Física cuántica, nuestra realidad.
La física moderna dice “tú si puedes”.
Durante décadas, los poderes de la mente han sido cuestiones asociadas al mundo “esotérico”, cosas de locos. La mayor parte de la gente desconoce que la mecánica cuántica, es decir, el modelo teórico y práctico dominante hoy día en el ámbito de la ciencia, ha demostrado la interrelación entre el pensamiento y la realidad. Que cuando creemos que podemos, en realidad, podemos. Sorprendentes experimentos en los laboratorios más adelantados del mundo corroboran esta creencia.
El estudio sobre el cerebro ha avanzado mucho en las últimas décadas mediante las “tomografías”. Conectando electrodos a este órgano, se determina donde se produce cada una de las actividades de la mente. La fórmula es bien sencilla: se mide la actividad eléctrica mientras se produce una actividad mental, ya sea racional, como emocional, espiritual o sentimental y así se sabe a qué área corresponde esa facultad.
Estos experimentos en neurología han comprobado algo aparentemente descabellado: cuando vemos un determinado objeto aparece actividad en ciertas partes de nuestro cerebro, pero cuando se exhorta al sujeto a que cierre los ojos y lo imagine, la actividad cerebral es ¡idéntica!
Entonces, si el cerebro refleja la misma actividad cuando “ve” que cuando “siente”, llega la gran pregunta: ¿cuál es la Realidad? “La solución es que el cerebro no hace diferencias entre lo que ve y lo que imagina porque las mismas redes neuronales están implicadas; para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente”, afirma el bioquímico y doctor en medicina quiropráctica, yoe Dispensa en el libro “¿y tú qué sabes?”.
En otras palabras, que fabricamos nuestra realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias, es decir, mediante nuestras emociones.
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La farmacia del cerebro.
En un pequeño órgano llamado hipotálamo se fabrican las respuestas emocionales. Allí, en nuestro cerebro, se encuentra la mayor farmacia que existe, donde se crean unas partículas llamadas “péptidos”, pequeñas secuencias de aminoácidos que, combinadas, crean las neurohormonas o neuropéptidos.
Ellas son las responsables de las emociones que sentimos diariamente. Según John jáyelin, profesor de física y director del Instituto para la ciencia, la tecnología y la política pública de la Universidad Majarìchi, dedicado al desarrollo de teorías del campo unificado cuántico: “hay química para la rabia, para la felicidad, para el sufrimiento, la envidia”
En el momento en que sentimos una determinada emoción, el hipotálamo descarga esos péptidos, liberándolos a través de la glándula pituitaria hasta la sangre, que conectará con las células que tienen esos receptores en el exterior.
El cerebro actúa como una tormenta que descarga los pensamientos a través de la fisura sináptica. Nadie ha visto nunca un pensamiento, ni siquiera en los más avanzados laboratorios, pero lo que sí se ve es la chispa eléctrica que provoca cada mentalismo, conectando las neuronas a través de las “fisuras sinápticas”.
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Cada célula tiene miles de receptores rodeando su superficie, como abriéndose a esas experiencias emocionales. Cándans Pert, poseedora de patentes sobre péptidos modificados y profesora en la universidad de medicina de yórgetawn, lo explica así: “Cada célula es un pequeño hogar de conciencia. Una entrada de un neuropéptido en una célula equivale a una descarga de bioquímicos que pueden llegar a modificar el núcleo de la célula”.
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Nuestro cerebro crea estos neuropéptidos y nuestras células son las que se acostumbran a “recibir” cada una de las emociones: ira, angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo… Al acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de pensamiento. A través de los millones de terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones. Así es como una persona asocia una determinada situación con una emoción: una mala experiencia en un ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el objeto “ascensor” se asocie al temor a quedarse encerrado.
Si no se interrúmpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese pensamiento-objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, conocida en el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”.
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Todos los hábitos y adicciones operan con la misma mecánica. Un miedo (a no dormir, a hablar en público, a enamorarse) puede hacer que recurramos a una pastilla, una droga o un tipo de pensamiento nocivo. El objetivo inconsciente es “engañar” a nuestras células con otra emoción diferente, generalmente, algo que nos excite, “distrayéndonos” del miedo. De esta manera, cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conectará, inevitablemente, con la “solución”, es decir, con la adicción. Detrás de cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión) hay pues un miedo insertado en la memoria celular.
La buena noticia es que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas que es el “pasaje a la liberación”. Porque, como ha demostrado el Instituto Tecnológico de Massachussets en sus investigaciones con lamas budistas en estado de meditación, nuestro cerebro está permanentemente rehaciéndose, incluso, en la ancianidad. Por ello, se puede desaprender y reaprender nuevas formas de vivir las emociones.
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Mente creadora.
Los experimentos en el campo de las partículas elementales han llevado a los científicos a reconocer que la mente es capaz de crear. En palabras de ámit Gosúani, profesor de física en la universidad de Oregón, el comportamiento de las micropartículas cambia dependiendo de lo que hace el observador: “cuando el observador mira, se comporta como una onda, cuando no lo hace, como una partícula”. Ello quiere decir que las expectativas del observador influyen en la Realidad de los laboratorios y cada uno de nosotros está compuestos de millones de átomos.
Traducido al ámbito de la vida diaria, esto nos llevaría a que nuestra Realidad es, hasta cierto punto, producto de nuestras propias expectativas.
Si una partícula (la mínima parte de materia que nos compone) puede comportarse como materia o como onda, Nosotros podemos hacer lo mismo.
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La realidad molecular.
Los sorprendentes experimentos del científico japonés Masáru Emoto con las moléculas de agua han abierto una increíble puerta a la posibilidad de que nuestra mente sea capaz de crear la Realidad. “Armado” de un potente microscopio electrónico con una diminuta cámara, Emoto fotografió las moléculas procedentes de aguas contaminadas y de manantial. Las metió en una cámara frigorífica para que se helaran y así, consiguió fotografiarlas.
