La partidocracia en estado terminal

Estamos a mediados del mes de abril del año 2020 y seguimos inmersos en la pandemia del Coronavirus, que nos ha pillado con una coalición en el gobierno formada por Socialistas del PSOE y chavistas bolivarianos de PODEMOS. Un gobierno que costó muchos meses constituir y que nació con una tara congénita, ya que fue apoyado por separatistas condenados como Oriol Junqueras y su banda de ERC.

Cuando se acumulan los errores por parte de unos gobernantes torpes e inútiles que siguen cegados por su ansia de poder e infantilizados por una ideología colectivista, nosotros, la sociedad civil, no podemos perder el foco de la raíz del problema, más allá de la propaganda gubernamental que lo inunda todo vía subvenciones y licencias para sus amigotes y que nos dice que tenemos una sanidad ejemplar, antes unida como lo está el Servicio de Salud Británico NHS, y hoy dividida en 17 empresas distintas que no comparten entre sí recursos y que son incapaces de coordinarse. Es esta división de la sanidad como la de tantos otros servicios, la que nos han traído las infames Autonomías cuyo objetivo era contentar las ansias separatistas de las mafias vascas y catalanas, y cuyo resultado ha sido darle promoción y más alas a la traición, a la deslealtad y al odio a su propio país propagado por los mini Estados adoctrinadores en los que se han convertido las taifas autonómicas.

Estamos sin duda presenciando los estertores de un Régimen nacido del Pacto de la Transición, cuyo valor principal fue el consenso político para el reparto del Botín. En una España desarrollista muy pujante, que llegó a marcar el récord de crecimiento en el llamado Milagro Español, hoy día solo superado por China y Vietnam, en aquella España joven y trabajadora, ansiosa de salir de la pobreza y del atraso de siglos, cuando ya estábamos llamando a la puerta de Europa para entrar como iguales, se produjo la nefasta Transición que entronó un régimen de poder basado en el reparto de todas las riquezas acumuladas durante décadas de esfuerzo que entregó nuestras empresas a Francia y Alemania para ser homologados como iguales, para que nos perdonaran la vida los que aún nos miran por encima del hombro más allá de los Pirineos.

Este régimen se encuentra en estado de agotamiento permanente al haber repartido todas sus riquezas con las privatizaciones por un décimo de su valor, haber entregado a mafias locales la gestión de servicios básicos para el ciudadano y haber abandonado la política exterior. Al estar agotado, se limita a arrastrarse cada legislatura encontrando el encaje idóneo entre tantos intereses traidores, hasta que una crisis del tamaño de la actual pandemia nos muestra a las claras su incapacidad para seleccionar a las personas capaces de gestionar la nave de un Estado como el español que lleva décadas a la deriva, sirviendo de Escudero a las grandes potencias y de Vasallo que defiende gustoso los intereses de sus amos.

Estamos en un momento decisivo para la supervivencia de España como nación, ya que destruirla sería otro de los peajes que este Estado de Partidos pagaría gustoso para alargar más su decadencia y decrepitud. La sangre nueva de los partidos recién creados revitaliza este cadáver de Régimen defendido tanto por la izquierda con Podemos como por la derecha con VOX, ambos parte del mismo Estado en contra de la Nación.

Es el momento, como decía, decisivo para que los ciudadanos que aman a su nación, los patriotas de toda condición, den un paso al frente para impedir la ruptura y desmembración de la tierra de sus padres, por la que tantos españoles murieron en defensa de su integridad e independencia. La sociedad civil necesita criterios que nazcan de ella y formulen alternativas al poder del Estado de Partidos que monopoliza desde la Transición la acción política. Y en esta hora decisiva para la Sociedad Civil, tenemos muchas asociaciones como Demos preparando la acción que nos lleve a un cambio para romper con la ciénaga de corrupción en la que tristemente se ha convertido nuestra patria.