Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
La conversión del hombre es una manifestación de la misericordia de Dios Quien quiere que el hombre se salve. En efecto, cuando el hombre dice con asentimiento: FIAT – Hágase, Dios que ha sido respetuoso de la decisión del hombre, solo hasta éste momento envuelve con Su Santo Espíritu al hombre y lo deja protegido, por ello dice en La Primera Lectura con respecto a Saulo: «Una luz celeste lo envolvió con su resplandor»… Dios, efectivamente, mantiene al hombre en ese momento en estado de gracia para que pueda lograr su salvación. El hombre ha sido sumergido en la misericordia de Dios y está apto para un nuevo régimen de vida, tanto cuanto él quiera mantenerse en el estado de gracia.
El hombre que vive apartado de la gracia salvadora de Dios, no puede ver los dones y virtudes del Espíritu Santo, porque el pecado nubla la acción de Dios en el hombre pecador; tanto en signos externos, porque el hombre no puede actuar como medio para Dios porque Dios no puede habitar plenamente en quien está manchado, aunque hemos sido testigos de casos muy distanciados en que ha sido posible, pero justamente no es una constante en la vida de La Iglesia. Igualmente en los signos internos, como la intimidad de Dios en el corazón del hombre pecador no se puede dar a plenitud, porque justamente el hombre ha decidió no tener intimidad con Dios, alejándose del estado de gracia y viviendo en pecado.
La gracia de Dios santifica al hombre y lo regenera, cuando el hombre acepta total y voluntariamente someterse íntegramente a Dios, cuando el hombre acepta que Dios convierta su corazón errante al Corazón Divino lleno de amor de Dios. Mientras tanto, el hombre no puede ver, aunque ve; es decir, que ve todo lo que puede por naturaleza propia de la vista, pero no ve la acción sobrenatural de Dios, así como no puede ver, es decir, no puede entender lo que Dios quiere, Su Palabra, Sus Mandamientos, Sus Sacramentos y todo instrumento de salvación que Dios ha puesto para que el hombre se salve, y es que así nos dice La Primera Lectura: «Los ojos abiertos pero no veía»… y es que debemos tener en cuenta que Dios pudo hablar a Saulo, pero Saulo no podía ver porque aún no se había convertido al Amor de Dios, Saulo aún no daba el FIAT – Hágase. Saulo, en efecto, tuvo que pasar por una etapa por la que pasa todo convertido: oración y ayuno, y más aun en tres días, donde podemos ver en el número tres a Las Tres Personas de La Santísima Trinidad. Además, el Apóstol tuvo que recibir la acción de Amor, de conversión del Espíritu Santo a través de la imposición de las manos.
«Yo Soy Jesús a Quien tú persigues»… es El Señor Jesús el que habla a Saulo en quien se refleja el accionar de los perseguidores de Su Iglesia. En efecto, cuando alguien persigue a los discípulos de Jesús, a Su Vicario o a alguno de los fieles de La Iglesia, está persiguiendo y atacando a Jesús, porque todos somos miembros del Cuerpo Místico de La Iglesia, donde Cristo Es La Cabeza, y es más, Cristo que habita en cada uno de nosotros, es El Todo en todos, por ello, cuando se persigue, «se respiran amenazas y muerte contra los discípulos de Jesús», es decir, si se ataca a un solo miembro de La Iglesia, Dios responde: «Yo Soy Jesús a Quien tú persigues»
Es necesario el sufrimiento para purificar los pecados, ya que El Mismo Señor le dice a Ananías que Saulo va a «Sufrir en nombre de Jesús» y va a ser «un instrumento elegido por Mí» Es decir, que Dios no promete los grandes momentos en esta vida, sino en la postrera, a costa de los sufrimientos que tengamos, y que van a la par de nuestra conversión. Así ha ocurrido en toda la historia de La Iglesia, porque estamos unidos a Cristo, La Víctima y Mártir; y esa unión con Jesús es la que nos hereda La Cruz del martirio y el sufrimiento en nuestras vidas, pero así como La Cruz trajo consigo la gloria de La Vida Eterna, del mismo modo la heredaremos nosotros. ¡Ánimo hermanos, la gloria es la recompensa!
Dios nos ha dado El Alimento de Vida Eterna, Él ha querido quedarse en La Eucaristía para que el hombre se salve comiendo del Cuerpo de Cristo. En efecto, nosotros nos unimos al Cuerpo Místico de Cristo y al Mismo Cristo comiendo Su Cuerpo. Él nos dice: «Porque la carne Mía verdaderamente es comida y la sangre Mía verdaderamente es bebida» La verdad es la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa, y si Cristo, daba conformidad de lo que decía, es porque era así, era la verdad pura, Él Es La Verdad y La Vida, y como Él Mismo dice: «Yo digo lo que he visto junto a mi Padre» Jn. 8, 38. Por tanto, si Él ha dicho todo lo que ha visto junto a Su Padre, es porque es verdad que Su Carne es verdadera comida y Su Sangre verdadera bebida.
Y luego añade en El Evangelio de hoy: «El que de Mí come la carne y de Mí bebe la sangre, en Mí permanece y Yo en él»… Es decir, que Dios quiere que el hombre dé el primer paso para que se acerque a Él, porque Dios respeta su voluntad, si el hombre quiere se salvará porque se acercó al llamado que Dios le va haciendo en todo momento. Dios quiere que el hombre acepte Su llamado y luego Dios le responde con Su gracia salvadora, el hombre se arrepiente y Dios lo salva _ en Mí permanece, es decir que el hombre se acerque a Dios, y luego dice y Yo en él; es decir, que luego que el hombre dio el paso, el Sí, Dios lo envuelve con Su espíritu Santo. El Señor Jesús en esta frase hace mención de la unidad en Su Cuerpo, de una manera en la que comiendo verdaderamente de Él, de una manera tangible de Su Cuerpo Divino, el hombre, en efecto, se divinice, porque si tomamos de La Carne Divina del Mismo Dios, ello nos garantiza una mayor y arraigada unidad en Dios, tomar tangiblemente de Él Mismo. Además Dios, al conocer perfectamente al hombre de su necesidad de lo tangible para que se fortalezca su fe, no se quiebre y no se condene, es que generosamente ha manifestado portentosos milagros en toda la historia de la humanidad.
Y es así que quiso hacer el más grande milagro de nuestra historia, hacerse un pedazo de Pan para nuestra salvación. Jesús por ello manifiesta la necesidad del hombre en lo tangible en el Maná con referencia a Él, Pan Eucarístico: «Éste es el Pan bajado del cielo, no como aquel que comieron sus padres, los cuales murieron» Es decir, que los judíos comieron porque pedían comida y pedían a Moisés señales de milagros en el desierto, del mismo modo lo hacen en ese momento con Jesús cuando le preguntan los judíos: «¿Qué milagro haces Tú, para que viéndolo creamos en Ti? ¿Qué obra haces?» Responde Jesús: «Es Mi Padre el que les da el verdadero Pan del Cielo» Es decir, que Moisés fue el que les dio el pan, el Maná; Dios lo dio pero por un intercesor: Moisés. En este caso, Dios da al Mismo Jesús como Pan del Cielo, queriéndonos decir El Señor Jesús, que Él Es El Pan de Vida que El Padre quiere dar porque dice Él: «Yo digo lo que he visto junto a mi Padre» Jn. 8, 38. Por ello añade: «Yo, enviado por el Padre viviente» Es decir, Dios da al Mismo Jesús como Pan del Cielo.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobre abundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Como siempre los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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