El lugar que se vive bien
Todos nos hemos preguntado alguna vez cuál es nuestro sitio en el mundo, cuál es el lugar que me gustaría vivir. Pues Sara tiene su teoría.
—Mamá, mamá, ¿cuándo vamos al lugar que se vive bien?
—Pero hija, ¿dónde está ese lugar?
—En la casa de la abuela.
—¿La casa de la abuela? ¿Por qué la casa de la abuela es el lugar que se vive bien?
Si han pensado que es el cuento de Heidi, no lo es; es algo real, es el diálogo entre Sara de tres años con su mamá que llega cansada y apurada a su casa para atender a sus hijitos pequeños, Sara, es la más pequeña.
—Pues sí mamá. Allí se puede saltar, correr, jugar, salir a la calle porque no pasan autos. Allí no hay conexión a internet, no hay para jugar a la “play”, apenas anda el celular.., así podemos jugar, cantar, movernos. En la casa de la abuela sí que se vive bien.
La mama no puede dejar de reír. —Dígame, ¿de dónde saca mi hija estas cosas?
—Pues de su espíritu, de su naturaleza. De que es niña tan pura y tan natural que ve la realidad tal cual es, no tal y como la vemos los mayores, que la miramos ya maquillada por tantas cosas que se nos han pegado: la educación, la cultura, los prejuicios, la familia…
Sara tiene razón, el ser humano está creado para relacionarse con la naturaleza, con las plantas, con el sol…, cuando vivimos en el asfalto, en el estruendoso ruido de autos, bocinazos, frenazos…, vivimos al ritmo de múltiples máquinas, televisores, ordenadores…, que son buenas pero que, si no estamos atentos tienden a ocupar el cien por cien de nuestra existencia.
Y al ser humano puro que se mueve en este ambiente, al margen de la naturaleza, le falta algo, o le sobra algo. Cuando lo encuentra, es el lugar en el que se vive bien.
Gumersindo Meiriño Fernández
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