El destino de un grupo de prisioneros en el Effektenkammer (el Economato) ha permitido comprobar rápidamente que “el protector supremo”, Himmler, no era un “romántico de tomo y lomo“, obsesionado por los mitos antiguos y su amor a las viejas piedras; era más bien un materialista que tiene los pies bien fijos en el suelo; en Sachsenhausen, “su ciudad”, creó el depósito de todos los bienes de las víctimas que tuvieron la mala suerte de pasar por los campos de concentración.
El Effektenkammer no era más que una dependencia del Amtsgruppe D (servicio del grupo D), sección del departamento administrativo y económico: Wirtschaftsund Verwaltungshauptant, con sede en Berlín-Lichterfelde, mientras que el servicio del grupo D, al que se llamó Inspección de los campos, fue instalado en Sacbsenhausen. Con mucha frecuencia, los trabajos de administración de los bienes reunidos en Buchenwald, Auschwitz, Natzweiler y otros campos, tanto los del Reich como los de los territorios ocupados, son realizados por prisioneros, con tal de que estén bajo el control de las SS.
Entre los diferentes trabajos a realizar en el campo, a un grupo de prisioneros «políticos» le cupo en suerte ocuparse de los libros de contabilidad y archivos. Su misión consistía en organizar los estados de divisas, oro y joyas recuperadas» en todos los campos, todo lo cual se selecciona y almacena en Sachsenhausen: ¡millones de divisas, kilos y kilos de oro y brillantes!
La reacción de estos hombres ante este tesoro, después de su paso por el comando de la muerte fue como la de un pobre al que acaba de tocarle el premio gordo. Pero, puede uno preguntarse sorprendido, ¿cómo pueden las SS confiar la administración de su «propia» fortuna, un tesoro de tanta importancia, a una decena de prisioneros?
La respuesta se impone por sí misma: Las SS se sirven en todas partes de esclavos, pues la casta de los guerreros no dispone de efectivos para las oficinas. Por otra parte, las SS no corren riesgo alguno confiando a los detenidos puestos administrativos y los secretos inherentes a éstos, ya que tienen suma facilidad, llegado el momento, de suprimir a los encargados de tales gestiones. Ni la doctrina ni la ley escrita les prohíben hacerlo.
En el momento en que un deportado penetra en un campo de concentración es obligado a depositar su dinero y todos sus objetos de valor: sortijas, relojes, plumas estilográficas, monturas de gafas de oro, etc.
El prisionero encargado de la caja inscribe entonces en los registros los objetos entregados y el controlador SS guarda cada tarde, en las cajas fuertes, el botín reunido en el día y los libros de registro. Para guardar estos valiosos «depósitos» se ha acondicionado un cuarto, astutamente disimulado, en los jardines de la Kommandantur.
A los objetos confiscados a los detenidos del campo hay que añadir las joyas y los valores requisados a los infelices deportados en Ravensbrück, botín que se encarga de llevar a la tesorería de Sachsenhausen miembros de las SS femeninos.
También se anota en los registros de entradas los valores procedentes del campo de Ravensbrück. Millares de relojes, sortijas, pitilleras, polveras de oro, etc., vienen así a aumentar el tesoro de Himmler. Pero esto no es todo. Cada semana hay que realizar una tarea suplementaria que impone el crematorio: recoger y ordenar todos los útiles valiosos y prótesis dentarias, todo lo cual debe figurar en los libros bajo el concepto de Fundsache (objetos encontrados). Antes de su entrada en la cámara de gas o en el «matadero» del Genickstand, para la «bala en la nuca», los infortunados designados son sometidos a una visita médica.
El médico SS, tras examinar la boca de éstos, les marca una señal en la frente, con lo cual los ejecutores saben que el aparato dentario debe ser recuperado antes de la incineración. Los médicos SS se encargan, asimismo, del oro y de las prótesis dentarias extraídas a los prisioneros que, procedentes de otros campos, murieron antes de llegar a su destino. El oro «recuperado» por estos medios es transformado en lingotes en una fundición SS.
El río de los deportados discurre a través del campo dejando en el mismo sus valiosas arenas auríferas. En el imperio de Himmler las Californias son numerosas, y, lo mejor de todo, sin necesidad de que estos buscadores del siglo XX tengan que abalanzarse en tropel sobre sus orillas para buscar el apetecido metal.
Ahora los ríos desvían su curso y depositan sus pepitas de oro en las confluencias. El «chorro» de oro, accionado por esta bomba poderosa, la fuerza, no deja de correr: cuanto más numerosas son las columnas de deportados, mas oro chorrea en las fundiciones de Himmler. Jamás este grupo con suerte de prisioneros ha tenido la ocasión de contemplar tanta cantidad de objetos de valor y bajo formas tan diversas.
