir. Muchas veces la gente que acude al quiropráctico o al osteópata sienten que su dolor ha remitido. Esto puede pasar tanto por el efecto placebo como por una falacia de cum hoc ergo propter hoc, en la cual se atribuye al pseudoterapeuta haber ocasionado la desaparición del dolor. Pero sabemos a ciencia cierta que estas prácticas no tienen ningún efecto más allá del placebo.
Quiropráctica
En muchas culturas hay gente que se encarga de ‘ponerte los huesos en su sitio’. ¿Hace falta que vayamos a que nos acomoden los huesos? Depende. Si te sientes bien, no. Tienes todo en su sitio. Si te has caído y se te ha salido el brazo o tienes un dedo mirando a Cuenca: corre y que te lo pongan donde debe estar. La quiropraxia explota la idea de que si tienes una enfermedad es porque algo te falla en el sistema músculo-esquelético. Y cuando digo “una enfermedad” no me refiero sólo a dolores de cabeza o a tener un nosequé indeterminado; me refiero a problemas pediátricos, cáncer, depresión, enfermedad de Parkinson, inmunodepresión, etc. Vamos, que juegan fuerte. Es lo que suele pasar cuando una pseudoterapia no tiene rechazo social bien establecido y cada vez se van atreviendo a más.
La quiropráctica suele ser presentada como milenaria y muchas veces viene asociada a culturas asiáticas. Pero de eso nada. Tiene su origen en Iowa en el año 1895, de la mano de David Daniel Palmer. Este señor, se supone, le curó la sordera de otro señor acomodándole una vértebra —algo totalmente imposible anatómicamente. A raíz de esa historia delirante Mr. Palmer, verdulero de profesión, decidió que “el 95% de las enfermedades eran causadas por una subluxación lumbar”.
Te estarás preguntando, ¿y que coj**es es una subluxación? Es fácil de explicar: nada. No existen. Las subluxaciones no se corresponden con nada que sepamos de la columna o del sistema nervioso. Si vas al quiropráctico te va a examinar con cara seria y te va a decir que tienes una subluxación, pero se lo está inventado. No se puede tener una subluxación como no se puede tener un desequilibrio del ying y el yang o un recuerdo reprimido. Es la vieja técnica de inventarse enfermedades para pseudocurarlas. Palmer suponía que en la espalda estaba representado todo el cuerpo, y que ‘tratando’ una subluxación ahí te podía curar casi cualquier cosa que tengas. Igual que la reflexología y el vudú, tiene mucha magia representativa.
18. La cuna de judas
La Santa Inquisición: claro antecedente de la quiropráctica.
La quiropráctica consiste entonces en una serie de movimientos violentos en la columna y el cuello a fin de ‘curarte’ esa subluxación. Mientras más ruido hagan estos movimientos, mejor, porque más parece que te están haciendo algo que vale la pena. Todo esto duele considerablemente y es altamente peligroso. La quiropráctica, de hecho, es una de las pseudoterapias que más afectados deja a su paso. Un giro violento del cuello te puede dejar en una silla de ruedas, y manipular la columna sin saber lo que se hace puede hasta seccionarte la médula. Es muy peligroso y hay bastantes, muchísimos, casos documentados de muerte a causa directa de la quiropráctica. Por supuesto, su supuesta efectividad como terapia no ha sido nunca validada para ninguna dolencia, aunque algún estudio saca algo para lumbalgia sin estar del todo claro —hay la misma cantidad de evidencia, de hecho, a favor de que genera infartos cerebrales. Es todo tan poco científico que la quiropráctica fue entendida ya por su creador como una religión.
Osteopatía
La osteopatía se parece bastante a la quiropráctica, con la que comparte muchas cosas. Pero estos no están tan bien organizados, y con el pasar de los años, en lugar de optar por el camino de impostarse como ciencia de la quiropraxis, los osteópatas han derivado al misticismo más ridículo. En este caso El Iluminado es un tal Andrew Taylor y la fantochada esta nació también a finales del siglo XIX. Andrew cuenta una historia muy triste según la cual vio morir a sus allegados en la guerra civil estadounidense; razón por la cual decidió convertirse en un magufo y timar a la gente enferma cual vendedor de crecepelo —sí, yo tampoco he terminado de entender nunca la lógica interna de la historia.
