Todos conocemos a personas a las que les cuesta enormemente decir “no” y expresar sus opiniones y deseos por miedo a no hacerlo perfectamente, a herir a los demás o a crear conflicto. Estas personas sienten mucha ansiedad ante la idea de que pudiera darse alguna de estas circunstancias.
Detrás de este estilo pasivo de comunicación se encuentra la creencia irracional: “Necesito hacer las cosas siempre bien para obtener la aprobación de los demás, de lo contrario, soy una persona indigna y sin valor”, por lo tanto, no es de extrañar que por temor a ser rechazados o criticados, esas personas no manifiesten sus opiniones.
Por otro lado, hay personas que tienden a un estilo comunicativo agresivo, tan disfuncional como el pasivo. Éstas suelen imponer de forma bastante despótica su punto de vista y dificultan que los demás expresen el suyo.
Estas personas mantienen las creencias irracionales: “Los demás deben tratarme siempre con respeto y consideración, si no, son personas malvadas que merecen ser castigadas” y “Necesito que las cosas sean siempre como yo quiero”, cuando esas exigencias no se cumplen sienten rabia y desprecio por los demás.
Por tanto, aquellos que necesitan siempre aprobación social, prefieren no manifestar su opinión porque temen el rechazo, mientras que los que exigen ser tratados, sin excepción, con respeto y que el mundo sea como ellos quieren, expresan su parecer agresivamente porque no pueden soportar la falta de consideración y que las cosas sean de manera diferente a como, según ellos, deberían ser.
Hoy en día se fomenta el estilo agresivo porque se confunde la agresividad con la asertividad. Exigir las cosas haciéndonos oír (si es preciso gritando y con malos modos), algunas veces funciona, pero a cambio pagamos un precio muy alto, ya que repetiremos esta forma de actuar en futuras ocasiones, reforzando y perpetuando la creencia irracional de que es terrible que las cosas no sean como queremos y que los demás nos traten injustamente. Como resultado, nos convertiremos en personas cada vez más hipersensibles, malhumoradas y neuróticas.
Sin embargo, si demandamos las cosas asertivamente, es decir, con calma pero con la insistencia que sea precisa, es muy posible las consigamos, ya que un importante porcentaje del éxito se basa simplemente en insistir. Pero si no logramos lo que pretendemos no reaccionaremos poniéndonos furibundos, ya que cuando estamos emocionalmente fuertes somos capaces de renunciar con tranquilidad a que el mundo y los demás no sean como deseamos.
La clave, por tanto, para tener un estilo de comunicación asertivo y funcional radica en ser capaces de renunciar a ser siempre aprobados socialmente, a ser tratados en todas las ocasiones con respeto y a aquellas cosas de la vida que no nos gustan pero que no podemos cambiar. Cuanto más sanos emocionalmente estemos, menos nos costará renunciar a estas cosas.
Para poder llevar a cabo esa renuncia es preciso que mantengamos una forma de pensar basada en deseos y preferencias y no en necesidades y exigencias, esto es, “Desearía/preferiría tener siempre la aprobación de todo el mundo, que los demás me trataran con cortesía y que la vida fuera como a mí me gustaría, pero si no es así, lo podré soportar, no será terrible ni el fin del mundo”.
En definitiva, solo desde un pensamiento racional podremos expresar de manera directa, tranquila y sin autocensuras nuestras convicciones y preferencias, y por supuesto respetando las ideas y los sentimientos de los demás.
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