Lo que encontró fue que las aguas puras creaban cristales de una belleza inconmensurable, mientras que las sucias, sólo provocaban caos. Más tarde, procedió a colocar palabras como “Amor” o “Te odio”, encontrando un efecto similar: el amor provocaba formas moleculares bellas mientras que el odio, generaba caos.
Por último, probó a colocar música relajante, música folk y música thrash metal, con el resultado del caos que se pudieron ver en las fotografías.
La explicación biológica a este fenómeno es que los átomos que componen las moléculas (en este caso, los dos pequeños de Hidrógeno y uno grande de Oxígeno) se pueden ordenar de diferentes maneras: armoniosa o caóticamente.
Si tenemos en cuenta que el 80% de nuestro cuerpo es agua, entenderemos cómo nuestras emociones, nuestras palabras y hasta la música que escuchamos, influyen en que nuestra realidad sea más o menos armoniosa. Nuestra forma interna está reaccionando a todos los estímulos exteriores, reorganizando los átomos de las moléculas.
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El valioso vacío atómico.
Aunque ya los filósofos griegos especularon con su existencia, el átomo es una realidad científica desde principios del siglo XX. La física atómica dio paso a la teoría de la relatividad y de ahí, a la física cuántica.
En las escuelas de todo el mundo se enseña hoy día que el átomo está compuesto de partículas de signo positivo (protones) y neutras (neutrones) en su núcleo y de signo negativo (electrones) girando a su alrededor. Su organización recuerda extraordinariamente a la del Universo, unos electrones (planetas) girando alrededor de un sol, o núcleo (protones y neutrones).
Lo que la mayoría desconocíamos es que la materia de la que se componen los átomos es prácticamente inexistente. En palabras de William Táiler, profesor emérito de ingeniería y ciencia de la materia en la universidad de Stanford, “la materia no es estática y predecible. Dentro de los átomos y moléculas, las partículas ocupan un lugar insignificante: el resto es vacío”.
En otras palabras, que el átomo no es una realidad terminada sino mucho más maleable de lo que pensábamos. El físico ámit Gosúani es rotundo: “jéinsenberg, el codescubridor de la mecánica cuántica, fue muy claro al respecto; los átomos no son cosas, son TENDENCIAS.
Así que, en lugar de pensar en átomos como cosas, tienes que pensar en posibilidades, posibilidades de la consciencia. La física cuántica solo calcula posibilidades, así que la pregunta viene rápidamente a nuestras mentes, ¿quién elige de entre esas posibilidades para que se produzca mi experiencia actual? La respuesta de la física cuántica es rotunda: La conciencia está envuelta, el observador no puede ser ignorado”.
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¿Qué realidad prefieres?.
El ya famoso experimento con la molécula de fulerano del doctor ánton Zéillinyer, en la Universidad de Viena, testificó que los átomos de la molécula de fulerano, (estructura atómica que tiene 60 átomos de cárbón) eran capaces de pasar por dos agujeros simultáneamente. Este experimento “de ciencia ficción” se realiza hoy día con normalidad en laboratorios de todo el mundo con partículas que han llegado a ser fotografiadas.
La realidad de la bilocación, es decir, que “algo” pueda estar en dos lugares al mismo tiempo, es algo ya de dominio público, al menos en el ámbito de la ciencia más innovadora. yèffrey Satinòver, ex presidente de la fundación yung de la universidad de járvard y autor de libros como “El cerebro cuántico” y “El ser vacío”, lo explica así: “ahora mismo, puedes ver en numerosos laboratorios de Estados Unidos, objetos suficientemente grandes para el ojo humano, que están en dos lugares al mismo tiempo, e incluso se les puede sacar fotografías. Yo creo que mucha gente pensará que los científicos nos hemos vuelto locos, pero la realidad es así, y es algo que todavía no podemos explicar”.
Quizás porque algunos piensen que la gente “de a pie” no va a comprender estos experimentos, los científicos todavía no han conseguido alertar a la población de las magníficas implicaciones que eso conlleva para nuestras vidas, aunque las teorías anexas sí forman parte ya del dominio de la ciencia divulgativa.
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Seguramente la teoría de los universos paralelos, origen de la de la “superposición cuántica”, es la que ha conseguido llegar mejor al gran público. Lo que viene a decir es que la Realidad es un número “n”, de ondas que conviven en el espacio-tiempo como posibilidades, hasta que UNA se convierte en Real: eso será lo que vivimos.
Somos nosotros quienes nos ocupamos, con nuestras elecciones y, sobre todo, con nuestros pensamientos (“yo sí puedo”, “yo no puedo”) de encerrarnos en una realidad limitada y negativa o en la consecución de aquellas cosas que soñamos.
En otras palabras, la física moderna nos dice que podemos alcanzar todo aquello que ansiamos (dentro de ese abanico de posibilidades-ondas, claro).
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En realidad, los descubrimientos de la física cuántica vienen siendo experimentados por seres humanos desde hace milenios, concretamente, en el ámbito de la espiritualidad. Según el investigador de los manuscritos del Mar Muerto, Greg Braden, la comunidad espiritual de los antiguos esenios, tenían una manera de orar muy diferente a la actual.
En su libro “El efecto Isaías: descodificando la perdida ciencia de al oración y la plegaria”, Braden asegura que su manera de rezar era muy diferente a la que los cristianos adoptarían. En lugar de pedir a Dios “algo”, los esenios visualizaban que aquello que pedían ya se había cumplido, una técnica calcada de la que hoy se utiliza en el deporte de alta competición, sin ir más lejos.
Seguramente, muchos han visto en los campeonatos de atletismo cómo los saltadores de altura o pértiga realizan ejercicios de simulación del salto: interiormente se visualizan a sí mismos, ni más ni menos que realizando la proeza. Esta técnica procede del ámbito de la psicología deportiva, que ha desarrollado técnicas a su vez recogidas del acervo de las filosofías orientales. La moderna Programación Neurolingüística, usada en el ámbito de la publicidad, las relaciones públicas y de la empresa en general, coincide en recurrir al tiempo presente y a la afirmación como vehículo para la consecución de los logros. La palabra sería un paso más adelante en la creación de la Realidad, por lo que tenemos que tener cuidado con aquello que decímos, pues de alguna manera, estamos atrayendo esa realidad.
