Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
En la carta del Apóstol San Pedro se nos menciona la humildad y sumisión, dones importantes para ser un verdadero hijo de Dios. La humildad, en efecto, derrota a la soberbia, es su contrariedad; pues, manteniéndose en humildad se mantiene la sobriedad y la vigilancia de nuestras actitudes y no caer en el pecado que nos aleja de Dios. Ya que la humildad consiste en el conocimiento de nuestras propias limitaciones y debilidades y obramos conociendo nuestras dolencias, es que no entramos en soberbia, porque el humilde de corazón, es sumiso y se rinde ante su realidad y ante Dios en Quien se abandona, porque sabe que Dios se interesa por nosotros. El Diablo también se interesa por nosotros, pero lo hace para devorarnos, pues, como dice La Escritura: «vuestro enemigo, el Diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar.» Y luego añade: «Resistidle firmes en la fe»… Es decir, que nosotros por fe sabemos que existe el Diablo, enemigo de Dios y nuestro también, y que con la fe lo resistimos ¿Cómo? Teniendo fe que la humildad lo derrotará.
Hermanos y hermanas: No confundamos la humildad con ser zonzo, taciturno y callado, porque la humildad no se contrapone con la verdad, y la verdad tampoco está reñida con el carácter, es decir, con el tono de voz enérgico; o sea, que la humildad tampoco tiene que estar reñida con decir la verdad con tono enérgico cuando se requiere, pues, muchos padres dejan que sus hijos se posen en sus cabezas, y hasta los dejen defecar en ellos, con el consentimiento, sonrisa zonza y mala crianza que hacen que los hijos crezcan como soberbios y orgullosos, como niños mimados que creen que todo se lo merecen. Por ello es necesario que el cristiano deba ser humilde pero con carácter para los momentos necesarios, porque si dejamos que hablen en contra de nuestra fe, o actúen en contra de la verdad, o si dejamos que otros hagan lo que no es correcto, porque nosotros hablamos con tono bajo, creyendo que somos humildes, porque el humilde no grita, estamos equivocados. Somos humildes pero enérgicos y exigentes cuando se va en contra de Dios, Su Madre, los seres que amamos, en contra del Sagrado Evangelio y nuestra amada Iglesia; así como todo aquello que se opone a la verdad y que nos daña. Todas estas son formas de resistir con fe al Demonio, porque no dejamos que él se salga con la suya, que es que yo peque de omisión y que mi hermano crea que está en la verdad cuando el Demonio lo está arrastrando.
No nos preocupemos por las desavenencias que tengamos en nuestros sufrimientos, porque Dios se preocupa por nosotros, Él Mismo dice: Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo… para que después no lleve a Su Reino de gloria. Y San Pedro nos alienta hoy diciéndonos que nos mantengamos en la gracia. Esta gracia bendita queridos hermanos y hermanas es la que nos regenera con Dios, porque Él nos regenera con Su gracia, dándonos un nuevo ser a nuestras almas que hemos degenerado, Dios nos mejora y nos destierra todas nuestras imperfecciones, por ello dice: os restablecerá, os afianzará, os robustecerá… dice hoy El Apóstol Pedro. Así, Dios hace que abandonemos nuestras malas conductas o hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada. ¿Con qué se logra todo esto que Dios nos promete? Con amor, para que teniéndola encontremos entre hermanos la paz.
«Más que el cielo has afianzado tu fidelidad»… Es la respuesta que añade el salmo de hoy, porque, en efecto, en lo alto, en donde habita Dios, en Su estancia, en el lugar donde solo Él puede estar, ahí sostuvo Su fidelidad; es decir, que la promesa de Dios la hizo Él dentro de Él, en Sí Mismo, porque viene de Él, y si nadie ni nada puede contener a Dios excepto Su Espíritu, es porque en Su Espíritu Santo es que nace toda promesa de Dios, ahí donde habita Dios, en su Espíritu, en Su Amor, ahí hizo su promesa, ahí sostuvo Su fidelidad: «Os restablecerá, os afianzará, os robustecerá»
Animados con esta promesa de Dios, podemos ser testigos de Él, pues, si Él nos ha dado Su promesa con asentimiento, El Espíritu de Dios estará en nosotros con asentimiento, pero esperando que nosotros actuemos para que se manifieste la verdad que Cristo y El Padre nos han prometido, que nos enviará El Paráclito para vivir conforme a lo que Dios nos ha enseñado, pues, viviendo así predicamos El Evangelio, además de proclamarlo de viva voz también. Proclamemos a Cristo, hablemos de Él sin temor, sin ningún tipo de vergüenzas, así nos lo pide Él: «Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación.»
En el nombre de Dios manifestemos que somos Sus hijos, y los demonios huirán de nosotros, de nuestras almas y de las almas de aquellos a quienes le prediquemos, pues, conociendo la verdad, y permaneciendo ellos en la verdad, el Demonio ya no estará en sus vidas, así se expulsan también los demonios en el nombre de Dios, así se harán todo tipo de prodigios y en todo enfermo del cuerpo y del alma «pondrán sus manos y sanarán.» Dice El Señor.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobre abundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Como siempre los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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