Ser únicos y exclusivos, no implica que seamos, ni que nos consideremos, mejores que los demás.
Mirar con los ojos del corazón lo que a cada uno de nosotros nos hace únicos y deferentes a los demás, significa apreciar, también, de manera respetuosa y generosa, la belleza exclusiva que cada uno de nosotros posee como seres de la Creación, sin necesidad de enfrentarnos y enemistarnos constantemente los unos con los otros.
Es de la enfermiza e insana costumbre de estar siempre comparándonos, de donde nacen la mayoría de los males y aflicciones que asolan a nuestra humanidad (la envidia, los celos, el rencor, el resentimiento y la culpa, entre otros).
¡Estamos aquí para superarnos a nosotros mismos, nunca a los demás!
Deja ya de comparte continuamente con los demás. Deja ya de imitar al otro, al cantante de turno, a la celebridad de moda, al personaje de tu serie favorita; y valórate a ti mismo, o a ti misma, por lo que eres, por tus principios, por tus gustos, por tu genuina y sagrada forma de ser, y no por lo que tienes o haces.
Pero, sobre todo, entiende que eres un Ser ÚNICO Y EXCLUSIVO. Y ser único y exclusivo, es algo que no necesita, ni admite, ningún tipo de comparación.
En vez de empeñarte en negarte continuamente, haz honor a tu vida y a tu experiencia vital, que es tuya y sólo tuya. A tus aprendizajes, a tu pasos, y al polvo que, sólo tus zapatos, han levantado en tu camino.
¡Esa es la auténtica exclusividad! Esa y no otra.
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