El Padrino (México)
En 1989, la desaparición de Mark Killroy, un joven estudiante norteamericano, en Tamaulipas, México, derivó en el hallazgo de una serie asesinatos rituales que conmovió al mundo. Las pistas llevaron a la policía hasta el rancho Santa Elena, en las afueras de de la ciudad de Matamoros, refugio de una banda de narcotraficantes. Uno de los arrepentidos confesó que Killroy estaba enterrado allí. Junto a él yacían otros 11 cadáveres.
El autor de los asesinatos era Adolfo de Jesús Constanzo, el líder de la banda, e iniciado en los rituales de palo mayombe, un culto de origen afrocubano.
Los cadáveres estaban descuartizados, se les habían extirpado el corazón, el cerebro y la espina dorsal para los sangrientos rituales de la banda.
Constanzo y los demás cabecillas del grupo, Sara Aldrete, Alvaro León Valdéz, Omar Ochoa y Martín Quintana, habían logrado fugarse. Los medios los llamaron los Narcosatánicos y las autoridades comenzaron una búsqueda sin cuartel por todo México. Adolfo de Jesús Constanzo era ciudadano norteamericano, de madre cubana y padre portorriqueño. Había crecido en Miami, donde su madre lo marcó con su creencia en las deidades y rituales del palo mayombe. Un padrino haitiano lo inició en el culto y, cuando a principios de la década de 1980, Constanzo llegó a México en busca de nuevas oportunidades, su conocimiento de las artes adivinatorias lo conectaron con personalidades del espectáculo, con altos funcionarios políticos y policiales, y con poderosos narcotraficantes. Hasta que él mismo decidió ingresar en el negocio ilegal del tráfico de drogas, seguro de la impunidad que le daban sus conocimientos de lo oculto y sus encumbrados contactos.
Al descubrirse los cuerpos enterrados en el rancho Santa Elena, Constanzo y sus cómplices escaparon hacia el Distrito Federal, con la esperanza de recibir la protección de sus amigos poderosos. Pero las imágenes del cadáver de Mark Killroy y de los demás cuerpos mutilados habían horrorizado al mundo. No había refugio posible para Constanzo y su banda. Ni sus contactos, ni su fortuna, ni siquiera los dioses de palo mayombe podían protegerlos.
Los Narcosatánicos estaban solos y la policía les pisaba los talones. Luego de una serie de allanamientos frustrados en distintos puntos de la ciudad, las fuerzas de seguridad finalmente los encontraron el 6 de mayo de 1989 en un edificio de la calle Sena, número 19, de la colonia Cuauhtémoc, del Distrito Federal. Rodearon el lugar y desde el departamento 13, Constanzo y su banda comenzaron a disparar ráfagas de ametralladora y a arrojar fajos de dólares por la ventana, para causar un revuelo de gente y debilitar el cerco policial.
Pero todo fue inútil. Cuando la policía ingresó al departamento, el cuerpo del padrino Adolfo de Jesús Constanzo yacía acribillado junto al de su mano derecha, Martín Quintana. La supuesta mujer de Constanzo, Sara Alrete, a quien la prensa llamó “la concubina del diablo” y “la madrina” fue detenida y sentenciada a 647 años de prisión. Actualmente se encuentra detenida en el Reclusorio Femenil Oriente en el DF. Ciudad de México. Alvaro León Valdez, cumple prisión por asesinato doloso y narcotráfico. Omar Ochoa, murió de Sida en la prisión.
Hay otros tres miembros de la banda presos: Elio Hernández Rivera se encuentra recluido en el penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez, estado de México, mientras que David Serna Valdés y Sergio Martínez Salinas permanecen en el penal de Ciudad Victoria, Tamaulipas, donde cumplen su condena por narcotráfico agravado por el secuestro de Mark Killroy.
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Espeluznante!!!