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La búsqueda científica del ser vivo.
En las últimas décadas, los experimentos en el campo de la neurología han ido encaminados a encontrar donde reside la conciencia. Fred álan uólf, doctor en física por la universidad de UCLA, filósofo, conferenciante y escritor lo explica así en “¿Y tú qué sabes?” de la que ya existe la segunda parte: “Los científicos hemos tratado de encontrar al observador, de encontrar la respuesta a quién está al mando del cerebro: sí, hemos ido a cada uno de los escondrijos del cerebro a encontrar el observador y no lo hemos hallado; no hemos encontrado a nadie dentro del cerebro, nadie en las regiones corticales del cerebro pero todos tenemos esa sensacion de ser el observador”.
En palabras de este científico, las puertas para la existencia de la vida están abiertas de par en par: “Sabemos lo que el observador hace pero no sabemos quién o qué cosa es el observador”.
Hoy recuperadas por la física cuántica, muchas de estas afirmaciones eran conocidas en la Antigüedad, como en el caso del “Catecismo de la química superior”, de Karl fon Eckartsjáusen.
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Cuadro 1. Nuestro cerebro: un ordenador que procesa información.
A cada segundo, en una vida como la moderna llena de estímulos nos bombardean enormes cantidades de información. El cerebro solo procesa una mínima cantidad de ella: 400 mil millones de bits de información por segundo.
Los estudios científicos han demostrado que sólo somos conscientes de 2.000 mil de esos bits, referidos al medio ambiente, el tiempo y nuestro cuerpo. Así pues, lo que consideramos la Realidad, es decir, aquello que vivimos, es sólo una mínima parte de lo que en realidad está ocurriendo. ¿Cómo se filtra toda esa información?
A través de nuestras creencias: El modelo de lo que creemos acerca del mundo, se basa en lo que sentimos en nuestro interior y de nuestras ideas. Cada información que recibimos del exterior se procesa desde las experiencias que hemos tenido y nuestra respuesta emocional procede de estas memorias. Por eso, los malos recuerdos nos impulsan a caer en los mismos errores.
Cuadro 2. Cómo romper con esos malos hábitos del pensamiento.
El cerebro crea esas redes a partir de la memoria: ideas, sentimientos y emociones. Cada asociación de ideas o hechos, incuba un pensamiento o recuerdo en forma de conexión neuronal, que desemboca en recuerdos por medio de la memoria asociativa.
A una sensación o emoción similar, reaparecerá ese recuerdo en forma de idea o pensamiento. Hay gente que conecta “amor” con “decepción” o “engaño”, así que cuando vaya a sentir amor, la red neuronal conectará con la emoción correspondiente a cómo se sintió la última vez que lo sintió: ira, dolor, rabia, etc.
Según yoe Dispénsa “si practicamos una determinada respuesta emocional, esa conexión sináptica se refuerza y se refuerza. Cuando aprendemos a “observar” nuestras reacciones y no actuamos de manera automática, ese modelo se rompe”. Así pues, aprender a “ver” esas asociaciones es la mejor manera de evitar que se repitan: la llave es la consciencia.
Cuadro 3. La mecánica de la erección.
La mejor metáfora del pensamiento creador es el miembro masculino. Una sola fantasía sexual, es decir, un pensamiento erótico, es capaz de producir una erección, con toda la variedad de glándulas endocrinas y hormonas que participan en ello. Nada hay fuera de la mente del hombre pero, sin embargo, se produce un torbellino hormonal que desemboca en un hecho físico palpable. En el lado femenino, también el poder del pensamiento asociado al erotismo se convierte a menudo en hechos físicos, demostrando la capacidad del pensamiento para crear situaciones placenteras o adictivas.
Los más firmes defensores del poder de la visualización llegan a proponer que se puede obtener a través de ella casi todo lo que deseamos.
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El principio de incertidumbre y la dualidad onda-partícula en el experimento de las dos ranuras.
Ya vimos como el spin de las partículas y el comportamiento denominado efecto túnel, disipan la noción de que las partículas subatómicas son objetos comunes en el sentido que los entendemos en nuestra vida diaria. Veremos aquí nuevas pruebas al respecto.
Las partículas subatómicas, poseen una naturaleza similar a la de las ondas, lo cual significa que no es posible a veces hablar de ellas como si existieran en alguna localización única y precisa. Este hecho fue expuesto por jeisenberg, uno de los fundadores de la teoría cuántica, en su famoso principio de incertidumbre.
Este principio se ve mas claramente cuando se refiere específicamente a la idea de la trayectoria, es decir la combinación de la posición y la velocidad. jeisenberg señaló que mediante un procedimiento experimental se puede determinar la velocidad o el momento (en su acepción física) de la partícula, y mediante otro procedimiento, la posición; pero nunca simultáneamente ambas mediciones.
Como consecuencia de este principio, podemos saber por ejemplo que en cierto instante un electrón partió de una fuente, y podemos también saber que muy poco después incide en una placa fotográfica dejando una marca. Pero lo que nunca podemos saber es como llegó desde la fuente a la placa, por eso carece de sentido decir que la partícula siguió una trayectoria o recorrido hecho de puntos continuamente conectados entre sí en el espacio. El principio de incertidumbre no significa que no podamos medir la posición y la velocidad por no contar con instrumentos de una precisión adecuada, es decir no significa una incapacidad de medición externa; sino que es una cualidad intrínseca del mundo subatómico. Un electrón no tiene una posición y una velocidad definida y precisa en el mismo momento.
