NdG #99 La Mina marina y Joaquín Bustamente 1898

NdG #99 La Mina marina y Joaquín Bustamente 1898

Audio no disponible. Inténtalo más tarde.
  • Descargar
  • Compartir
  • Me gusta
  • Más
Preparando para la descarga

Preparando audio para descarga.

Escucha patrocinada. El audio empezará en pocos segundos...

Escucha sin anuncios y sin esperas con iVoox Premium

Pruébalo Gratis

X

Descripción de NdG #99 La Mina marina y Joaquín Bustamente 1898

historia guerra mina bustamante


Este audio le gusta a: 133 usuarios

Comentarios

Imágen de usuario
Anónimo

Muy bueno, si te interesa ampliar consulta libro Bustamante y los inventores de la Marina

Imágen de usuario
edu

ok

Imágen de usuario
Juan Ramón González Córcoles

Muy ilustrativo y desconocido, como siempre genial

Imágen de usuario
Felix Lancho Crespo

Sergio cada día te superas. Muy interesante.

Imágen de usuario
Fran 84

Es la primera vez que escucho tu podcast. Gran descubrimiento. Un saludo de Francisco Javier. Gracias

Imágen de usuario
Fran 84

Felicidades por el programa. Muy bueno

Imágen de usuario
J. Félix

Emocionante, excelente y muy corto programa. Te acompaño unos versos que escribí para conmemorar tan tristes acontecimientos... ÚLTIMA NOCHE DE JULIO, CARIBEÑA NOCHE DE ESPAÑA (3 de julio, 1898). Si la luna me maldijera dejad que llore sus lágrimas, saladas aguas de Cuba, lejana luna de España. Luna que, por española, quiso y fue la más salada, brilló en la órbita del mundo, reflejando con su espejo toda la sangre de España. Hombres de tierras adentro, dejad abiertas las puertas, para que lleguen las brisas, brisas calientes, mojadas, sueños caribeños tristes de la última noche antes de la última batalla. ¿Qué pensarían los hombres? ¿De qué o de quién se acordaran? De su tierra y de sus gentes, o tal vez de una cubana; mujer, isleña, caliente, bronce de piel africana, sangre española en sus venas, crisol de una y mil razas. Galleguiños de la aldea, del Ferrol, de Pontevedra, de Vigo o de La Guardia, los cañaillas de Cádiz, de la Isla de León a la tacita de plata, cartageneros de plomo la Peñica os aguarda, y los demás marineros, ¡que los hubo de toda España! Vascos de carácter vasco, que es como decir de hierro, con cuerpos de recio acero, que a la flota le faltara. Catalanes, mallorquines, ibicencos, valencianos, alicantinos, todos hermanos de aguas. Toda la noche estuvo en vela, nadie se durmió en la Escuadra. Blanco uniforme valiente, y al cuello un peto de gala, tafetán negro anudado, y el latir de un corazón que del pecho se le escapa. Guantánamo, Siboney, las Guásimas, el Caney, El Viso y las Lomas de San Juan, Santiago en lontananza, los marineros en tierra son los soldados de España, auxilio de otros soldados que allí vendieron su alma, ante yanquis fanfarrones y mambises en celadas. Mas como en toda tragedia, y más si ésta es hispana, aún volvieron a la escuadra, fondeada en la bahía, puerto protegido y trampa. Entre El Morro y la Socapa, está anclada la Escuadra; ya levantan los vapores la presión de las calderas que le da la fuerza a las almas, de aquellos bellos cruceros, efímeras vidas de chapa. Ya salen negros los humos, por chimeneas doradas, y en el cielo nubarrones, despuntando la alborada, el último sol de España. Suena corneta de órdenes, de las entrañas del buque, hasta la cofa más alta, y todo el mundo está alerta, nadie al grito de ¡zafarrancho! Nadie lo necesitara. Los proyectiles cargados, los cierres, ¡malditos cierres! Que en la cara les saltaran, a los pobres artilleros, de una banda a otra banda. La cadena engancha el chigre, se iza y se cierra en su caja, Arenga del almirante, y la banda toca el Himno, y suena y resuena la Marcha. y en lo más alto del mástil, ondean orgullosas al viento, las últimas banderas de España. Las banderas de combate, muy ricamente bordadas, se hundirían con los buques, fondo en caribeñas aguas. Infanta María Teresa, Oquendo, Vizcaya, los cruceros del Nervión que no sirvieron de nada, Cristóbal Colón, genovés, el primero en llegar, cuatrocientos y seis años antes, y última bandera de España, hasta en tan infausta fecha, vivió tu nombre la afrenta, de salir desnudo y triste, sin cañones a la batalla. Sólo restan dos barquitos, Furor y Plutón y su hermano el Terror, que a San Juan se escapara; tan rápidos como nuevos fueron la última esperanza, carente de toda lógica, partidos en mil pedazos, fueron pasto de las armas, de aquella flota indolente yanquis hijos de mil razas. Otro día te comento y cuento, sufrido lector del alma, cada segundo de vida que le quedaba a la escuadra, desde que dobló aquel triste día, la laja del fondo marino entre El Morro y la Socapa.

Imágen de usuario
Alberto Boo

Otro triste episodio de lo que pudo ser, nuestra historia está repleta de ellos.

Imágen de usuario