Francisco Ignacio Taibo Mahojo (Gijón, Asturias, 11 de enero de 1949), mejor conocido como Paco Ignacio Taibo II es un escritor, periodista y activista sindical.
Es fundador de Para Leer en Libertad AC, proyecto cultural de fomento a la lectura y de divulgación de la historia de México. Conocido ante todo por sus novelas policiacas y por haber creado y dirigido hasta 20121 el festival literario de la Semana Negra de Gijón. Desde 2012 se desempeña como secretario de Arte y Cultura del Comité Ejecutivo Nacional del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Aunque nacido en Gijón, creció en México a partir de los 10 años: su padre, Paco Ignacio Taibo I, de gran tradición socialista, se exilió en ese país latinoamericano en 1959 después de huir de la dictadura franquista. Allí nacieron sus hermanos menores, el poeta Benito Taibo y el cineasta Carlos Taibo Mahojo.
Paco Taibo II comenzó a practicar la actividad política en sus tiempos de estudiante, y sería ella la que motivaría su renuncia, en julio de 2012, a la dirección la de Semana Negra de Gijón para integrarse en el equipo de López Obrador.
El detective Héctor Belascoarán Shayne es el protagonista de sus novelas policiacas. Su pasión por este género lo llevó a fundar en 1986 la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (AIEP) junto con el también mexicano Rafael Ramírez Heredia, los cubanos Rodolfo Pérez Valero y Alberto Molina, el uruguayo Daniel Chavarría, el ruso Iulián Semiónov y el checo Jiri Prochazka.
En 1988 creó el festival multicultural Semana Negra de Gijón, por el que han pasado miles de escritores de novelas policíacas, históricas, de fantasía y ciencia ficción. Como su nombre lo indica, se lleva a cabo en la ciudad natal del escritor.
Taibo II ha desarrollado muchas otras actividades, además de la de escritor. Ha enseñado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ha sido director de las series México, historia de un pueblo y Crónica general de México (1931-1986); del suplemento cultural de la revista Siempre! (1987-1988), y de las revistas Crimen y Castigo y Bronca.
Su obra literaria, distinguida con numerosos premios, no se limita al género policiaco; también ha escrito novelas históricas, cuentos, cómics, reportajes, ensayos y crónicas. Ha publicado una cincuentena de títulos y algunos de sus textos han sido traducidos a diversos idiomas.
Está casado, desde 1971, con la activista cultural y fotógrafa Paloma Sáiz Tejero, con quien tiene una hija.
Durante el I Consejo Nacional del Movimiento Regeneración Nacional, celebrado en el Deportivo Plan Sexenal de la Ciudad de México, fue elegido secretario de Arte y Cultura del Comité Ejecutivo Nacional de MORENA para el periodo 2012-2015.
«Son tipos que parecen haberse comido a un ángel y que alimentan sus durezas de esta fibra mágica de la terquedad y la verticalidad. Personajes que no oscilan en medio de las tormentas, que no se reclinan. Personajes de gestos, que operan en el terreno donde se mandan mensajes reales, el terreno de los símbolos» De la efímera experiencia del sindicato de pintores mexicano creado en 1922 por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, a las reapropiaciones de Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso en su periplo mexicano; de la lucha contra la oligarquía española en Acapulco que dos vidas le costara a Juan Escudero, a la tenaz insistencia del último magonista; del «estilo Hölz» en la convulsa Alemania de 1918-1921, a las crónicas periodísticas de Larisa Reisner sobre la Revolución Rusa; de Raúl Díaz Argüelles capitán del ejército cubano rebelde que dejara su vida por la independencia de Angola, a Peng Pai y su particular persecución de la revolución agraria china. Paco Ignacio Taibo II nos enseña la lúcida defensa del oficio de historiador. Nos deja constancia de la memoria de las resistencias y las derrotas que nos llevarán, una y otra vez, a volver a intentarlo, con la certeza de quienes llevan un mundo nuevo en sus corazones.
Paco Ignacio Taibo II (1949) es un extraño ejemplo de simbiosis entre escritura y política. Hijo de una familia de socialistas asturianos, que acabó por emigrar a México para escapar de la dura postguerra española, el '68 americano fue su gran escuela. Hoy es conocido por su magistral capacidad narrativa plasmada en numerosas novelas policíacas, y en la célebre biografía Ernesto Guevara, también conocido como el Che (1998), publicada en veintiocho países. Director de la Semana Negra de Gijón, sus obras han sido seleccionadas entre los «Libros del año» por New York Times, Le Monde y Los Ángeles Times. Ha recibido en tres ocasiones el Premio Internacional Dashiell Hammet a la mejor novela policíaca.
