Pongamos que me llamo Paula y que tengo 21 meses.
Quiero hablaros de algo que me ha perturbado sobremanera.
Hace unos dÃas, mi madre me llevó a la "peridata", que asà es como se llama a los médicos de los bebés.
Mi "prediata" es una de esas personas que te caen bien a la primera: sabe cómo hablarte y explorarte sin molestarte. Tras dedicarme mucho tiempo y muchas y muy agradables caricias con la voz y con las manos, le comunicó a mi madre que me encontraba muy, muy bien. Al oÃr esto, ella pareció desconfiar y preguntó, un tanto angustiada, si tenÃa el peso adecuado para mi edad.
La "peidata" le informó con dulzura de que estaba dentro del "redil". Bueno, no sé si dijo redil o percentil, ni sé lo que significa ninguna de las dos palabras, pero lo que querÃa decir es que no habÃa ningún problema.
Mi madre seguÃa inquieta, y le insistió sobre si estaba segura de que no me faltaban vitaminas o algo. La médica extremó su afabilidad y le pidió que no tuviera reparos en comunicarle lo que le preocupaba. Mi progenitora estaba cortada, sin atreverse a confesar la causa de su desasosiego. La amabilidad de la médica, sin embargo, le dio confianza para lanzarse a decir lo que pensaba. Y entonces le soltó:
-Es que mi hija no me come.
No lo entendà mal, no. Dijo: "Mi hija no me come". Lo pronunció bien alto y bien claro. Y me quedé perpleja, atónita, horrorizada. ¿Por qué tenÃa yo que comerme a mi madre?
Para mi alivio, la "prediata" le comentó que no podrÃa estar tan sana y tan bien de peso sin comer. Mi madre trató de explicarse y se inició un sabroso diálogo:
-SÃ, toma casi de todo; bueno, de todo menos plátanos. Se niega a comerlos.
-¿Qué crees que pasará si tu hija no come plátanos?
-Siempre oà que los niños que no comen plátanos tienen deficiencias en el crecimiento.
La médica le contestó con suavidad:
-No te preocupes, si rechaza algún alimento lo compensará con otros que sà toma.
Y añadió riéndose:
-Y procura evitar decir 'mi hija no me come'. Pues va a pensar que tiene que devorarte de verdad, como si fuese un lobo de cuento, y eso hará que se sienta desconcertada y desdichada.
¡Ay!, adoro a mi "peidata". Es mi heroÃna. Es tan buena que me la comerÃa.
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