Si el electrón fuera consciente, no podría conocer en cada instante y simultáneamente donde está y hacia donde se dirige. Matemáticamente esto se expresa como D x.D p, igual a h partido por 2p; lo que significa que el error en la medición de la posición “x”, multiplicado por el error en la medición del momento “p”, siempre deberá ser mayor a una constante “h partido por 2p”, es decir que por mas que minimicemos uno de los errores, es decir seamos más precisos en dicha medición, necesariamente aumentaremos el error en la otra medición para mantener el valor del producto limitado a la inecuación anterior.
El hecho de que una partícula parezca poseer cierto grado de incertidumbre acerca del lugar donde se encuentra es solo parte del problema. La partícula parecería estar insegura de qué es ella misma (una crisis de identidad diría yo en el plano psicológico, salvo que las partículas no tienen psicología ¿o si?), porque en ciertas ocasiones presenta las características de una partícula y en otras las características de una onda.
Cómo explica la física cuántica esa aparente paradoja nos lleva a un debate que ha durado los últimos 300 años comenzando con Niúton y terminando en París con el experimento de álain áspect, algo del mismo vimos en el punto anterior. Agreguemos ahora algo más. En 1690 jiúgens propuso que la luz se transmite en ondas esféricas que se propagan a partir de una fuente luminosa.
Niúton rechazó la teoría ondulatoria y en 1704 propuso que la luz estaba compuesta por partículas diminutas. Un siglo después otro físico, Thomas Yaung, inclinó la balanza a favor de Huygens probando que la luz poseía ciertas propiedades que sólo era posible asociar con una onda.
Esto era así debido a que la luz en un famoso experimento conocido como el experimento de las dos ranuras, producía interferencia, y para los físicos, cuando dos fenómenos interfieren entre sí se dice que se propagan en el espacio como una onda. ¿Cómo fue esto?, Yaung colocó una pequeña fuente luminosa que proyectaba su luz a través de dos delgadas ranuras practicadas en un trozo de material opaco. Esta luz luego de pasar por las ranuras, se proyectaba en una pantalla. Yaung comprobó que en lugar de haber dos franjas de luz en la pantalla, como debería ocurrir si la luz fueran partículas que viajan en línea recta, había una serie de franjas brillantes y oscuras de diferentes intensidades. Su conclusión fue que este era un patrón de interferencia que solo se explica por el supuesto de que la luz que pasa por las ranuras tiene características ondulatorias. Esta versión se aceptó y duró otros cien años, hasta que aparecieron dos fenómenos que no se podían explicar con los conceptos de la física clásica, el primero consistió en el problema de la radiación del cuerpo negro, fenómeno estudiado por Planck, mientras que el segundo era el llamado efecto fotoeléctrico, fenómeno estudiado por Einstein, donde este propone nuevamente el concepto de la luz como compuesta por partículas.
Mas adelante otro físico, Lúis de Brògli planteó el enigma siguiente: si así como las ondas podían comportarse como partículas (la luz), ¿podría ser que las partículas (los electrones) se comportaran como ondas?.
Hizo un bosquejo matemático de este fenómeno que más tarde fue comprobado experimentalmente. Se comprobó entonces que el universo estaba compuesto por entidades cuánticas que a veces podían comportarse como ondas y a veces como partículas. Esto era realmente asombroso al menos para los físicos. Uno de ellos, jeisenberg, solía preguntarse después de discutir largamente con Bohr:
“¿ Puede la naturaleza ser tan absurda como nos parece en estos experimentos atómicos ?”.
Para resolver la aparente paradoja de la dualidad onda-partícula del universo, algunos físicos (nótese el ingenio y la audacia para proponer algo tirado de los pelos) sugirieron que tal vez no deba pensarse que la materia está formada por ondas de materia, sino más exactamente, como ondas de probabilidad.
Esto de las ondas cuánticas como ondas de probabilidad es realmente un concepto tortuoso y que el entendimiento sólo lo acepta por acostumbramiento cuando ha escuchado y leído mucho al respecto. Este concepto significa que lo que pasa a través de las ranuras en el experimento de las dos ranuras es una onda de probabilidades.
La ecuación que describe como una onda cuántica se mueve- la ecuación de Schrödinyer- no describe una onda material, sino que lo que realmente describe matemáticamente es la probabilidad de encontrar el fotón o el electrón (la entidad cuántica) en un lugar definido. Sobre este cuadro pintado a partir de los estudios del físico Max Born, cualquiera de estas entidades cuánticas mientras no sean observadas, literalmente no existen con la forma o identidad de una partícula. Hay una cierta probabilidad de encontrarla aquí, y otra probabilidad de encontrarla mas allá, y en principio podría estar en cualquier parte del universo, por supuesto con diferente probabilidad de que esto así ocurra.
Algunas ubicaciones son mucho más probables que otras de allí como veremos que cuando marcan la placa fotográfica, existirán líneas de mayor impacto, lo que indica mayor probabilidad y otras de menor impacto o probabilidad. Esta característica permite explicarnos el efecto túnel; una “partícula” parece pasar a través de una barrera de potencial simplemente porque su función de onda le asigna una cierta probabilidad de que exista del otro lado de dicha barrera, por eso se da esa percepción de que la “partícula” se desvanece desde el lado de la barrera donde fue lanzada y aparece del otro lado de la barrera “como si” hubiera un túnel en la misma.
Esto que llegó a ser una de las interpretaciones más aceptables de la física cuántica, trajo consigo consecuencias perturbadoras para nuestra comprensión de la realidad.
Por ejemplo, en el experimento de la doble ranura, las bandas de interferencia producidas por los fotones al pasar por las ranuras revelan claramente la naturaleza ondulatoria de la luz. Sin embargo, si la pantalla opaca contra la cual se proyectan los haces de luz, es sustituida por una placa fotográfica, cada fotón que incide en ella deja sólo un punto donde hizo impacto, lo cual revela que el fotón posee una índole que lo asemeja a una partícula. ¿Qué pasaría si pudiéramos dejar pasar de a un fotón por vez?.