Nota del autor
Resulta muy difícil lidiar con personajes como los de este libro sin tener que pasar por el profundo miedo de que la literatura pueda dañarlos, debilitarlos, reblandecerlos en el mito. Así, las historias han sido contadas con la timidez narrativa del historiador que de vez en cuando era sacudido un poco por la audacia apesadumbrada del escritor. Sobrará tiempo para arrepentirse.
La unidad entre los personajes reunidos está más allá de sus propuestas ideológicas, aunque todos ellos se encuentran en el amplio espacio de la izquierda y en el camino sin retorno de la revolución: Friedrich Adler fue un socialdemócrata que llegó al magnicidio por razones morales y Librado Rivera un anarco cuasi-gandhiano y sindicalista que creía en el poder de la palabra escrita y en las virtudes de la intransigencia; Larisa Reisner y Joffe fueron marxistas bolcheviques formados en la izquierda socialdemócrata de principio del siglo XX; Sebastián San Vicente, en cambio, fue un impenitente bakuninista, en las tradiciones del anarcosindicalismo más ortodoxo; Peng Pai fue un marxista chino (con lo que esto ya pueda tener de variante) y además un convencido agrarista; nunca he podido saber lo que fue Piero Malaboca, fuera de que se trataba de un internacionalista rojo y deslenguado; pero Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros fueron una especie de comunistas caseros, irreverentes marxistas a ratos, ortodoxos en otros y siempre revolucionarios pintores; Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso fueron anarquistas de acción con una fuerte vertiente obrerista y Juan R. Escudero un socialdemócrata firme creyente en el valor del voto y en las formas jurídicas, pero sobre todo en el valor de la moral y el ejemplo; Max Hölz fue un comunista revolucionario partidario de la acción directa, al que los comunistas llamaban anarquista y los anarquistas censuraban por bolchevique; Raúl Díaz Argüelles fue un guevarista en la plena tradición de la convulsión latinoamericana de los años sesenta. Ésta es, por tanto, una historia de historias más allá de las sectas.
Todos ellos buscaron la revolución y fueron al infierno varias veces para encontrarla. Al reunirse forman parte de la única izquierda que reconozco como precedente, aquélla que hace suyos todos los proyectos populares, todas las propuestas, todas las derrotas. Están reunidos en su terquedad, en su fidelidad al intento de transformar radicalmente el planeta, en su maravillosa terquedad.
Todos ellos han vivido una etapa de sombra tras su muerte o los epílogos a sus grandes etapas de lucha: la izquierda marxista borró su pasado anarquista en México, los muralistas se volvieron héroes culturales nacionales siempre con un pasado incómodo, Hölz fue un hombre de nadie, Díaz Argüelles un personaje secreto en una historia que no acaba de contarse, Adler un socialdemócrata heterodoxo, Peng Pai un estorbo a la hora de magnificar la biografía de Mao Zedong, Larisa una bolchevique censurada, etc. En este libro de guerra hay mucho trabajo contra el territorio de las sombras.
El libro se escribió a lo largo de quince años, de manera titubeante, sin tener claro qué historia se quería contar más allá de las historias que aquí se cuentan; queda excluida toda intención pedagógica, toda voluntad doctrinaria; a lo mas, la vocación de recolector de abuelos perdidos.
A lo largo de la escritura, políticamente me he distanciado y acercado con frecuencia a los personajes; alejado del jacobinismo del terror de Peng o del método para financiar la edición de enciclopedias asaltando oficinas de Durruti, acercado al electoralismo popular de las cañas de azúcar de Escudero, o a la narrativa de Larisa, pero, más allá de las distancias y proximidades temporales, he tratado de mantener las historias en su tiempo y a mí mismo como tímido heredero neutral.
No hay más homenaje que el recuerdo, no hay más culto real que la memoria crítica; no hay más amor que la complicidad en sus obsesiones. Todo es sueño, casi todo se vuelve pesadilla.
Paco Ignacio Taibo II
1983-1998
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