QUINTA MEDITACIÓN
“LA PAZ Y EL PERDÓN QUE NOS OFRECE LA NAVIDAD”
Mientras el Hijo de Dios nacía en Belén, un poco más abajo, en Bet Sajour, los pastores recibían el anuncio de este suceso que cambiaría la historia para siempre, no sólo por haberla dividido en dos (antes y después de Cristo), sino porque a partir del lugar donde encontrarían a “un Niño recostado en un pesebre”, se prolongaría en el tiempo la historia de la salvación.
Lo primero que los ángeles pregonan del recién nacido es la Paz. ¿Y por qué?, porque “la paz es la que engendra los hijos de Dios, alimenta el amor y origina la unidad, es el descanso de los bienaventurados y la mansión de la eternidad. El fin propio de la paz y su fruto específico consiste en que se unan a Dios los que el mismo Señor separa del mundo” (San León Magno).
Los verdaderos hijos de Dios viven en paz y buscan la Paz: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (Mat 5,9).
Como hijos de Dios debemos “vivir en la Paz del Señor”, no debemos apartar nuestros ojos del cielo para quedarnos en la paz de la tierra, “ama cielo y serás cielo, ama tierra y serás tierra” (San Agustín); la discordia, las peleas, los rencores, los resentimientos, etc., son exactamente lo contrario a lo que Nuestro Señor mismo predicó con su ejemplo, y se oponen directamente a la paz que Él vino a traer a la tierra. Porque Jesucristo es Rey de paz, y uno de los más grandes medios de alcanzar y de brindar a otros la Paz es el Perdón.
La Navidad es una fecha especialísima tanto para ofrecer como para recibir el perdón, puesto que ese pequeño, frágil y como abandonado niño que sería traspasado después en la Cruz, por los mismos a quienes vino a salvar, ha dado el mayor y más hermoso ejemplo de perdón ya desde su propio nacimiento: los hombres no lo recibieron, no tuvo ni siquiera un lugar digno para nacer, era el rey de reyes y se posó en un frío y sucio establo; y, sin embargo, mandó a sus ángeles para que anunciaran a los hombres la gloria de Dios y la paz en la tierra para aquellos que quieran participar de su redención. Es como que, de antemano, ese Niño del pesebre, perdonó a los hombres, sabiendo que por ellos derramaría después en la cruz su divina sangre.
Que esta Navidad sea para nosotros también, la oportunidad de dar y recibir la paz y el perdón que nos ha venido a regalar el Niño de Belén, para compartir nosotros también con los demás.
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