Bien esto se logró y cada fotón dejaba una marca en la placa fotográfica mostrando su identidad como partículas, pero a medida que van pasando mas y mas fotones las marcas de los impactos en la placa fotográfica, dibujan el patrón de interferencia de las ondas, es decir cada fotón que se dirige hacia la doble ranura elige un camino diferente. Si de repente se tapa una ranura, entonces el patrón de interferencia deja de producirse. ¿Cómo sabe éste o aquél fotón cuando la segunda ranura está descubierta y cuando no?
Si cada fotón pasa por una sola ranura, ¿cómo conoce la situación en que se encuentra la otra ranura y por lo tanto el tipo de figura que debe construirse en la placa fotográfica? La respuesta que da la física cuántica es asombrosa, profunda y rara diría yo. Dice que cada fotón, de alguna manera, pasa por ambas ranuras al mismo tiempo y en consecuencia es portador de alguna suerte de conocimiento de la situación en que están ambas ranuras en el momento en que incide en la placa fotográfica.
Es decir cuando el fotón está en tránsito no existe como un único objeto. Durante esa fase parece capaz de manifestarse como varias contrafiguras probabilísticas de sí mismo y explora todos los senderos que se le abren simultáneamente y que le están permitidos.
Sólo al llegar a la placa vuelve a su estado de partícula solitaria. Este experimento resulta similar con electrones y otras entidades cuánticas que tienen la facultad de existir simultáneamente en varios estados probables distintos.
Esta es la razón por la cual los físicos hablan de las fases ondulatorias de esas partículas no como ondas materiales sino como ondas cuánticas de probabilidad. Esta capacidad de las partículas subatómicas para existir en mas de un lugar al mismo tiempo plantea algunas cuestiones profundas. Una involucra una controversia respecto del observador, ¿cuál es el rol que desempeña el observador humano en todo esto?
En virtud del principio de incertidumbre por el cual no tiene sentido hablar de la trayectoria de una partícula en el espacio, y la capacidad de la misma de estar en mas de un sitio al mismo tiempo, parece carente de sentido pensar que dicha partícula sea algo real si no existe un observador humano.
Antes de que el fotón del experimento haya dejado su marca en la placa fotográfica (cuando hacemos la observación), lo mas que podemos decir de él, es que se asemeja a un fantasma y parece existir al mismo tiempo en todos sus trayectos posibles. Otra pregunta es la siguiente: si los bloques de construcción subatómicos de los objetos materiales no poseen las características de los objetos materiales, ¿qué grado de realidad tiene el mundo en qué vivimos?, ¿Mediante qué extraños procedimientos permite la naturaleza que la aparente solidez del mundo se desintegre en la fantasmal y esquizofrénica multiplicidad de probabilidades que constituyen el mundo subatómico?
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Este experimento de la doble ranura que permitió deducir la doble identidad de determinadas entidades cuánticas, no solo fue realizado con fotones, sino también con electrones y más tarde con átomos que hasta ahora siempre fueron reconocidos en su acepción como partículas fundamentales a partir de las cuales todo nuestro mundo real está construido.
Ahora bien si estas se comportan como ondas-partículas, ¿dónde se encuentra la línea divisoria entre el mundo de la física cuántica y el mundo de la física clásica?, ¿Dónde los objetos pierden su condición de ondas para comportarse como nuestro sentido común nos indica como partículas?.
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El spin de las partículas.
Lo primero que se tiende a pensar sobre las partículas subatómicas como el electrón es que se asemejan a pequeños planetas que recorren órbitas en el espacio. Esta analogía es parcialmente correcta, los físicos consideran válido decir que las partículas rotan en torno de un eje tal como la tierra rota sobre su eje mientras gira alrededor del sol. A esta rotación similar a la de la tierra, alrededor de su eje, es a lo que se denomina el spin de la partícula. Sin embargo esta rotación sobre su eje o spin es peculiarmente distinta a la que tiene lugar en los casos macro como la tierra y los planetas.
Cada partícula subatómica tiene una forma diferente de rotación, o un spin propio, que para diferenciarse se les da un número al que se denomina el spin de dicha partícula. Así el spin de un fotón toma un valor igual a 1, mientras que el de un electrón es ½, mientras que otras partículas tienen un valor 0 para su spin. ¿Cuál es el significado de estos números? De acuerdo al físico Poul Deivis, cuando uno hace girar un globo terráqueo hasta dar una vuelta completa, lo debe hacer en un ángulo de 360 grados.
Bueno con el electrón no ocurre lo mismo, si se lo gira 360 grados, solo ha recorrido la mitad de su camino (por eso el spin medio), o sea para dar la vuelta completa debe girar 720 grados.
Esto que contradice la comprensión que nuestro sentido común nos ofrece de los objetos y la realidad, según Deivis sugiere, se debe a que tal vez en el nivel subatómico la realidad posea una dimensión adicional que para ser abarcada exige una rotación completa de 720 grados.
Los efectos de esta dimensión adicional se hacen sentir solo en el plano de lo ultra pequeño, el micro mundo cuántico y por lo tanto, a diferencia del electrón, los seres humanos y los otros objetos de gran tamaño, han perdido la facultad de distinguir entre estos dos ángulos de rotación. Cualquiera sea la explicación, lo cierto es que esta extra dimensionalidad del electrón tiene sus efectos en nuestro mundo.
Así el campo magnético producido por un electrón al consumar el spin (recordemos que una carga cuya velocidad varía en el tiempo produce un campo magnético.
La velocidad del electrón en su spin varía al ser un movimiento circular), tiene exactamente el doble del valor que se le podría calcular si fuera producido por la rotación de una esfera cargada eléctricamente con la misma carga de un electrón.
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Tres realidades que atentan contra el sentido común.
Habíamos mencionado que implícito en el desarrollo de la física se encuentra la búsqueda de la composición última de la materia. Siempre que alguien intenta una búsqueda y sobre todo en el mundo científico, existe una cierta suposición de la respuesta a las preguntas, esto es existen hipótesis, como también modelos semejantes a los que el que investiga está familiarizado.
