Desde la tranquilidad de este lugar, aprovechando un espacio de silencio que no son tan frecuentes, me busco un rinconcito, la capilla de esta casa, aquí, en Santa Cruz de Tenerife, a una hora de la noche cuando ya casi todo el mundo descansa y reposa.
Yo también descanso desde este lugar para estar con vosotros sintiendo que la densidad de lo humano, la densidad de lo que vivimos en este momento se me concentra, en este momento, aquí en la capilla, en el pecho de dios, y en mi propio pecho, haciendo oración y haciendo alabanza y súplica a Dios por todo lo que me ronda y por las personas que han pasado que pasan y que pasarán por mi vida.
Acabo de venir hace poquito, hace cuatro días y al salir me llevé la impresión, la fuerte impresión honda de una bendición:
De unas manos morenas puestas sobre mi cabeza, de un musulmán amigo que me bendijo, que me dijo “que Dios te bendiga” y puso sus manos sobre mi cabeza emocionado, y yo, sobrecogido como un niño que se deja bendecir.
También recibí otras la bendición de una amiga que suele transformar su dolor en bendición y en súplica por los más desheredados y por los más pobres.
Puso sus manos en mi cabeza también, para invitarme a la misión y para acompañar mi paso unas madres defamilia con las que en estos años pasados me he reunido a orar y que son un grupo de mujeres valientes y no privadas de dificultades, que sin embargo siempre esforzándose y apoyándose unas a otras por mencionar algunas bendiciones que he recibido.
Junto a otras, sin tocarme físicamente, pero sí con la oración y el cariño, y la cercanía.
He venido dando el salto dejando una orilla y acogiendo otra orilla, y me encuentro aquí…
Comments