Falta vocabulario para inventariar tantas cosas: anillos, alianzas, sortijas, brazaletes, cadenas, pendientes, diamantes, tabaqueras, joyeros e infinidad de objetos salidos de las orfebrerías y joyerías de dos docenas de países. Por los cuños y nombres grabados, por el estilo y la técnica de ejecución, sabemos que estos cofres encierran joyas birmanas, indias, japonesas, chinas, rusas, turcas…, sin hablar de piezas únicas salidas de la plaza de Vendóme o de la rue de la Paix, solitarios tallados en Amsterdam y en Amberes, joyas antiguas procedentes de Viena, Praga, Budapest o de Varsovia, e infinidad de regalos enviados de América por los emigrantes a la familia que quedó en el viejo continente.
Para emitir un dictamen pericial de estos tesoros cuyos propietarios jamás se atrevían a reclamar nada, los servicios de Himmler llevaron hasta allí a un famoso joyero del Ruhr para que supervisara el trabajo. Para dar una idea de la importancia de este pillaje, antes de establecer las cifras de conjunto, contabilizadas por la ¿Inspección» y sobre las cuales hay los informes más precisos, daremos las que el grupo anotó directamente. De un total de 157 000 detenidos ingresados en Sachsenhausen, y de los 35 000 no matriculados, destinados directamente al crematorio, se han reunido: 54.000 sortijas y alianzas, 52.000 relojes, 22.000 plumas estilográficas de elevado valor, 5.200 gafas, 650 máquinas fotográficas y máquinas de escribir y alrededor de 14.000 joyas, estuches, pitilleras, encendedores Aparte de esto se llegaron a reunir, como fruto de las «recuperaciones», 1.000.000 de marcos, 58.000 dólares, 27.000 libras esterlinas, 1.600.000 francos franceses, 30.000 francos suizos, 180.000 zlotys, 1.200.000 rublos, 50.000 coronas noruegas, 22.000 coronas danesas, 140.000 florines, 320.000 liras y cientos de miles de marcos en monedas albanesa, griega, sueca, turca, rumana, yugoslava, búlgara, báltica, egipcia, belga, etc. Pero mas importante aún para las SS son, aparte las divisas fuertes, las cuarenta y seis mil piezas de oro entre luises, napoleones, dólares, coronas austriacas, francos suizos y florines y casi siete kilogramos de oro en barra que enriquecen este tesoro.
Valorando una alianza o una sortija en unos cincuenta marcos por término medio, un reloj en unos veinte marcos, una pluma estilográfica en diez y las joyas de oro en unos cien marcos, más las divisas y todo el dinero confiscados, resulta una cantidad que supera los cuarenta millones de marcos alemanes que, divididos entre los doscientos mil deportados (sólo se habla de los que pasaron por Sacbsenhausen), dan una cifra de doscientos marcos por persona. Pero, si contamos los vestidos, calzado, ropa interior y ciertos objetos de valor contenidos en sus maletas, entonces no será excesivo estimar la aportación de cada uno de estos desgraciados en unos quinientos marcos.
Así pues, en Sachsenhausen se recaudó la considerable cifra de 140.000.000 de marcos, sin contar otros ingresos suplementarios tales como el oro robado a los cadáveres, los brillantes y materias preciosas extraídas de sus vestidos y calzado y los cuantiosos beneficios resultantes de la explotación de la mano de obra.
El experto orfebre de Duisburg, Peter Winkels, miembro también de las SS, con el que algunos prisioneros trabajaban, visita con frecuencia la Inspección de los campos que controla el oro y las divisas procedentes de todos los centros.
Winkels es un gran especialista que a primera vista puede estimar en su justo valor un objeto o una piedra preciosa. A él acuden, desde hace treinta años, todos los magnates del Ruhr para que les valore pericialmente sus joyas y objetos valiosos.
En Sachsenhausen tiene a su cargo la comprobación de las fichas y la contabilidad de auténticos arsenales de recuperación. Winkels aporta todo el papeleo que esta tarea requiere; a menudo hay que hacer las comprobaciones con él. Las prendas de abrigo de los deportados son enviadas a Ravensbrück, donde el campo de mujeres dispone de grandes talleres de peletería. Una vez registrados y despojados de todo objeto de valor que pueda haber oculto en ellos, los abrigos, capas y prendas parecidas, se envían a Ravensbriick, donde el comando de las costureras los arregla.
Los abrigos de valor son entregados, una parte, a la Haumtamnt VOMI que dirige el general SS Werner Lorenz y distribuidos a las mujeres de los SS; otra parte es reservada a los Waffen-SS y sobre todo a las fuerzas estacionadas en Noruega y Finlandia, para reforzar sus capotes y gorros. El Reichsführer quiere así demostrar que él se preocupa de sus soldados, como la intendencia de la Wehrmacht lo hace con los suyos. La ropa interior y vestidos de buena calidad son reservados para Himmler y Loenz. Los desechos son enviados a los diferentes campos para que sean repartidos entre los detenidos…
Comentarios
Arrebatadas a los alemanes
nada mas que comentar,igual que el anterior
EXCELENTE PROGRAMA, muchas gracias