En la pregunta anterior acerca de los bloques básicos a partir de los cuales está construida la materia, existía la idea de que estos podrían asemejarse a pequeños ladrillos. Pues bien una de las más importantes lecciones propinadas por la física cuántica es que justamente este no es el caso, es decir, los ladrillos o bloques básicos no tienen las características que nuestro sentido común nos dice que deberíamos encontrar. Esto nos deja una lección: la que nos dice que las respuestas a ciertas preguntas que tienen que ver con el desarrollo de la física cuántica, implican conceptos que no somos capaces de visualizar directamente. Veamos para ello tres casos ilustrativos que muestran realidades que atentan contra nuestro sentido común:
El spin del electrón.
El efecto túnel.
El principio de incertidumbre y la dualidad onda-partícula de la luz: el experimento de las dos ranuras.
visión sobre la materia sólida.
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En el año 1900 el físico Max Plank demostró que otros ciertos efectos en física solamente podían ser explicados si la luz era una partícula. Siguieron muchos experimentos para demostrar que, de hecho, la luz era también una partícula, y Albert Einstein recibió el premio Nobel en 1921 por su trabajo que demostraba que la naturaleza de partícula de la luz podía explicar el “efecto fotoeléctrico”. Este era un experimento donde la luz de baja energía (roja), cuando se aplicaba sobre un material fotoeléctrico, hacía que este material emitiera electrones de baja energía (de movimiento lento), mientras que la luz de alta energía (azul) hacía que el mismo material emitiera electrones de alta energía (de alta velocidad). Sin embargo, una gran cantidad de luz roja solamente producía más electrones de baja energía, y nunca electrones de alta energía. En otras palabras, la energía no podía ser “ahorrada”, sino que debía ser absorbida individualmente por los electrones en el material fotoeléctrico. La conclusión fue que la luz venía en paquetes, en pequeñas cantidades, y así se comportaba tanto como una partícula o como una onda.
De modo que la luz es a la vez una partícula y una onda. Bien, es algo inesperado, pero quizás no totalmente extraño. Pero el experimento de la doble ranura guarda otro truco bajo la manga. Se podía enviar un fotón (o “cuanto” de energía) a través de una sola ranura a la vez, con un intervalo suficientemente largo en el medio, y eventualmente surgiría un punto que luciría como el producido cuando una luz muy intensa (muchos fotones) pasara a través de la ranura. Pero ocurrió algo muy extraño. Cuando se envía un único fotón a la vez (esperando entre cada pulso láser, por ejemplo) hacia la pantalla cuando las dos ranuras están abiertas, lo que eventualmente se forma es un patrón de líneas oscuras y brillantes alternadas. ¿cómo puede suceder ésto, si solamente un fotón a la vez era enviado a través del aparato?.
La respuesta es que cada fotón individual debía (para poder producir un patrón de interferencia) haber pasado a través de ambas ranuras. Este, el más simple de los experimentos sobre la rareza cuántica, ha sido la base para muchas de las interpretaciones intuitivas de la física cuántica. Podemos entender, entonces, cómo los científicos concluyen, por ejemplo, que una partícula de luz no es una partícula hasta que se la mide en la pantalla. Sucede entonces que una partícula de luz es más bien una onda antes de ser medida. Pero no es una onda en el sentido de una ola de mar. No es una onda de materia sino que, aparentemente, es una onda de probabilidad. Es decir, que las partículas elementales que conforman a los árboles, a la gente y a los planetas, a todo lo que vemos a nuestro alrededor, son aparentemente distribuciones de posibilidades hasta que son medidas (es decir, medidas u observadas). ¡Ésto es lo que quedó de la visión victoriana sobre la materia sólida!.
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La experiencia psíquica: holismo e indeterminación.
¿Por qué es un enigma la vida? La sensación de enigma, de sorpresa ante la vida, surge del contraste entre el mundo inorgánico, sometido a un dinamismo ciego, y la vida representada en la autoexperiencia humana. El hombre se ve como un agente que se siente a sí mismo de una forma holística, en su propio cuerpo y en el mundo objetivo externo, de tal manera que dirige su vida en libertad, con indeterminación. Lo inorgánico ni es agente, ni se siente, y está determinado por las fuerzas dinámicas ciegas del universo. No es libre.
El sentir se especifica como “sentir holístico”: el propio cuerpo se siente como un ámbito que se extiende espacialmente pero que se presenta unificado por la sensación interior; además el mundo externo se siente como ámbito accesible, como queda patente en la visión. Holismo significa totalidad: sentir el propio ser y el mundo como ámbitos unificados. El gran psicólogo americano yéims J yíbson, hizo la mejor descripción fenomenológica de esta sensación holística.
Pero, además, ser agente es sentir la propia indeterminación que permite la elección libre. Es evidente que la autoexperiencia psíquica humana no es de absoluta libertad e indeterminación (ya que está también sometido a altas dosis de determinación): pero, en su grado, ambas cosas son reales en el hombre y, sin embargo, no están dadas en el mundo inorgánico.
El hombre, pues, proyecta sobre la vida el enigma de su propia forma de ser. En la vida, en sus múltiples manifestaciones, es donde comienza a constituirse el enigma que estará plenamente formado en el hombre. Por ello, la vida es un enigma global: el enigma que comienza en la vida hasta hacerse humano.
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Primeras explicaciones filosóficas.
Cuando el hombre intentó conocer racionalmente el mundo, y así nació la filosofía, trató de dar una respuesta al enigma de la vida. Lo vemos en la filosofía india y budista, así como en otras filosofías orientales. La filosofía presocrática griega, el comienzo racional de occidente por el tránsito del mito al logos, se centra precisamente en un intento de solución al enigma de la vida y del mundo inorgánico.