Así que, como es habitual, se inventó toda esta parafernalia inspirándose para el título en la homeopatía. A diferencia de la quiropráctica, aquí en lugar de darte una buena paliza haciéndote crujir los huesos se hace hincapié en los músculos y el tejido blando —aunque te retuercen el pescuezo de todos modos. Dado que casi no tiene doctrina, la osteopatía ha ido incorporando todas las tonterías imaginables hasta convertirse en un auténtico mierdal de pseudociencia. Cosas cuánticas se entremezclan con memoria celular, se incorpora psicogenealogía, rebirthing, dietas de estas locas… han echado mano de casi todas las cosas absurdas que se te ocurran. ‘Osteópata’ es, básicamente, el término que usan los aspirantes a fisioterapeutas que no aprobaron la selectividad, se pegaron demasiados botellones en la facultad o creían que Enrique de Vicente es un tipo cool. No tienen ni idea de lo que hacen y, por lo general, su mercado está en el dolor, los trastornos psicológicos y los respiratorios. Todo con un buen montón de verborrea New Age.
Lo poco que queda de la ostepatía, además de ser un masaje raro y peligroso que te puede dejar bien jodido, es que los tejidos generan enfermedades —así en abstracto— y que hay que tratar a la gente como un ‘todo’. Esto los lleva a centrarse en los tejidos conjuntivos —aquellos que unen, por ejemplo, músculos o huesos— en base a estiramientos de todo tipo. Estirarse está muy bien, pero hacer un mal estiramiento te puede hacer mucho daño. Si bien es cierto que la osteopatía no deja tantos afectados como la quiropráctica, sí hay bastantes casos documentados de gente que ha quedado mal parada. Lo que es seguro es que te van a robar el dinero y que es un fraude respecto a su eficacia terapéutica.
Reflexología
Me he dejado esta para el final porque es la más inocua de las tres. Hay bastantes cursos de reflexología, incluso públicos, y en general se le presta poca atención. Aunque también encierra sus peligros debido a la evasión de tratamiento. Muy extendida entre perroflautas, estudiantes de filosofía frustrados y gente en paro tras reventar la burbuja inmobiliaria, su base doctrinal consiste en que en los pies —y a veces también en las manos o la nariz— estarían reflejadas todas las partes del cuerpo. ¿Te duele la cabeza? Te masajeo el dedo gordo. ¿Ya no te pone tu marido? Nada, eso se pasa con unos buenos pases por el talón. Y así es como le venden masajes en los pies a pobres incautos. Aunque, a veces, los reflexólogos quieren jugar en la Champions League y se centran en cosas graves.
Reflexología-podal
La idea del homúnculo podal es una aberración desde el punto de vista neuroanatómico —tanto como el feto invertido en las orejas de la auriculoterapia. El sistema nervioso autónomo es toda una compleja red nerviosa repartida por el cuerpo que intercambia mensajes con el cerebro. La arquitectica del sistema hace que todo acabe pasando por la médula espinal. Los nervios de los pies van a la base de la médula, donde suben por la espalda directos al cerebro. No existe una conexión directa entre estos y los ojos o las manos. La cosa se limita a subir y a bajar. A veces se dan casos de ‘dolor referido’, cuando, por ejemplo las vías de cierta parte de un brazo en cierto momento del camino al cerebro se entremezclan con las del pecho, haciendo que este confunda el mensaje —por esa razón nos duele el brazo cuando vamos a tener un infarto. Pero este tipo de fenómenos no justifican las locuras que afirma la reflexología. Aunque tampoco es una sorpresa que sean locuras, porque se las inventó de la nada hace unos cien años un señor llamado William Fitzgerald. Nuevamente, 0% de evidencias de que sea una terapia para algo.
En conclusión, mucho cuidado con esta gente porque con las cosas de la espalda y del cuello no se juega. Y si quieres un masaje: que te lo haga tu novio/a, que siempre es más divertido.
Por Angelo Fasce
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