Esta experiencia dual (lo inorgánico y la vida) le llevó a explicar la realidad por dos principios causales: la “forma” como principio del ser y de la unidad que explica el orden y la vida; la materia como principio del devenir y de la multiplicidad, del caos, desorden y del movimiento caótico ciego. Es la teoría “hilemórfica” de Aristóteles (todo se produce por la interacción entre forma y materia). Estas ideas quedaron anticuadas una vez que la ciencia moderna fue construyendo su descripción del universo, de la vida y del hombre.
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La ciencia moderna hacia el mecanicismo determinista.
La ciencia moderna comenzó a construirse desde una expectativa nueva que abandonaba el dualismo heredado de la filosofía griega. Su expectativa fue que el universo debía explicarse como un sistema unitario que, desde su origen, había producido en su interior todas las cosas. Se trataba del enfoque monista, (todo se ha producido desde un mismo constituyente del universo).
Sin embargo, algunas circunstancias (el tipo de matemática, el maquinismo de los siglos XVII y 18, la influencia del cartesianismo, los comienzos de la ciencia como pura “física”, etc.) hicieron que la ciencia moderna derivara pronto a la filosofía del mecanicismo determinista.
El universo aparecía en ella como un inmenso clockwork en que todo suceso está absolutamente determinado por una cadena de causas y afectos cerrados: es la época de Niùton, de Laplàs, del sistema gravitatorio universal que culmina con la filosofía científica de Einstein. Este determinismo todavía se mantiene en ciertos sectores de la ciencia actual: el modelo de la “máquina” ha sido sustituido por el “ordenador” y las teorías computacionales presentan una imagen robótica del hombre.
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Reduccionismo y dualismo: el problema del soporte físico del psiquismo.
Pero la evolución de la ciencia hacia el determinismo físico (que después pasó a la biología, la neurología y la antropología) hizo entrar en crisis la aspiración monista y unitaria de la ciencia. Por una parte, la ciencia debía explicar la experiencia psíquica (el holismo y la indeterminación); por otra, la ciencia era de hecho determinista.
¿Cómo explicar entonces la vida y el hombre dentro de una visión monista y unitaria del universo? Unos forzaron las cosas hasta “reducir” la vida y el hombre a las explicaciones mecánico-deterministas de la ciencia física: así nació el concepto de “reduccionismo”. Incluso nació una epistemología objetivista (conductista) en su apoyo, al decir que la ciencia ni siquiera debía explicar la experiencia psíquica interna.
Otros, en cambio, se resistieron ante la tendencia reduccionista y recurrieron de nuevo al “dualismo”: si la ciencia sólo constata un tipo de realidad que no explica el psiquismo, entonces es que éste debe explicarse por otro tipo de realidad no reducible a la física (es el dualismo psico-físico en los siglos 19 y 20).
Quienes no estaban a gusto ni en el reduccionismo ni en el dualismo, sino que aspiraban a la imagen monista más genuina de la ciencia han entendido, a lo largo de las últimas décadas, que el problema consiste en explicar cómo el mundo psíquico ha “emergido” del mundo “físico”.
Para ello era necesario un tipo de física que hiciera comprensible por qué el mundo físico es un “soporte” que hace comprensible la emergencia de la vida. Es el problema del soporte físico en que se asienta el psiquismo animal y humano (y que no era comprensible desde el puro mecanicismo-determinista vigente).
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Mecánica del caos y mecánica cuántica.
No obstante, el hecho es que la física del 19 al 20 ha realizado avances muy importantes, cuya posible contribución al entendimiento del “soporte físico del psiquismo” no se vio en un principio. Se trata de la mecánica estadística y del caos, por una parte, dentro todavía de la mecánica clásica, y por otra, la extraordinaria novedad de la mecánica cuántica.
Se ha llegado a ver, pues, que el mundo macroscópico de la mecánica clásica no es absolutamente determinado (apto para el diablo de Laplàs), sino que tiene una dinámica regida por procesos caóticos que sólo permiten cálculos probabilísticos y estadísticos. La superficie de la tierra, por ejemplo, es un ámbito físico macroscópico que “soporta” los movimientos imprevisibles, indeterminados, del mundo animal.
Con la mecánica cuántica la ciencia ha conocido que el mundo microfísico no se comporta como el macrofísico. Parecen ser dos mundos diferentes que sin embargo forman una unidad: el macrofísico nace del microfísico. En el mundo cuántico la materia y la radiación (cuya relación no se entendía en el siglo 19, se unen en la dualidad corpúsculo-onda. Así, la materia llena campos físicos de una manera extraña y la individualidad o permanencia en el tiempo de las partículas desaparece.
Además partículas y vibraciones de un campo parecen estar al mismo tiempo en una multitud de estados (superposición cuántica), colapsándose de unos a otros con aparente indeterminación. Asimismo, la materia cuántica aparece y desaparece de forma sorprendente en referencia a un campo originario o “vacío cuántico” del que sería algo así como una fluctuación vibratoria.
Por último, es difícil entender la forma de causalidad que rige en ese mundo en el que se ha constatado una acción a distancia o causación no local que permitiría la interacción entre sistemas de materia cuántica sin conexión inmediata en el espacio (los llamados efectos E P R, Einstein, Podolsky y Rósen).
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Materia bosónica y materia fermiónica.
La mecánica cuántica entiende que se han producido en el universo un tipo de partículas mas primitivas, denominadas bosones, y otro tipo posterior de partículas más complejas llamadas fermiones. Los bosones serían más difusos, inestables y tendentes a constituir campos físicos unitarios. Los fermiones, en cambio, habrían dado lugar al mundo de los objetos macroscópicos estables.
De la materia bosónica (por ejemplo fotones) se comenzó a hablar desde el descubrimiento de los “condensados de Bòse-áinstein” en 1924.
Son partículas que tienen lo que se llama una función de onda simétrica y fácilmente se diluyen unas en otras formando un campo de vibración unitario en el que las partículas individuales desaparecen.
Se constituyen entonces estados que se llaman de “coherencia cuántica”. En cambio, la materia fermiónica (electrones o protones) tiene una función de onda antisimétrica que impide la disolución de unas partículas en otras (aunque en condiciones experimentales extremas también se ha conseguido coherencia cuántica con fermiones).
Cada partícula permanece, pues, en su independencia, sea partícula o vibración ondulatoria. La combinación de estas partículas ha permitido el surgimiento de las estructuras físicas, de la materia macroscópica y de los objetos estables de nuestro mundo visible macroscópico. En este la materia quedaría “atrapada” establemente y quedaría determinada por las estructuras físicas.
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Coherencia cuántica y la hipótesis jámeroff-Pènrous.
Esta hipótesis parte de la admisión, común en el emergentismo, de que la materia tiene la propiedad de producir “sensación”. ¿Por qué es así? No lo sabemos, pero hay que postular que es así, ya que de otra manera no se podría explicar nunca que el universo haya producido la vida y el hombre. Esto supuesto la hipótesis jámeroff-Pènrous: especula que el “soporte físico” de la sensibilidad-conciencia en los seres vivos debería hallarse en las propiedades cuánticas más primigenias de la materia.
Si fuera así, si esta hipótesis heurística (de búsqueda) se cumpliera, sería entonces más fácil entender que las propiedades de campo de la materia fueran el soporte de las propiedades holísticas del psiquismo y, al mismo tiempo, su indeterminación fuera igualmente un soporte apropiado para la indeterminación, apertura, libertad de la vida y del hombre.
Se trataría así de una nueva visión de la física más apropiada para la explicación del psiquismo; probablemente la única alternativa hoy visible en el horizonte a una física preferentemente corpuscular, discontinua, en un espacio métrico (incapaz de explicar el holismo psíquico) y determinista (incapaz de explicar la indeterminación y flexibilidad de la vida).
No cabe duda de que los seres vivos tienen un cuerpo macroscópico que se ha formado evolutivamente con materia fermiónica, menos apta para fundar campos unitarios e indeterminación. Habría que hallar de qué manera la vida posee también materia cuántica primigenia, bosónica, y formas de coherencia cuántica que “soportaran físicamente” la sensación, el holismo, la indeterminación y la agencialidad de la vida.
La hipótesis jameróff-Pènrous supone que estos nichos de materia en estado cuántico se hallarían en el interior hueco de los microtúbulos.
Estos son unas estructuras filamentosas formadas en el citoesqueleto de todas las células con variadas funciones evolutivas.
Una de ellas sería la de producir la sensación y los estados de conciencia. Por acción a distancia no local (los efectos llamados E P R) entrarían interacción por coherencia cuántica sistemas complejos de neuronas en el cerebro. Estos sistemas cuánticos serían el soporte físico de la sensación-conciencia.
En estado normal los micrúbulos estarían en el estado de superposición cuántica (indeterminación ante una variedad de estados posibles). En el momento de su participación en una actividad psíquica (por ejemplo, ver una imagen) los microtúbulos dejarían la superposición y sufrirían la “reducción objetiva” o colapso de su función de onda a una vibración determinada que entraría en coherencia cuántica en el sistema de microtúbulos que participan en esa actividad.
Esta actividad cuántica estaría relacionada con las redes neuronales macroscópicas, y la bioquímica interior a la neurona, ascendentemente (v g. cuando la imagen exterior impone una imagen) y descendentemente (v g. cuando el pensamiento dirige el movimiento). Estas cuestiones están siendo investigadas en la actualidad.
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Los biofotones de Popp.
La biofotónica estudia la emisión y absorción de luz en tejidos vivientes. Tiene una larga historia, pero Fritz Albert Popp contribuyó recientemente a la revitalización de esta disciplina. Propuso una hipótesis sobre la relación de la luz y los campos en la producción de ciertos tipos de cáncer que no fue bien recibida. Esto le causó problemas, pero hoy está fuera de toda duda experimental el papel de la luz en la materia viva: los campos de coherencia cuántica creados en los tejidos vivientes y el papel de la luz en los procesos de intercomunicación celular.
Más allá de los puros hechos experimentales se podría especular, y muchos lo hacen, que estos fenómenos de coherencia cuántica podrían también estar relacionados con la sensación. Entonces se entendería que la materia biológica es ya “viviente” en sus tejidos básicos.
Si estas ideas progresaran deberían ponerse en concordancia con la hipótesis jameróff-Pènrous en la línea de entender cómo los tejidos vivientes están integrados con el sistema nervioso para producir la autoexperiencia propia del psiquismo como sensación integral holística del cuerpo.
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Una valoración justa de la neurología cuántica.
Algunas de estas ideas han sido utilizadas desmedida y, a mi entender, incorrectamente (como ha pasado en el Niu eig y otros grupos) para justificar ideas religiosas o esotéricas. Por ello algunos científicos han aplicado la falachi of gilt bai asosiéchion (es malo si tiene que ver con la religión). Pero la cuestión no es esta: sino la explicación de la experiencia psíquica, un hecho empírico incuestionable producido dentro del universo.
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Quiero también dejar constancia de que, a mi entender, la nueva perspectiva de la neurología cuántica es neutra metafísicamente. Puede ser asumida en una metafísica, o filosofía, atea o agnóstica; pero también puede ser asumida en una metafísica teísta.
Lo que en todo caso parece también aceptable es que esta nueva neurología no sólo explica mejor al hombre, sino que es más armónica y congruente con los lógicos y correctos planteamientos religiosos.
Superduque.
Comments
Pero qué barbaridades hay que escuchar!Ahora la gente se cree que por llevar la palabra "cuántico" ya hace veraz cualquier calamidad esotérica. Vaya pajas mentales!!!! por favor, no uséis la ciencia para dar veracidad a vuestra religión.
otra barbaridad más a la red
Sencillamente, lo amo.
Muchas gracias, sencillamente extraordinario bendiciones para ti
Extraordinario estudio, conciso, comprensible y facil de entender.
Excelente artículo. No como los rancios documentaloides del copipega kakofónico.